DW
analizó el impacto que puede tener en Argentina el acuerdo anunciado
por Bayer con sus litigantes en Estados Unidos por el glifosato.
por
María Santacecilia
Indemnización
multimillonaria, pero sin aceptar responsabilidad alguna: así puede
resumirse el acuerdo anunciado ayer por Bayer con más de cien mil
demandantes afectados por cáncer en Estados Unidos, que atribuyen su
enfermedad al uso del herbicida Roundup. El gigante alemán seguirá
vendiendo el polémico producto heredado de Monsanto y, para ello, se
remite a los informes de las distintas agencias regulatorias, que, de
momento, no han avalado su peligrosidad.
Hasta
ahora, solo el Centro Internacional contra el Cáncer, instancia de
la OMS, ha clasificado al Roundup como cancerígeno probable. Pero la
ciencia también tendrá un lugar en el marco del acuerdo entre Bayer
y sus litigantes, ya que se creará un comité científico
independiente que decidirá si Roundup provoca cáncer de tiroides,
la enfermedad habitualmente más vinculada con este herbicida.
La
voz de la ciencia
En realidad, la ciencia lleva hablando décadas sobre el asunto. "Entre
1980 y 2019 se publicaron en todo el mundo más de 1.200 trabajos que
demuestran, de distintas formas y con distintos organismos, la
toxicidad del glifosato", dice a DW Rafael Lajmanovich, profesor
de ecotoxicología en la facultad de Bioquímica de la Universidad
Nacional del Litoral, e investigador del Conicet. Para Lajmanovich,
director académico de varios de los artículos publicados en
Argentina sobre el tema, el multimillonario acuerdo anunciado ayer
por Bayer supone un "tácito reconocimiento a lo que la ciencia
independiente de gran parte del mundo lleva diciendo desde hace
muchos años: el potencial carcinogénico que tienen los formulados
comerciales del glifosato".
Según
Damián Verzeñassi, director del del Instituto de Salud Socio
Ambiental en la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario, y miembro
fundador de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y
la Naturaleza, el hecho de que Bayer no admita responsabilidad es tan
solo parte de su "estrategia judicial", pero, en realidad,
la empresa "está reconociendo que sus productos son dañinos"
y eso va a tener un impacto sobre el sistema productivo.
"Lamentablemente, no en Argentina a corto plazo, pero el acuerdo
puede dar mucha fuerza a las organizaciones sociales, a los
movimientos de vecinos y a los abogados inmersos en demandas por el
uso de este pesticida".
Un
modelo productivo no cuestionado
También
el investigador Rafael Lajmanovich considera que el acuerdo anunciado
ayer por Bayer podrá ser usado como argumento en la decena de causas
judiciales abiertas en Argentina por el impacto de los agroquímicos
en las poblaciones, en especial el glifosato. Sin embargo, no cree
que vaya a cuestionarse el actual modelo de producción, en el que el
glifosato juega un papel principal.
"Últimamente
se está tratando de avanzar en la regulación de la distancia de las
poblaciones humanas en la utilización de agroquímicos. Es algo que
se ha logrado gracias a las movilizaciones de vecinos y
organizaciones ambientales y científicas, ya que estamos convencidos
de que el actual modelo productivo intoxica el medioambiente y a las
personas. Pero debería debatirse sobre el modelo productivo, y eso
no se está haciendo", advierte el científico.
Un
negocio redondo
Corría
el año 1996 y Estados Unidos acababa de liberar la soja RR,
resistente al glifosato. Sin llevar a cabo estudios sobre impacto
ambiental, Argentina aprobó, a su vez, la liberación de este
organismo modificado genéticamente, que facilita el cultivo de soja
en cantidades masivas. "Argentina tuvo la desgracia de ser el segundo país del mundo en el que se liberó la soja RR",
comenta Rafael Lajmanovich.
"Pero,
en realidad, el negocio no estaba en las semillas. El gran negocio,
que sigue hasta la actualidad, era el herbicida", prosigue
Lajmanovich. "Probablemente fue una estrategia de las
multinacionales: liberarlo acá en Argentina, sabiendo que este país
tiene leyes laxas en muchos sentidos. Rápidamente, de contrabando,
esta soja RR invadió países cercanos: se fue a Brasil, a Paraguay,
a muchos países de la región", señala.
Entre
1980 y 2005, la superficie de cultivo de soja en Argentina pasó de 2
a 17 millones de hectáreas, un manto gigantesco sobre el que aplicar
los productos de las multinacionales, fundamentalmente el glifosato.
Y, durante décadas, las políticas de los distintos Gobiernos no han
hecho sino reafirmar la expansión del agronegocio: "Argentina
se vio, de alguna manera, condenada a proseguir con el cultivo de
estos granos. Es un círculo del cual cuesta mucho salir",
sentencia Lajmanovic.
(cp)
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Fuentes:
María Santacecilia, Bayer, Monsanto y el círculo vicioso del glifosato en Argentina, 25 junio 2020, Deutsche Welle.
La obra de arte que ilustra esta entrada es un mural de Germán Villamor, realizado en la ciudad de Trenque Lauquen en el SUM Chiquito Tello. Se recuerda al científico Andrés Carrasco, a Fabián Tomasi y a las escuelas, maestras y niños fumigados de Argentina.
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