La
crisis desatada por el Coronavirus, deja al descubierto la necesidad
de una transformación radical en el modo de producir alimentos y de
relacionarnos con la naturaleza. Hacia un sistema productivo
agroecológico.
por
Santiago Clement
Desde
que se desató la crisis global de la pandemia, el debate acerca de
la relación del hombre con la naturaleza, y del efecto catastrófico
que nuestra civilización globalizada ha venido ejerciendo sobre el
medio ambiente, se ha expandido y profundizado. Se han publicado en
los últimos tiempos numerosos trabajos y artículos que exponen la
manera en que el avance del hombre por sobre la naturaleza y la
producción animal en confinamiento a gran escala, provocan o
favorecen la aparición de epidemias y pandemias (consultar Rob
Wallace, David Harvey, Mike Davis, Silvia Ribeiro, John Vidal entre
otros), e incluso se propone que estas podrían ser las causas de la
atroz pandemia que estamos sufriendo.
Hay
un acuerdo muy mayoritario entre la población mundial y en el ámbito
científico (en este casi unánime) acerca de la necesidad de
encaminarnos como humanidad a una relación más saludable con la
naturaleza, y en la necesidad de realizar cambios en la manera de
producir nuestros alimentos para evitar futuras y próximas
catástrofes civilizatorias. Prácticamente desde todos los sectores,
sean de izquierda, liberales o ideologías alternativas, se habla de
sustentabilidad y de producción sustentable. La humanidad, para
evitar una catástrofe civilizatoria, debe encaminarse urgentemente
hacia la construcción de una relación armoniosa con la naturaleza.
En este debate, uno de los modelos que han estado en el centro de la
reflexión ha sido la agroecología. Se trata, de forma resumida, de
un sistema de producción de alimentos que busca integrar de manera
armónica el proceso productivo con el entorno ecológico, valorando
todos los elementos naturales y biológicos intervinientes en el
mismo. Un sistema de producción que, en lugar de ser invasivo del
ambiente natural, se integra a él.
El
modelo agroecológico viene siendo promovido desde hace décadas, con
muy importantes experiencias en diversos países (puede consultarse
el programa Zonas Agroecológicas Mundiales “ZAE” de la FAO). En
nuestro país, de hecho, se anunció, poco tiempo antes del estallido
de la pandemia, la creación de una “Dirección Nacional de
Agroecología”. Sin embargo, la realidad es que el sistema
productivo mundial y el sistema productivo de nuestro país se
encuentran enormemente alejados del modelo agroecológico. Por lo
contrario, si se analizan las últimas cuatro o cinco décadas, se
revela que el modelo productivo que se viene impulsando ha venido
siendo, en lugar de más amigable, cada vez más destructivo con el
ambiente, derivando en la pérdida de grandes nichos ecológicos por
causa del desmonte, de incendios, contribuyendo al calentamiento
global por el uso de combustibles fósiles y la cría de ganado
rumiante y provocando diversas catástrofes, entre ellas, quizás, la
que estamos sufriendo con la actual pandemia.
El
“Green New Deal” y la lógica del capital
Cabe
entonces hacerse esta pregunta; ¿es posible la expansión de la
agroecología cuando la producción de alimentos está sujeta a las
reglas del mercado capitalista y los alimentos son considerados antes
una mercancía que un bien social?, ¿Puede expandirse la
agroecología si los alimentos continúan siendo una mercancía
regida por la lógica del sistema capitalista?
