Mientras
Lucrecia Martel termina su documental “Chocobar” sobre el líder
Chuschagasta asesinado en 2009, la Justicia decide liberar a sus
victimarios. La directora de “Zama” reflexiona sobre la
indiferencia y el racismo y afirma: “no fueron exterminados, están
acá y hay que devolverles lo robado”.
por
Diego Leonoff
El
12 de octubre de 2009, el líder de la comunidad indígena Los
Chuschagasta, Javier Chocobar recibió un disparo mortal de mano de
Darío Luis Amín, un terrateniente que se decía dueño del lugar.
En
2018, nueve años más tarde, los jueces Wendy Kássar, Emilio Páez
de la Torre y Gustavo Romagnoli, resolvieron condenar a Amín a 22 años de cárcel por considerarlo autor responsable del homicidio agravado por uso de arma de fuego. En aquel entonces, la justicia
también apuntó contra Luis Humberto Gómez y José Valdiviezo, con
penas de 18 y 10 años de prisión respectivamente. Ambos, además de
ex policías, habían formado parte del grupo parapolicial Comando
Atila comandado por el ex comisario Mario “Malevo” Ferreyra.
Días
atrás, y pese a la condena en su contra, los asesinos de Chocobar
quedaron en libertad luego de que venciera el plazo previsto para que
la Corte Suprema provincial dejara firme la sentencia.
“No
puedo afirmar que haya simpatía de la justicia tucumana hacia estas
personas liberadas porque durante el juicio quedó clara su
responsabilidad y fueron condenados. Lo que sin duda no hay en la
justicia tucumana, ni en la de Salta, ni en la de Chaco, ni en
Formosa ni en Jujuy, y puedo seguir así hacia el sur… lo que no
hay es comprensión de la urgencia histórica en la que estamos”,
asegura en diálogo con Canal Abierto la autora de célebres films
como “La Ciénaga”, “La niña santa”, “La mujer sin cabeza”
o “Zama”.
Lucrecia
Martel lleva años realizando una extensa y exhaustiva investigación
para su documental “Chocobar”, sobre la vida y el caso del líder
Chuschagasta asesinado en 2009. Y si bien aún no tiene fecha de
estreno, la película se encuentra avanzada a tal punto que semanas
atrás fue preseleccionada (de un total de 545 proyectos) para un
premio del prestigioso Festival de Locarno, Suiza.
En
esta entrevista exclusiva con Canal Abierto, la guionista, directora
de cine y productora argentina reflexiona sobre el racismo
estructural y la indiferencia que atraviesa nuestra sociedad. “No
es suficiente indignarnos con los policías norteamericanos que
asesinaron a Floyd porque hay una lista de comuneros indígenas
baleados, golpeados y abusados mientras nosotros -los tan buenos-
estamos solidariamente encerrados en nuestros traseros”, sentencia.
-
¿Qué te provoca la liberación de los asesinos de Chocobar?
-
Indignación y tristeza, pero no impotencia porque hay mucho que se
puede hacer. Los chuschas tampoco se van a debilitar por esto, porque
lucharon años por el juicio. Sin embargo, como muchos de nosotros,
deben estar decepcionados de la Patria.
Es
muy importante que la clase política sepa que ya nos dimos cuenta,
que cuando se trata de maltratar a los indios no hay grieta.
-
En Argentina hay miles de personas (en su gran mayoría, humildes)
sin condena que pasan años de su vida en prisión. En este caso, sin
embargo, el Poder Judicial tucumano actúa con sorprendente celeridad
y diligencia para liberar a este terrateniente y los ex policías
cómplices. ¿Crees que hay un trasfondo racista, de clase?
-
No puedo afirmar que haya simpatía de la justicia tucumana hacia
estas personas que fueron liberadas porque durante el juicio quedó
clara su responsabilidad en la muerte de Javier Chocobar y fueron
condenados.
Lo
que sin duda no hay en la justicia tucumana, ni en la de Salta, ni en
la de Chaco, ni en Formosa ni en Jujuy, y puedo seguir así hacia el
sur… lo que no hay es comprensión de la urgencia histórica en la
que estamos. Y no es necesaria ninguna sensibilidad particular, basta
observar el mundo que nos rodea.
Porque
no fueron exterminados, terminemos con esa idea profundamente racista
que niega su actual existencia. Perdimos, están acá, y ahora
tendremos que devolver lo que robamos. Es imposible!, van a decir,
las expropiaciones las paga el Estado con el dinero del pueblo, que
también es pobre, con tierra no van a resolver su pobreza porque la
riqueza ahora ya no es sinónimo de tenencia de tierra. Es imposible!
Imposible
era imaginar que algo minúsculo como un virus iba a obligar a toda
la humanidad a esconderse en sus casas por meses. Podrán poner como
ejemplo que ni la Iglesia Católica -con esta pandemia que resuena
tan bíblica- vendió terrenos o propiedades para ayudar a
combatirla, para financiar la investigación médica, para hacer
hospitales en los barrios empobrecidos. Si eso no pasó, ningún gran
cambio será posible, dirán.
Sentémonos
a conversar seriamente. Porque las noticias de nuestra mezquindad
llegan más rápido ahora, y cuesta olvidarse que mueren niños wichi
por hambre. Y para poder olvidarnos de ese horror necesitamos
inventar algo que nos exculpe.
- ¿Qué
podríamos inventar que no esté ya en las listas del racismo?
- Quisiera
traer a colación una nota escrita por Nilo Cayuqueo, testigo
privilegiado de la historia, y publicada en ANRED el 29 de junio de
este año. Dice lo siguiente:
El
ex presidente Carlos Menem, en un reportaje para la revista de United
Airlines en 1995, dijo que “En Argentina todos somos descendientes
de europeos”. Pero ni siquiera él lo es, pues es descendiente de
árabes.
