Grabaron
desde Pablo Milanés hasta Durga McBroom. La iniciativa de alumnos
cordobeses y santafesinos junto a su profesor de música devino en un
disco sobre temas ambientales y multitud de estrellas invitadas.
por
Cristian Vitale
La
idea surgió en escuelas rurales del sudeste de Córdoba y el
sudoeste de Santa Fe. Un corredor campero que incluye pueblos como
Bouquet, Monte Maíz, Saira, Cintra, Canals, Monte Leña y
Chilibroste, entre otros, donde la problemática que la motivó -los
desmontes masivos y las fumigaciones con agrotóxicos- es moneda
corriente. “Con mis alumnos decidimos echar mano de esa situación
y convertirla en arte, en canción. El objetivo de este proyecto sin
fines de lucro es contribuir a la construcción de una nueva
conciencia ambiental, a través del arte”, introduce Ramiro
Lezcano, el profesor de música que pensó la acción y pasó a ella,
luego de compartirla con sus discípulos del colegio Hipólito
Buchardo, de San Marcos Sud. Lo primero fue crear un tema sobre el
tópico (“Juguemos en el campo mientras Monsanto no está”),
luego grabarlo con coro de niños y niñas incluido, y finalmente
tirarse un lance con resultado inesperado. “Sin ningún tipo de
expectativa hicimos una pancarta que decía 'Pablo (Milanés)
ayudanos, cantá con nosotros', porque justo en esas clases estábamos
escuchando la trova cubana, y decidimos invitarlo para ver si la
escuchaba”, cuenta el docente y productor general del trabajo. Para
su sorpresa, quince días después tuvo una respuesta por demás
feliz.
El
trovador cubano, que por entonces se encontraba de gira por México,
no solo dijo que le había gustado la canción, sino también que les
iba a mandar su voz grabada para incorporarla a la versión
definitiva. “Por supuesto no lo podíamos creer”, se sigue
sorprendiendo Lezcano. La respuesta por la positiva de Milanés
envalentonó a la tropita cancionera y a su capitán. Fue, en efecto,
el puntapié inicial de una catarata de invitaciones a músicos que
también dio favorable. Suna Rocha, Teresa Parodi, Juan Carlos
Baglietto, Peteco Carabajal, Mavi Díaz, Guille Arrom, Piñón Fijo,
Silvina Garré, Litto Nebbia, Marian Farías Gómez, Luciana Jury,
Botafogo, el Dúo Coplanacu, Billy Bond, entre más se fueron sumando
para cantar o tocar en cada canción que iba surgiendo al ritmo de un
trabajo discográfico sin antecedentes en la Argentina, cuyo nombre
va de suyo: Canciones urgentes para mi tierra.
“Conseguimos
estudios en varias ciudades del mundo para que grabaran los artistas
bajo el fin de colaborar con el proyecto, y así fueron apareciendo
temas para abordar nuevas problemáticas ambientales con nuevas
canciones. Problemáticas que, por más que no sean próximas a
nuestro ámbito, como la minería a cielo abierto, son parte del
mismo flagelo: el deterioro o la destrucción de nuestro habitat, de
nuestra casa”, sentencia Lezcano, al comando de una historia que
durante cuatro años devino en la participación de casi trescientos
artistas en treinta y tres canciones de los más variados palos
estéticos.
“Una
de las fortalezas de esta mixtura de artistas es el resultado en
canciones donde se puede escuchar a la Mona Jimenez cantando en la
misma canción que Dyango y Victor Heredia, junto a una murga
uruguaya. U otra en la que tocan los ex Riff, más Claudio O’Connor,
Adrian Barilari y Hugo Bistolfi. También la canción 'Hombre', en la
que tocan guitarra tres violeros que nunca habían grabado juntos:
Claudo Gabis, Richard Coleman y Baltasar Comotto, y que incluye una
versión inglés cantada por Durga McBroom, la que dibuja las
melodías de 'Great Gig in the Sky', en Dark Side of the Moon, de
Pink Floyd. A ella también le hicimos una pancarta que decía 'Durga
ayudanos, cantá con nosotros', y a los quince días nos contestó.