Hay
sectores de la población, líderes y gobernantes que proponen la
realización de un “pacto social” para que el capitalismo se
vuelva “verde” o “sustentable”; esto se expresa en el llamado
“Green New Deal”. Los defensores de esta estrategia, manifiestan
la necesidad de promover o implementar una serie de regulaciones
ambientales y se apoyan, entre otras cosas, en la idea de que el
modelo de producción agroecológico puede ser más rentable que el
modelo convencional con el que se produce actualmente. Es decir, que
se lograría a la vez, en teoría, un beneficio ambiental y un
beneficio económico. Es cierto que el modelo convencional, al ser
destructivo de la naturaleza, sería, efectivamente, menos rentable a
largo plazo que cualquier otro modelo que sea más amigable con el
ambiente, puesto que si se destruye el ambiente necesario para
producir luego ya no se puede producir y por lo tanto no se genera
ninguna rentabilidad. Sin embargo, la realidad es que los
requerimientos de la producción agroecológica se encuentran
contrapuestos a los requerimientos del capital; se trata de dos
modelos que se hayan en oposición, en constante tensión. La única
manera de que la agroecología se adopte de manera global como modelo
de producción (es decir, la única manera de establecer un sistema
productivo verdaderamente sustentable, en armonía con la
naturaleza), es haciendo que la producción de alimentos deje de
estar determinada por la lógica del mercado capitalista; es decir,
aboliendo la esencia mercantil de los alimentos e instituyéndolos
como un bien social, e instituyendo a la producción de alimentos
como un servicio para la sociedad (en armonía con la naturaleza), en
lugar de continuar desarrollándola como una actividad lucrativa. No
se trata de hallar las condiciones para que la producción
agroecológica sea rentable, sino de producir en base a las
necesidades de la humanidad y del planeta. La salud de la humanidad y
de la naturaleza, no pueden seguir supeditadas a la rentabilidad y a
las necesidades del capital.
El
panorama local
En
nuestro país, la producción de sólo 4 cultivos (soja, maíz,
trigo, girasol), ocupa, según las estadísticas del Ministerio de
Agricultura Ganadería y Pesca de la Nación para la campaña
2018/2019, unos 29,2 millones de has., lo que representa
aproximadamente el 72 % de la superficie cultivable total del país
(que es de cerca de 40 millones de has.). Se sembraron en dicha
campaña 12 millones de has. de soja (“de primera”), 9 millones
de has. de maíz, 6,3 millones de has. de trigo, y 1,9 millones de
has de girasol, más 5 millones de has de soja “de segunda” (es
decir, sembrada en una misma superficie luego de la cosecha de otro
cultivo, principalmente trigo). El 70 % de la producción de soja y
maíz (79 millones de tn -entre granos y sus derivados como pellet o
aceite- en la campaña 2018/2019), fue exportada para ser utilizada
en su mayoría como alimento en la producción de carne, generalmente
en confinamiento a gran escala (producción porcina, aviar, bobina).
Es decir que gran parte la superficie cultivable de nuestro país
(llegaría al 60 % sumando soja y maíz), está destinada a la
producción de un insumo (alimento animal) del sistema productivo que
es causante de la aparición periódica de epidemias globales y,
quizás, que es responsable de la actual pandemia. Algunos defensores
de aquella idea del “capitalismo verde” o de un Green New Deal
local, proponen reconvertir la producción de soja y maíz al modelo
agroecológico, algo que, en definitiva, terminaría siendo por
completo contradictorio si esa soja y ese maíz son luego destinados
a la producción masiva de carne en confinamiento. Respecto al trigo
y al girasol (8,2 millones de has, o el 20 % de la superficie
cultivada total) son destinados en gran parte a la alimentación
humana (harinas, aceites). Sin embargo, su actual modelo productivo
se sostiene en la adopción de un paquete tecnológico que se
encuentra muy alejado del modelo agroecológico (alta dependencia del
uso de agroquímicos y de maquinaria de combustión a gasoil y
uniformidad genética y varietal).
Es
así que la enorme superficie cultivable de nuestro país, es
cultivada bajo un modelo que se encuentra sumamente alejado de los
requerimientos de la agroecología (es decir, de los requerimientos
del cuidado ambiental). Uno de los pilares de la agroecología es la
diversidad genética de los cultivos, pero la realidad nos muestra
que más del 70 % de la superficie cultivable del país es utilizada
de manera sistemática (con algún período eventual de rotación),
para sólo 4 cultivos. Y para colmo, la mayor parte de lo cosechado
se destina, en última instancia, a la producción de carne en
confinamiento a gran escala, una actividad destructiva y peligrosa
para la salud global.
Si
tomamos entonces por caso nuestro país (uno de los principales
productores de alimentos del mundo), nos daremos cuenta de que, para
lograr reconvertir nuestra matriz agrícola al modelo agroecológico,
debiéramos llevar adelante una verdadera revolución productiva, y
también económica, ya que gran parte de la economía de nuestro
país se sostiene, efectivamente, en la producción de estos 4
cultivos. ¿Sería acaso posible concretar esta transformación
radical sin romper con el sistema de producción capitalista, por más
modificaciones y regulaciones que se implementen y por más “Green
New Deal” que se ensaye?
