Inmensas estructuras de metal y hormigón protegen el reactor nuclear y el material contaminado, pero las partículas radiactivas absorbidas por el suelo y la vegetación pueden ser transportadas por las nubes de humo.
por
Amado Herrero
La
zona de exclusión alrededor de Chernóbil es un paisaje de aldeas
abandonadas, campos vacíos y densos bosques de pinos y abedules,
aislados para siempre como barrera para mitigar los efectos del
desastre nuclear. El acceso está limitado a los trabajadores del
complejo -equipados con dosímetros para monitorizar su exposición-
y a los turistas que realizan excursiones guiadas, numerosas en los
últimos años gracias al éxito de la miniserie de la HBO. Los
científicos estiman que actualmente la radiación en la zona es una
cuarta parte de los niveles considerados de riesgo.
Desde
principios de mes, la zona de exclusión es además el escenario de
grandes incendios forestales. Los bomberos se han esforzado para que
las llamas no alcancen la infraestructura crítica del complejo: la
propia planta nuclear y las llamadas tumbas, que sepultan los
camiones abandonados y los vehículos semioruga utilizados en los
primeros trabajos de desescombro tras el accidente. Y aunque las
autoridades ucranianas anunciaron este martes que el incendio estaba controlado y que dos personas habían sido detenidas, este episodio
ha vuelto a levantar las alarmas sobre la vulnerabilidad de esta
zona.
Las
autoridades ucranianas han tratado de tranquilizar a la población
recordando que, tanto la estructura que cubre el reactor Nº4 como
las tumbas que cubren el material, fueron construidas para soportar
desastres naturales. Ese reactor Nº 4 y el sarcófago original que
lo cubre -construido en 1986- están hoy rodeados por otro sistema de
contención masivo, conocido como el arca: una inmensa estructura
metálica concebida para albergar el reactor durante los próximos
cien años.
Sin
embargo, los científicos creen que el riesgo puede ser otro. Desde
1986, parte de la radiación se ha asentado en el bosque, donde las
partículas radiactivas prosiguen su largo periodo de
semidesintegración. "Seguramente habrá radionúclidos de vida
larga asimilados por la vegetación: Cesio-137 y Estroncio-90",
explica Catalina Gascó Leonarte, miembro del Grupo de Radiactividad
Ambiental y Vigilancia Radiológica del Centro de Investigaciones
Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat). Esas
pequeñas partículas radiactivas lanzadas hace casi 35 años por el
reactor de Chernóbil pueden ser elevadas por las llamas y adherirse
después a las nubes de humo. "No sólo las plantas y árboles
son una posible fuente Cs-137, también puede volatilizarse desde el
suelo por las altas temperaturas".
Ese
humo cargado de radiación puede moverse rápidamente dependiendo de
la dirección del viento. "Se sabe que los incendios transportan
partículas radiactivas a largas distancias", apunta Anders Pape
Møller, investigador del Laboratorio de Ecología de la Universidad
Paris-Sud (CNRS). Un fenómeno que ha provocado picos de
radiactividad en zonas cercanas al incendio, y que llevó a las
autoridades a evacuar a ciudadanos durante los últimos días.
Consecuencias
a largo plazo
El
pasado fin de semana se registró un aumento en las lecturas de
radiación en Kiev, a 150 km de distancia de la central y los
incendios, aunque las autoridades han aclarado que los niveles siguen
lejos de ser alarmantes. No obstante, monitorizar la influencia de
esas nubes de humo es complejo. Algunas pueden, por ejemplo,
aterrizar en los jardines o campos y luego ser consumidas en los
alimentos. "Mi grupo de investigación ha demostrado que los
casos adicionales de cáncer pueden aumentar por un factor de 500
bajo las direcciones de viento adversas", señala Møller.
El
investigador no cree que en este caso la situación pueda
deteriorarse hasta el punto de hacer necesarias evacuaciones de
grandes ciudades como Minsk y Kiev. Aunque sí señala la falta de
vigilancia sobre las consecuencias a largo plazo que podrían
provocar incendios masivos como éste, combinados con vientos
desfavorables. "Nuestro investigador de postdoctorado Nikos
Evangeliou ha estimado que, en el peor de los escenarios, podría
provocar un aumento de la mortalidad de varios cientos de muertes",
advierte. "Es una patata caliente que las autoridades no quieren
ni tocar".
Seguimiento
Por
eso monitorizar las condiciones meteorológicas y el desplazamiento
de la nube de humo es importante. La red Ring of Five, conjunto de
expertos de organismos nacionales europeos, ya están compartiendo
datos para monitorizar la situación y anticipar las posibles
trayectorias. "Y hace unos días el Organismo Internacional de
Energía Atómica nos ha pedido a los laboratorios que pertenecemos a
la red ALMERA información sobre nuestra actual situación"
explica Gascó.
"Aunque
en este caso no creo que otros países cercanos reciban dosis por
irradiación o por ingestión que superen los límites admitidos,
otra cosa es el interés que puede despertar para saber cómo se
comporta. De momento es una buena oportunidad de verificar los
modelos de previsión: medir la cantidad que hay en aire y en otros
componentes de las cadenas alimentarias, para calcular dosis que
recibe la población y mejorar los modelos de previsión en caso de
accidentes", apunta.
Greenpeace
Rusia fue una de las primeras organizaciones en dar la voz de alarma
sobre estos incendios que, avivados por el viento, han podido
dispersar radionucleidos. Aunque los incendios forestales son
frecuentes en la zona, este año el invierno ha sido especialmente
cálido y seco, así que las llamas que se han abierto paso a través
de la hierba seca y los pinares esta primavera son más importantes
que los habituales fuegos que afectan sobre todo al sotobosque.
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Fuentes:
Amado Herrero @AmadoHerrero, Los incendios forestales evidencian la vulnerabilidad de Chernóbil, 15 abril 2020, El Mundo.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Chernobyl Still Life" de Valeriy Zhivulin.
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