Estaba de gira por Italia y conseguimos un estudio allí para
grabar”, relata el músico.
La
variopinta y multitudinaria congregación de artistas se extendió
hacia la participación de orquestas sinfónicas, cuartetos de
cuerdas o coros de niños cantando en guaraní y quechua, tal el caso
de “Conciencia de amor”. Otro paso importante fue convocar capos
del sonido como Mario Breuer, el portugués Da Silva y Amilcar
Gilabert, y dibujantes de pluma fina y creativa como Rocambole o
Alejandro Ros, para mezclar e ilustrar cada tema. Las canciones son
treinta y tres, y fueron incluidas en un CD doble, cuya edición
física fue posible gracias a la intervención del Instituto Nacional
de la Música. El INAMU extendió un subsidio para publicar
quinientos discos, más un libro que incluye letras, créditos,
ilustraciones, prólogos y reseñas. “Se hizo realidad el sueño y
ahora estamos trabajando para que el proyecto se amplifique y llegue
a muchas otras escuelas… La certeza de que la música es una
herramienta de transformación social que nos puede ayudar a ser
mejores seres humanos está intacta”, se esperanza Lezcano.
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¿Cómo funcionó y cómo funciona la interrelación entre docente y
alumnos en tan ciclópea tarea?
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Todas las canciones surgieron del trabajo áulico. Algunas temáticas
las propuse yo y otras llegaron desde los alumnos, como por ejemplo
la de la canción “La flor de Chernobyl”. En 2016 se habían
cumplido treinta años de esa tragedia nuclear y la conmemoración
del hecho nos lanzó a la búsqueda de imágenes por internet. Allí
nos encontramos con que las fotos actuales del lugar mostraban la
convivencia de vegetación exuberante con el silencio y la
desolación. El patetismo de la contradicción llevó a uno de mis
alumnos a decir "qué lindas flores que hay… pero no hay
humanos para que las puedan ver y cuidar". El dicho aludía al
perímetro de restricción de movilidad humana que hay en el lugar,
debido a los peligrosos niveles de radiactividad que aún existen.
Bueno, esa vivencia áulica está plasmada en el verso "Una
flor, Chernobyl, soledad". Por su parte, la estructura de la
letra está inspirada en la canción “Por” del sublime Artaud, de
Spinetta.
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La temática ambiental suele derivar en aristas políticas y
económicas tan alentadoras como controversiales. ¿Cómo han
manejado tal ensamble?
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Sí, cierto. Trabajar con una temática ambiental en la que se
cuestionan algunas prácticas como las fumigaciones con agrotóxicos
en plena pampa húmeda, donde un gran porcentaje de la población
depende directa o indirectamente de la producción agropecuaria,
siempre es un tema delicado. Hay un modelo productivo que tiene sus
pautas y sus consecuencias, ante las cuales nosotros, parados en el
“interior del interior”, forjamos nuestra revolución desde el
arte, porque el arte también tiene que increpar e interpelar. Sobre
todo en un contexto en el que la utilización de agrotóxicos provoca
cáncer y enfermedades congénitas. Por suerte, la cuestión empieza
a estar en la mesa de debate de muchos pueblos y ciudades.
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¿Encontraron muchas trabas?
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Las principales trabas que tuvimos que sortear fueron las propias de
realizar un proyecto que no tiene antecedentes en el país, por fuera
de UNICEF o alguna otra organización así. No es fácil para un
puñado de escuelas rurales, su profesor de música y algunos
colaboradores convencer a todos los músicos que se sumaron de que
valía la pena sumarse. Tampoco lidiar con intermediarios,
productoras y demás filtros que nos desgastaron un poco… Aunque
cuando logramos comunicarnos con artistas que eran mis pósters en la
adolescencia y les contamos el proyecto, aparecieron hermosas
experiencias. Podríamos escribir un libro con las anécdotas de las
grabaciones, las charlas con algunos artistas, las respuestas de
algunos managers... En fin, capítulos casi surrealistas (risas).