La
ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, -hoy vicepresidenta-,
en 2015 en su discurso por cadena nacional sostuvo que “todos los
que estamos aquí bajamos de los barcos. Somos hijos y nietos de
inmigrantes, porque eso es Argentina, es un país de inmigrantes”.
En
2016, el ex presidente Mauricio Macri, durante la conmemoración de
los 200 años de la independencia argentina expresó que “todos los
argentinos venimos de Europa y somos de esa cultura”. Fue más allá
aún y, como pidiendo perdón al rey, aseveró: “que mal se habrán
sentido los patriotas al tomar la decisión de separarse de España”.
El
actual presidente, Alberto Fernández, en su primera gira por Europa
a fines de enero de 2019 expresó ante los gobiernos de Francia y
Alemania que “Europa es un continente enorme. Nosotros descendemos
de habitantes de este continente y fundamentalmente son los grandes
inversores que tiene la Argentina”.
No
es suficiente indignarnos con los policías norteamericanos que
asesinaron a Floyd porque hay una lista de comuneros indígenas
baleados, golpeados y abusados mientras nosotros -los tan buenos-
estamos solidariamente encerrados en nuestros traseros.
-
Hace un tiempo, en una entrevista, problematizabas sobre cuestiones
irresueltas de lo que irónicamente conceptualizabas como “glorioso
1810”, sobre todo la cuestión de la propiedad privada y la
distribución inequitativa de la tierra. El tema, sin dudas, subyace
al caso Chocobar y tantos otros…
-
Por eso digo todo esto con cierta vehemencia, por nosotros, los
propietarios y beneficiarios directos de la Constitución. Porque se
está derrumbando la mediocridad de la Patria que inventamos y que
tiene en la pobreza a la mitad del país. Y absolutamente todas las
comunidades indígenas están en esa mitad. Qué casualidad!
Sinceramente,
en la oscuridad de la noche, cuando nos dan ganas de ir a caminar
pero nos da miedo, sabemos que hemos hecho las cosas mal. Dirás: que
declaración más inútil. Puede ser, pero desear en la oscuridad ha
sido una buena guía para grandes cambios.
¿Quién
fue el que pensó que la alegría sólo mía mía es mejor? Nos
mintieron. Tomamos por el rumbo de la propiedad, qué pena. Podemos
arrepentirnos.
No
pierdo las ilusiones. Digo esto, no por buena, sino porque imagino
una felicidad mayor. La felicidad que no hay que vigilar porque el
vecino la tiene, y el vecino del vecino también, y así. No es
necesario ser buenos para darnos cuenta, con ser curiosos podría
bastar.
-
La sólo idea de pensar una “reforma agraria” pone en guardia al
establishment económico, político y mediático. ¿Crees que estamos
ante un mejor escenario para abordar esta discusión?
-
La grieta es una sola, es la zanja de Alsina que tenemos cavada
profundamente en nuestra Nación: Que no pasen los indios. Que
caigan. Que mueran.
Es
irremediable, pasó siempre en la historia de la humanidad, es lo que
decimos cuando ya no tenemos argumentos creíbles para negar que no
fueron exterminados. Están ahí.
Y
los pobres que viven en las afueras de nuestra Capital, y de las
grandes ciudades, también son indios. Cualquiera que haya leído un
poco, lo sabe. Malas noticias, también ellos merecen la tierra.
Han
sucedido cosas que no imaginábamos. Cuando lo no imaginado sucede,
la humanidad de brincos por el aire. Ya pasó.
-
Más allá de algunas declaraciones públicas, tu obra refleja un
particular interés y conocimiento sobre el modo de vida y las
problemáticas indígenas. ¿Por qué elegiste abordar el caso
puntual de Chocobar y la comunidad Chuschagasta?
-
Por mi y por todos mis vecinos. Y por la Patria, para que deje de
existir. Ojalá pueda lograr lo que deseo con esta película. Porque
las patrañas con las que queremos ser los dueños de todo, son
mendaces y trágicas.
-
Hay una hegemonía cultural que se siente cómoda con imágenes de
comunidades hambreadas y sumisas (“indio bueno” o “indio
deseado”), incluso violentas (“indio malo”) o, peor aún, como
si fueran tan lejanas como para convertirse en un problema de la
sociedad argentina. En cualquier caso, la operación apunta a
invizibilizar identidades, o bien quitarles toda cualidad histórica
y política. ¿Es posible disputar esa construcción desde el cine? ¿Cómo?
-
Inmovilizar identidades, que sirvan para el glorioso turismo
ecológico. El cine sirve y por minúscula que sea la linterna,
ayuda. Lo que todavía no hemos visto es lo indio haciendo cine. Va a
suceder, de cualquier manera. Y qué vergüenza nos va a dar. ¿Quién
es ese nosotros cuando hablo? Es un pronombre muy claro: nosotros
somos esos que pensamos que es normal tener casa, trabajo, salud,
auto, y tiempo libre.
-
¿Nos podes adelantar algo de tu documental «Chocobar»?
-
Juntamos muchos datos, y ahora están todos juntos. Y la injusticia
que se ha cometido con esta comunidad de Chuschagasta es atroz y está
documentada perfectamente. Pensábamos que iba a ser difícil. Pero
fue extremadamente fácil. Sólo necesitábamos tiempo para juntar
todo. Y tuvimos 10 años.
Fuente:
Diego Leonoff, “Grieta hay una sola, y es la zanja de Alsina”, 16 julio 2020, Canal Abierto. Consultado 17 julio 2020.
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