por Eugenio Fernández Vázquez
MÉXICO, 22 sep 2020 (IPS) - El hielo del Ártico registró su segundo peor año desde que empezaron los análisis satelitales de su estado, hace algo más de cuatro décadas.
Según el Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo, un instituto de investigaciones con sede en la estadounidense Universidad de Colorado, el 15 de septiembre se registró el punto más bajo del hielo en el océano Ártico, cuando ocupó una superficie de 3.74 millones de kilómetros cuadrados. Desde entonces empezó a repuntar el área que cubre, pero demasiado tarde y desde un punto demasiado alejado de su cota histórica.
La pérdida de hielo en el Ártico es malísima noticia para casi todos. Los únicos que pueden echar las campanas al vuelo son esos mercaderes a los que el planeta no les importa, que están festejando que se abre una nueva ruta de navegación circumpolar, que es tentativa pero terriblemente peligrosa, según explican organizaciones como el Fondo Mundial para la Biodiversidad (WWF).
Por ejemplo, si un derrame como el que ocurrió este año en las islas Mauricio, en condiciones no tan remotas ni tan inaccesibles, no se pudo frenar a tiempo, no quisiéramos imaginar lo que pasaría con un accidente naviero en un mar lleno de icebergs y con temperaturas tan terribles.
Para todos los demás, son muy malas noticias. En primer lugar, éste es un indicativo de que las temperaturas del planeta se mantienen al alza y de que se han detonado fenómenos atmosféricos muy anormales, que son, además, muy recientes: los 14 niveles más bajos del hielo ártico se han registrado en los últimos catorce años.
En segundo lugar, el derretimiento del Ártico no hará sino empeorar esos fenómenos atmosféricos y profundizar la crisis climática. El hielo de esa zona es un enorme depósito de metano, uno de los gases que más daño hacen a la atmósfera terrestre, pues contribuyen al calentamiento global al evitar que el calor escape de la atmósfera. Al escapar el metano, se calienta más la Tierra, lo cuál hace que se derrita más hielo y que escape más metano.
En tercer lugar, el calentamiento del Ártico hace que aumente el nivel de los mares, lo cuál es una seria amenaza para las ciudades y las comunidades costeras.
Además, los humedales que amortiguan la fuerza de las olas no se dan en todos los suelos; si aumenta el nivel del mar y las profundidades propicias para que se den estos vitales ecosistemas ocurren sobre terrenos que no son apropiados, estarán en riesgo las especies que los componen y habremos perdido sus servicios ambientales.
Además, perder el hielo del Ártico implica alterar una serie de hechos atmosféricos que hasta ahora eran muy predecibles y a los que los países más al norte estaban ya muy adaptados. La alteración del vórtice polar ártico -una especie de ciclón que se da en esas latitudes-, por ejemplo, ha llevado a temperaturas tan bajas que la piel se quema en apenas diez minutos de exposición a ella, y la producción de alimentos en esas condiciones y por sus consecuencias se hace muy difícil.
Esto, a su vez, altera los patrones climáticos de otras regiones, haciéndonos la vida difícil también a quienes vivimos más cerca de los trópicos que de los polos.
Ésta noticia supone la enésima llamada de atención sobre la urgencia de mitigar el cambio climático, en un entorno en que el lobby del petróleo y demás combustibles fósiles sigue ganando la batalla.
El mundo entero, además, está en pocas manos: más de la mitad de los gases de efecto invernadero del planeta los emiten China, Estados Unidos, India y Rusia. Si ellos no actúan, hay poco que los demás podamos hacer, y el mundo seguirá encaminado a un calentamiento acumulado de tres grados centígrados, que es el doble de lo considerado más o menos seguro.
Por lo pronto, la única salida que nos queda a los demás es actuar en la parte que sí controlamos, y que de todas formas nos beneficia.
Por ejemplo, en torno al 15 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero de México viene del manejo de la basura. Actuar en eso ya tendría beneficios en sí mismo, y un cobeneficio importante para el planeta (México aporta en torno al 1 por ciento de los gases de efecto invernadero de toda la humanidad).
Este artículo fue publicado originalmente por Pie de Página, de la mexicana red de Periodistas de A Pie.
RV:EG
Este es un artículo de opinión de Eugenio Fernández Vázquez, consultor ambiental en el mexicano Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
Fuente:
Eugenio Fernández Vázquez, Perdemos el Ártico y, con él, el planeta, 22 septiembre 2020, Inter Press Service. Consultado 26 septiembre 2020.
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