La
producción de Lezcano y elenco (Nicolás Garrone + Fernando
Brizuela) significa claramente un ejercicio de educación ambiental,
sobre la cual la población global está tomando, en general, mayor
conciencia. “Sólo a través de una acción comprometida podremos
realmente cambiar las conductas sobre el entorno y reconstruir un
nuevo pensamiento”, refiere el multiinstrumentista y compositor
cordobés. “Los seres humanos y la naturaleza tienen un interés
común que es el mantenimiento de la vida sobre el planeta. Por eso,
en nuestra relación con la tierra debemos adoptar una ética
holística y sentirnos parte del entorno. Se debe abandonar la visión
antropocéntrica para comenzar a comprender la humanidad en relación
con todo lo existente… debe darse una ética de la simbiosis en
lugar de la dominación”, reflexiona el también profesor de
psicología y ciencias de la educación, que ya está trabajando en
una especie de “volumen II” del proyecto. Ya tiene el título,
Mensajes de tierra adentro, y conserva intacto el sueño de poder
convocar otros músicos globales con “conciencia ambiental”. “Nos
encantaría contar con la participación de Paul McCartney, Sting o
Manu Chao”, se esperanza el hombre, de cara a un boceto que ya
tiene adentro las colaboraciones de Hugo Fattoruso, León Gieco y
Ricardo Soulé.
-
¿Cuál es la realidad de las escuelas rurales, hoy, más allá de lo
puntual y específico que se aprecia en este trabajo?
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Es una realidad compleja. Cada vez hay menos gente viviendo en los
campos porque, dada la automatización de varios procesos en la
producción agrícola, se fue prescindiendo de la mano de obra de
muchos trabajadores que han tenido que emigrar a las grandes urbes.
De todos modos, sostengo que la situación de aprendizaje en las
escuelas rurales es especial.
-
¿Por qué?
-
El contexto que básicamente determina otros tiempos, otras dinámicas
que predisponen a una situación ideal para la interacción con los
alumnos. En este sentido, quiero decirlo, la ruralidad es un divino
tesoro.
Invitados
de lujo
La
mirada de los músicos
Pablo
Milanés: Hace cerca de cinco años recibí una carta de Ramiro
Lezcano. La historia que me contó, las fotos que acompañaban a la
carta, hicieron sensibilizarme con su proyecto que nacía y que
intentaba hacer visible una realidad que, al igual que en San Marcos,
ocurre en muchos lugares del mundo: la salud y el futuro de muchos
niños estaba en riesgo por el descontrol y codicia. Ellos tuvieron
el arrojo, con mucho esfuerzo, de enseñar su realidad y atreverse
con el arte, y en este caso la música – que nos une a todos – a
tratar de generar cambios. Lo que empezó con una canción en aquel
día, “Juguemos en el campo”, que tuve el gusto de cantar con un
hermoso coro de niños, ha llegado a ser hoy un disco de más de 33
canciones con colaboraciones de muchos amigos. Así, con esa
sencillez, y a la vez grandeza, ha nacido Canciones urgentes para mi
tierra, que ojalá sea ya una empresa con entidad y voz propia para
quedarse.
Víctor
Heredia: Miro alrededor y veo los rostros de artistas amigos, de
compañeros inigualables que, al igual que yo, conocen el peligro que
hoy corre nuestra casa. Los grandes negociados, los intereses
sectoriales y corporativos hacen que la vida en general se vea
amenazada en nuestro frágil planeta. Por eso, es emocionante ser
parte del clamor que señala la necesidad de modificar nuestra
actitud humana frente a la naturaleza. Los cambios climáticos y los
devastadores efectos que producen comienzan a ser cada vez más
elocuentes. Este llamado de atención está lleno de ternura porque
proviene sustancialmente de niños en edad escolar, de jóvenes que
todavía creen en las buenas intenciones, en el hombre y toda su
dimensión. Muchos dirán que es infructuoso, que no dará los frutos
esperados. Pero este árbol florece desde la sonrisa de quienes
quieren otro futuro para ellos mismos, para los hijos de sus hijos.
