Colonia Seré es una localidad del Partido de Carlos Tejedor, provincia de Buenos Aires, Argentina. Fue fundado en 1903 por Guillermo Seré, que donó terrenos comprados al general Francisco Leyría. La localidad se encuentra en el trayecto de vías muertas correspondiente al Ferrocarril Sarmiento que prestaba servicio entre Bragado y General Pico. Se puede acceder desde un camino que la comunica con la Ruta Provincial 70, o por el camino paralelo a las vías, tanto del lado de la ciudad de Carlos Tejedor (28 km), como de la de América (24 km). Cuenta con unos 726 habitantes según censo 2010.
En el año 1876, el ministro de Guerra de Avellaneda, Adolfo Alsina, envía al General Conrado Villegas para ampliar la línea de fronteras, mediante la fundación de fortines en el noroeste bonaerense. Aquí, la única ley que imperaba era la de las huestes del temible cacique Pincén, el León de las pampas.
En su diario de cabalgata, el general Villegas menciona un lugar con inmejorables condiciones para establecer un fortín. Ese sitio, ubicado a 80 kilómetros del meridiano 5° hacia el Este, era el punto exacto en el que, 27 años más tarde, se fundaría Colonia Seré, una localidad que hoy cuenta con 800 habitantes y gira en torno de la actividad agropecuaria.
El 17 de septiembre de 1889, Emilio Mallmann adquiere 27 lotes de la sección XVI de tierras públicas, en representación de la compañía mercantil homónima; el 24 de septiembre del mismo año, el gobierno escritura en favor de esta compañía tres lotes más de esa sección, completando un total de 30.142 hectáreas; y el 19 de diciembre de 1889, Mallmann vende todo al general Francisco Leyría. Se establece allí el centro agrícola General Rivas.
Francisco Leyría y su esposa tenían el anhelo de fundar un asentamiento poblacional, pero el destino les juega una mala pasada: ella muere, repentinamente, y él, preso de una gran depresión, vende las tierras al benefactor directo de esta localidad: Guillermo Seré, que las dona para la fundación definitiva, concretada el 5 de septiembre de 1903. En la mañana de ese día, el agrimensor Enrique Roux clava la primera estaca, para mensurar y delimitar el pueblo, con todos sus edificios, quintas y chacras.
El ferrocarril que atravesó toda la provincia, de Este a Oeste, y propició el florecimiento de muchos pueblos a su vera, también le dio vida a este lugar. El 21 de diciembre de 1903 se autoriza al Ferrocarril del Oeste a bautizar la estación con el nombre de Colonia Seré. Un año después, una gran fiesta, con asado, carreras de sortijas y hasta una banda de música recibe a los primeros silbidos de la locomotora.
Tierra fructífera, fue rápidamente destinada a la cría de ganado y a la siembra de trigo. Los años 1915, 1940 y 1941 son muy recordados por la prodigalidad de las cosechas. "Las chatas que acarreaban bolsas hasta la estación formaban una hilera desde un paso a nivel a otro -mil metros-", cuentan los memoriosos.
Hasta la década del 60 era común ver trabajadores golondrina, que se conchababan como hombreadores, paradores de bolsas, emparvadores de alfalfa o recolectores de maíz a mano. Oficios todos olvidados en estas épocas de modernas tecnologías.
Entre los comercios que marcaron la vida de este lugar se destaca la ya desaparecida Antigua Casa Silva, que por su variedad de artículos, era conocida como "el lugar donde se puede comprar desde una aguja de coser, hasta un tractor".
La charla con los más ancianos arroja jugosas anécdotas. Cómo aquella ligada al nombre del club de fútbol. Cuentan que en el momento del "bautismo de fuego", faltaba un jugador para completar los once del equipo. A último momento apareció el hombre faltante y la idea no tardó en brotar de los labios de uno de los presentes: "Se llamará Club Social y Deportivo Los Once". Y así quedó, nomás, hasta el día de hoy.
Pero no todas fueron buenas. En 1937, el pueblo fue asolado por una terrible sequía, que amenazó con devastar su producción. Los lugareños salvaron parte de sus rodeos, mediante el traslado de los animales a otras tierras. Poco después, con tesón y trabajo, lograron devolver a sus campos el color habitual.
Otro flagelo que marca a fuego este lugar es la inundación. Asestó su primer golpe en 1973 y reapareció luego periódicamente, hasta alcanzar su pico máximo en 2001. Esta vez, el peligro del agua, que amenazaba la planta urbana, fue sorteado gracias a la construcción de canales y alteos, que desviaron los cauces hacía el Sur y mutaron el susto en alivio.
Hoy, las aguas han bajado, los campos mejoran poco a poco y la esperanza de la gente comienza a resurgir.
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Pueblos Buenos Aires
Juan Viel y Fedra Grosso son dos aficionados a la fotografía que recorrieron, desde 2012, más de 400 pueblos olvidados del interior bonaerense, retratando a sus paisajes y su gente. Una aventura que los llevó a recorrer más de 100.000 kilómetros por toda la Provincia y tomar más de 10.000 fotografías.
Juan Viel también es bonaerense, vive en San Isidro y hace dos años comenzó a hacer, junto a su novia Fedra Grosso, un viaje muy especial. Consiste en recorrer y retratar esos pueblos perdidos de la Provincia que tienen mucho en común. Sus orígenes, vinculados a la actividad rural y a la llegada del ferrocarril, su fisonomía con corazón de plaza y en los últimos tiempos, en los casos más extremos, una lucha diaria con la naturaleza, que trata de ganarle terreno a las viejas estaciones, los viejos galpones ferroviarios, invadiéndolos por dentro y dibujando un paisaje nuevo.
La idea era sumar las mejores de esas fotos y publicar un libro y ese proyecto sigue vigente. Pero en el medio se cruzaron las redes sociales y Juan Viel y Fedra Grosso crearon una página de Facebook, Pueblos Buenos Aires, con las fotos que van sacando. Y ese perfil ya tiene más de 50.000 seguidores.
Juan Viel y Fedra Grosso |
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