Las sierras de Córdoba quemadas, agosto 2020. Foto: Sebastián Salguero / Greenpeace. |
La tala total y el reemplazo por cultivos constituyen el mayor daño que pueden sufrir un bosque y su fauna.
por Manuel Nores
Desde tiempos inmemoriales, los bosques de Córdoba han sufrido las consecuencias de dos temibles flagelos: el desmonte y los incendios.
El avance de la frontera agropecuaria, sobre todo al este de las sierras, ha producido una marcada fragmentación y reducción de los bosques, a tal punto que en la actualidad queda menos del cinco por ciento de la superficie original.
La tala total y el reemplazo por cultivos constituyen el mayor daño que pueden sufrir un bosque y su fauna, ya que desaparecen todas las especies características y, en la práctica, no hay posibilidades de recuperación del hábitat.
Con el fuego, la situación es similar, pero menos grave. Aunque en el momento del incendio todo signo de vida desaparece, hay una recuperación progresiva, tanto de la vegetación como de la fauna.
Desmontes
Desde 1987 hasta 2004, en el caso de los desmontes, y desde 2005 hasta 2007, en el del fuego, hemos llevado a cabo con los biólogos Sebastián Dardanelli, Eugenia Haro, Diego Serra, Nicolás Rey, Guillermo Sferco y Noelia Rinaldi, estudios de las aves en ambas situaciones.
Para el tema de la deforestación, seleccionamos 32 fragmentos de bosque de una a 670 hectáreas y realizamos relevamientos de las aves hasta detectar todas las especies. También realizamos relevamientos en las zonas taladas y cultivadas.
El resultado más obvio fue que en estas últimas habían desaparecido todas las aves propias del bosque, lo cual significaba una pérdida de al menos 95 %.
En los fragmentos, por el contrario, hubo una gran riqueza de aves y se registraron 115 especies: 68 propias del bosque y 47 generalistas (habitan tanto bosques como lugares abiertos).
De las 61 especies diurnas de bosque, 40 (65,5 %) sólo necesitaron una hectárea para sobrevivir; 9 (14,7 %), entre 2 y 10 hectáreas; 6 (9,8 %), entre 11 y 80 hectáreas y sólo 6 (9,8 %), más de 80 hectáreas.
Las aves que habitan estos bosques son muy adaptables, y gracias a esto pueden subsistir en pequeños y medianos fragmentos.
Incendios
Para el caso de los incendios, realizamos censos mensuales de la vegetación y de las aves en un área de 15 hectáreas devastada por el fuego en septiembre de 2005 en Falda del Cañete. También realizamos censos en un bosque cercano del mismo tamaño, sin quemar, para control. Allí se registraron 65 especies de aves: 50 de bosque y 15 generalistas.
Al mes del incendio (20 de octubre de 2005), la vegetación continuaba totalmente quemada. Se registraron 22 especies de aves, 11 típicas de bosque (35 individuos) y 11 generalistas (26 individuos).
Al tercer mes (29 de diciembre de 2005, las hierbas cubrían prácticamente todo el suelo y habían comenzado a rebrotar desde la base árboles y arbustos: cocos, chañares, algarrobos, quebrachos blancos, molles, talas, moradillos y espinillos. Se registraron 30 especies de aves: 14 de bosque (37 individuos), 12 generalistas (76 individuos) y cuatro de lugares abiertos (30 individuos).
A los seis meses (28 de marzo de 2006), los cocos, que eran los árboles más altos, habían alcanzado 1,5 m de altura, y los restantes, un poco menos. Se registraron 39 especies de aves: 17 de bosque (56 individuos), 12 generalistas (521 individuos) y 10 de lugares abiertos (120 individuos).
A los 13 meses del incendio (6 de noviembre de 2006), los cocos alcanzaban casi dos metros y el resto 1,5 m. Se registraron 39 especies de aves: 18 de bosque (123 individuos), 14 generalistas (144 individuos) y siete de lugares abiertos (27 individuos).
A 26 meses del incendio y final del trabajo (29 de noviembre de 2007), los cocos superaban los 2,5 metros de altura y los otros árboles y arbustos alrededor de dos metros. Se registraron 42 especies de aves: 19 de bosque (116 individuos), 13 generalistas (93 individuos) y 10 de lugares abiertos (49 individuos).
Al comparar los números de aves del bosque quemado con los del bosque sin quemar, se vio que 41 especies (82 %) fueron compartidas entre ambos lugares, aunque no todas fueron permanentes en el bosque quemado sino que aparecían y desaparecían a lo largo de los meses.
Nueve especies del bosque sin quemar no fueron registradas en el quemado. Por el contrario, 19 especies generalistas presentes en el bosque quemado no fueron registradas en el bosque sin quemar.
Conclusiones
Como puede deducirse de estos estudios, las medidas por seguir deben estar enfocadas en la prevención, más que en la restauración. En los fragmentos de bosque, la única solución factible es la prohibición total de desmontar.
Si se siguen talando los fragmentos, la fauna propia del bosque se extinguirá en la zona.
En lo que respecta al fuego, no hay que pensar en reconstruir ni reforestar. Aunque el proceso dura algunos años, el bosque y la fauna se recuperan solos. La clave está en evitar los incendios y, en caso de que se produzcan, impedir que se propaguen.
Manuel Nores es doctor en Ciencias Biológicas, investigador del Conicet
Fuente
Manuel Nores, La tala y el fuego en los bosques de Córdoba, 23 octubre 2020, La Voz del Interior.
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