La
crisis climática, cada vez acuciante, está acentuando unas
desigualdades pre-existentes tanto en un plano doméstico como
internacional. Las desigualdades de raza, de clase y de género
juegan un papel clave en la recuperación tras una catástrofe
natural, lo cual también se puede aplicar en una comparativa entre
los llamados países del Primer Mundo y los más empobrecidos.
por
William Minter y Imani Countess
Artículo
publicado originalmente en The Global African Worker.
Viene
de la primera parte.
Los
países ricos deben dar un paso adelante
La
conexión casual entre cambio climático y meteorología extrema es
evidente. La necesidad de una ambiciosa acción climática tanto por
parte de los países ricos como de los pobres está fuera de toda
duda. Esta implica planificar una respuesta sostenible ante las
crisis por venir, aumentar la resiliencia contra el cambio climático
por medio de la adaptación y reducir drásticamente las emisiones de
gases de efecto invernadero.
Y
aquí llega el interesante debate sobre quién debe
responsabilizarse. En la Cumbre de Río de Janeiro de 1992, el primer
acuerdo climático afirmaba que los países ricos deberían ser quienes lo hicieran.
Todas
las partes habrían de proteger el clima para el beneficio de las
generaciones presentes y futuras, siguiendo el principio de la
equidad y de acuerdo con las responsabilidades comunes pero
diferenciadas, y con sus respectivas capacidades. De tal manera, los
países enriquecidos liderarían la lucha contra el cambio climático
y sus afectos adversos.
El
acuerdo climático firmado en París en diciembre de 2015 volvió a
confirmar esto: mientras que todos los países tienen la obligación
de actuar, los del Primer Mundo son especialmente responsables de
reducir las emisiones globales y afrontar los costes de los desastres
climáticos. Por desgracia, el propio acuerdo, que se basa
enteramente en cláusulas voluntarias como las Contribuciones
determinadas nacionalmente (NDCs por sus siglas en inglés), no
recoge ningún mecanismo que las obligue a ello. De acuerdo con
ciertos análisis de la sociedad civil, las NDCs de los países
occidentales caen significativamente por debajo de lo que supondría
un reparto justo de la acción climática.
Pese
a esto, Donald Trump insistió en que el Acuerdo de París era
“injusto” hacia los Estados Unidos. Aunque la Administración
Trump ha confirmado la marcha de los EEUU del acuerdo, que se hará
efectiva en noviembre de 2020, el Partido Demócrata se ha
posicionado en contra de esta. Y la situación actual, que ha
obligado a la postergación de la COP26, solo aporta mayores
incertidumbres.
Tanto
por sus emisiones per cápita actuales como las históricas, los
Estados Unidos guarda una gran responsabilidad ante la emergencia
climática. Desde el primer uso de los combustibles fósiles en 1750
hasta 2017, este país ha emitido 399 mil millones de toneladas de
dióxido de carbono, casi el doble de los 200 mil millones emitidos
por China. Alemania, el Reino Unido e India han contribuido 91, 77 y
49 mil millones, respectivamente, mientras que el continente de
África ha aportado solo 43 mil millones. Our World in Data, un
proyecto de Global Change Data Lab, ha aportado unos gráficos muy
útiles.
En
cuanto a dióxido de carbono emitido per cápita, y solo con la
excepción de países del Golfo Pérsico tales como Arabia Saudí o
Qatar, los Estados Unidos también lideraron el ránking mundial en
2017, con 16,24 toneladas por persona anualmente. Le sigue Japón con
9,45; Sudáfrica con 8,05; y China, con 6,98. En el otro extremo, la
mayoría de países africanos, salvo por los que producen petróleo,
contribuyen menos de media tonelada per cápita.
Sea
bajo la etiqueta de Green New Deal o no, cualquier avance en los
Estados Unidos por reducir el uso de combustibles fósiles y por
acelerar la transición hacia las energías renovables tendría un
importante impacto a nivel global. Para el activismo climático
estadounidense, el mayor imperativo es cambiar la política de su
país. Y a su vez, colocar todos sus esfuerzos en un contexto global
y reconocer las iniciativas de los/as activistas en todo el mundo.
Continúa
en la tercera parte.
Traducción
de Raúl Sánchez Saura.
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Fuente:
William Minter y Imani Countess, El Green New Deal puede y debe ser global II, 3 julio 2020, El Salto Diario. Consultado 3 julio 2020.
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