Nos
encontramos por lo tanto encerrados en una trampa de la que no es
posible salir dentro del sistema capitalista. Los intentos de
expandir la agroecología sin atacar la raíz del problema (el hecho
de que la producción de alimentos sea una actividad que persiga el
lucro en lugar de perseguir el bien social, la salud y el cuidado de
la naturaleza), chocarán frontalmente con esta realidad: los
requerimientos del capital son contrarios a los de la ecología. La
creación de direcciones nacionales de agroecología o la
instauración de un “Green new deal” que promuevan maneras más
amigables de producción pero que busquen a su vez conciliar los
intereses del capital, serán acciones por completo ineficaces para
lograr el objetivo colosal que se requiere, la instauración de un
sistema nacional (y mundial) de producción de alimentos integrado a
la naturaleza y que proteja la salud global. Esto, a su vez,
requeriría un cambio profundo no sólo en el modo de producción
sino en el régimen de tenencia y utilización de la tierra, su
socialización y democratización de su uso y protección.
La
actual crisis que estamos viviendo, nos demuestra que la única
alternativa para evitar una catástrofe civilizatoria en el mediano
(o en el corto) plazo, es comenzar a construir de manera urgente un
sistema global de producción de alimentos integrado a la naturaleza
y dirigido al bien social. Lo que implica necesariamente un profundo
plan de transición que debe desarrollarse democráticamente y desde
abajo, con el protagonismo de los colectivos y asociaciones
campesinas, la población rural y la sociedad organizada, que han
históricamente luchado en defensa de los derechos de las comunidades
y el cuidado de la tierra. Este desafío, además, debemos ponerlo en
práctica en un sistema-mundo deteriorado, frágil y que se encuentra
sufriendo un proceso de calentamiento global de consecuencias
impredecibles. No se trata de la adopción de pequeños cambios
progresivos que nos lleven de a poco a lograr un sistema “más
amigable” con el ambiente; hace por lo menos un siglo que no
venimos precisamente siendo “amigables” con el ambiente. El
desafío es inmenso, e implica cambios inmensos y radicales. Se trata
de una verdadera revolución ecológica que requiere, entre otras
cosas, una condición fundamental, la superación del capitalismo y
la construcción de un modelo global alternativo, democrático,
centrado en el cuidado del planeta y en el desarrollo de una
civilización igualitaria que conviva de manera armónica con la
naturaleza.
Santiago Clement es ingeniero agrónomo (UBA), Msc en viticultura y enología (UNCuyo)
Notas
de interés / Biografía:
John Vidal; “Destruction of hábitat and loss of biodiversity are creating the perfect conditions for diseases like Covid-19 to emerge” (2020), disponible en: https://ensia.com/features/covid-19-coronavirus-biodiversity-planetary-health-zoonoses/
Pablo Rivas; “El peligroso vínculo entre destrucción de ecosistemas y enfermedades infecciosas” (2020); disponible en https://www.elsaltodiario.com/biodiversidad/peligroso-vinculo-destruccion-ecosistemas-enfermedades-infecciosas
Entrevista a Rob Wallace; “La responsabilidad de la agroindustria en el Covid-19 y otras enfermedades virales” (por Yaak Pabst (2020), disponible en http://www.biodiversidadla.org/Documentos/La-responsabilidad-de-la-agroindustria-en-el-Covid-19-y-otras-enfermedades-virales
Roberto Andrés; “Menos distopía, más utopía: el Covid-19, el agronegocio y la crisis ecológica global”, visiones de Mike Davis y Robe Wallace, disponible en: https://www.laizquierdadiario.com/Menos-distopia-mas-utopia-el-Covid-19-el-agronegocio-y-la-crisis-ecologica-global
Silvia Ribeiro; “No le echen la culpa al murciélago” (2020); disponible en: https://amp.pagina12.com.ar/256569-no-le-echen-la-culpa-al-murcielago?__twitter_impression=true
Tomas Quindt; “Por qué grandes granjas producen grandes gripes”, apuntes sobre “Big Farms Make Big Flu: Dispatches on infectious disease, agribusiness, and the nature of science” de Rob Wallace (2020). Disponible en http://www.laizquierdadiario.com/Por-que-las-grandes-granjas-producen-grandes-gripes
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Fuente:
Santiago Clement, La agroecología solo podrá expandirse superando el capitalismo, 9 mayo 2020, La Izquierda Diario.
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