Sus voces nos están regalando algo que muchos de nosotros perdimos
hace tiempo: la credibilidad en nuestros sueños”.
Peteco
Carabajal: “Muy agradecido de ser parte de este mensaje humano para
humanos. Creo en la vida y creo en el sol como creador de las
condiciones naturales para el desarrollo y la evolución. Este
trabajo me ayuda a poner en práctica mis creencias de una manera
bella y artística”.
Litto
Nebbia: Canciones Urgentes para mi tierra es un proyecto noble que
busca concientizar al público en general sobre tantos problemas
ambientales que existen. Por eso, creo, somos tantos los músicos que
aceptamos participar. Es muy tierno también que nuestras voces se
hayan mezclado en ocasiones con las de niños, alumnos de donde ha
nacido esta idea. Nunca alcanzará todo el esfuerzo que se haga para
lograr este propósito, debido a la loca vertiginosidad de las
ambiciones y los negocios. Esto es lo que sucede con el mundo que
vivimos. Casi todo se hace para TENER y no para SER. Este trabajo no
cambiará el mundo, pero humildemente sumará su granito de arena”.
Nito
Mestre: “La naturaleza sabe de la palabra, pero más sabe de
acción, es por eso que intuyo que este proyecto va a sembrar en los
niños un nuevo camino, para conseguir un futuro mejor”.
Claudio
Gabis: “Siempre he pensado que el arte es la mejor herramienta para
transmitir esos mensajes urgentes que la humanidad precisa,
permanentemente, para denunciar, combatir y, a veces, resolver sus
conflictos más graves. A lo largo de mi carrera, he tratado de
plasmar ese pensamiento en las letras y sonidos de mis composiciones.
Hoy vivimos una de las épocas más peligrosas, tóxicas y
destructivas de la historia de nuestra especie y, más que nunca, se
hizo realidad lo que escribí en 1972 para mi 'Blues de la Tierra
Supernova'".
Mientras
Monsanto no está
“Juguemos
en el campo, mientras Monsanto no está”. Un coro de niños repite
la frase como un mantra, al principio, entremedio y al final de la
canción que inició este jugado proyecto artístico-educativo.
Después, cada cual aporta lo suyo. En una especie de mezcla entre
reggae y carnavalito, aparece la voz inconfundible de Pablo Milanés:
“Que florezca mi yuyito / Que perfume mi canción / Que florezcan
nuestros hijos / Sin herbicidas mi amor”, aporta el cubano, uno de
los tantos que mete voz en el tema compuesto por Ramiro Lezcano,
mezclado por un tándem deluxe (el Portugués Da Silva + Osvel Costa)
e ilustrado por Marisa Volpino. “No maten los arbolitos / para
sembrar y sembrar”, se escucha desde la voz maderosa de Peteco
Carabajal, mientras Mavi Díaz completa la estrofa: “El monte es de
los duendes / no maten su lugar”.
Y
así sigue, mechando las voces de Suna Rocha, Miguel Cantilo y Laura
Ros, la guitarra de Miguel Vilanova y el arsenal instrumental
(flautas, trombón, trompeta, ukelele, órgano y percusión) que
ejecuta su creador. “Queríamos hacer nuestra 'Marcha de la
bronca', y manifestar nuestro sentir y preocupación por estudios que
evidenciaban una conexión directa entre múltiples enfermedades y
las fumigaciones con agrotóxicos”, escribe Lezcano en la web del
proyecto . “Esta canción fue escrita y grabada cuando aún no se
había encontrado culpable a la multinacional Monsanto (…) es un
ejercicio de intertextualidad y de resignificación de la invencible
obra de María Elena Walsh 'Diablo, ¿estás?' del disco Juguemos en
el mundo”, detalla sobre el tema que dio origen a semejante trabajo
musical y humano.
Fuente:
Cristian Vitale, "Canciones urgentes para mi tierra", el proyecto escolar que se hizo global, 17 julio 2020, Página/12.
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