Carlos
Bellisio, científico del Instituto Antártico Argentino y técnico
del Conicet, participó de 38 campañas antárticas en Base Carlini,
y este año será la última. Su historia.
Carlos
Bellisio pasó los últimos 38 veranos de su vida en la Antártida,
dedicado a sus tareas como científico e investigador. Este mes
termina su última campaña antártica en la base científica
Carlini, donde por casi cuarenta años consecutivos, desde septiembre
a marzo, estuvo abocado a la investigación de peces antárticos.
“Este lugar es mi casa, cuando llegue el próximo verano sé que lo
voy a extrañar”, dice a Perfil. En su voz hay alegría y tristeza
a la vez.
Carlos
viajó por primera vez al continente blanco en el año 1976, con
apenas 19 años e impulsado por su padre, biólogo marino con años
de trayectoria como especialista en peces del Mar Argentino y de la
Antártida.El inicio de todo había sido año antes, a los 18, cuando
quiso ganar plata por sus propios medios, y un amigo le ofreció un
puesto en la fábrica de un tío.
Su
papá, que trabajaba en el Museo Argentino de Ciencias Naturales y
había pasado ya 15 campañas en la Antártida, se negó y le hizo
una contrapropuesta. “Mi papá, que era muy recto, me dijo ‘el
hijo de un doctor no puede trabajar en una fábrica de colchones’”,
recuerda en tono de humor. “Me llevó al Instituto Antártico
Argentino y me presentó al jefe en esa época. Él me puso tres
meses a prueba, y acá estoy”.
Cuando
empezó a trabajar en el rubro, dice, oficiaba de “comodín”: le
asignaban trabajos con peces, con plancton, en fosas marinas, con el
microscopio en el laboratorio. Después de varios años, en los que
también estuvo en la base Brown, empezó a dedicarse con
exclusividad en las campañas a la investigación de peces
antárticos. El resto del año, entre marzo y septiembre, divide su
tiempo como técnico en el Conicet, trabaja -al igual que hizo su
padre- en el Museo de Ciencias Naturales en Parque Centenario, y
además en el Instituto Antártico Argentino.
Las
campañas antárticas en las que participó empiezan cada año entre
septiembre y octubre, y se extienden hasta el mes de marzo. Se dan en
esa temporada porque para el estudio en el agua y los peces, los
meses de verano son los más propicios. “Una vez vine en agosto,
salimos con el bote al agua y la hélice patinaba porque el agua
estaba como una crema”, recuerda.
Esta
última temporada, en la Antártida se registraron en febrero
temperaturas récord de más de 19 grados, en sintonía con la ola de
calor que se dio en el país. Con el paso de los años y con veranos
de temperaturas habituales bajo cero y que no superan los 3 grados,
Bellisio asegura que el cambio climático se hizo notar en algunos
aspectos de las bases científicas argentinas. “Cuando empecé a
venir era todo blanco, blanco, blanco. Hoy en día solo hay manchones
blancos, ha variado mucho. Se ven las piedras, la tierra. Inclusive
estamos estudiando el impacto del calentamiento global en la
reproducción de los peces antárticos”, describe.
En
Carlini, donde trabaja desde 1982, se desempeñan cerca de 90
personas: alrededor de 25 son parte de la Dirección Antártica de
Ejército y se encargan de la parte logística, y al resto del
personal lo integran los científicos. Ubicada en Caleta Potter, Isla
25 de Mayo, la base entra en actividad pasadas las 7 de la mañana a
la hora del desayuno, y el horario laboral inicia después de las 9.
“Con mis dos compañeros salimos en el bote por alrededor de tres
horas. Tenemos tres redes a dos kilómetros de distancia, una a 30
metros de profundidad y otra a 50 metros. Sacamos los peces que nos
interesan para estudio, y los llevamos al acuario”, explica Carlos.
Después
hay un tiempo estipulado para almorzar, y a la tarde, la jornada
laboral que resta es destinadas al laboratorio y a la investigación.
“Cenamos a las ocho de la tarde. Algunos se juntan después de
comer a tocar la guitarra, o a charlar, otros ven películas o
series”, cuenta. Cada sábado a la noche, el ritual es siempre el
mismo, y se replica en sincronía en las trece bases antárticas
argentinas: “Se come pizza y una cerveza, o quizás dos”.
Bellisio cuenta que desde hace algunos años el alcohol está -casi-
prohibido, y se permite solo los sábados a la noche, y los domingos
al mediodía.
La
última campaña de Carlos Bellisio empezó esta vez el 20 de
diciembre de 2019, y terminó el 2 de marzo de 2020. A partir de
esto, dice, va a dedicar más tiempo para dos de sus hobbies: el cine
y las series, y la música, su otra debilidad. “Soy fanático del
blues, filmo shows y los comparto en redes sociales. Ahora que es mi
última campaña y me jubilo, me voy a dedicar con mucho gusto a
producir shows de blues”, asegura.
Sabe,
sin embargo, que cuando se acerque la fecha en la que habitualmente
viajaba a la Antártida, va a querer estar ahí: “Yo vengo desde el
76, mi papá vino 15 años. Este lugar es mi casa”, dice. Y suma:
“Yo sé que me voy ahora y va a estar todo bien en el año, pero
cuando llegue el verano y no vuelva a la Antártida “voy a extrañar
este lugar”. Pero la vida sigue. Tengo proyectos y voy a seguir en
movimiento, eso es lo importante”.
Fuente:
Anabella Gonzalez, Trabajó casi 40 años en la Antártida y vio cómo la afectó el cambio climático, 6 marzo 2020, Perfil. Consultado 10 marzo 2020.
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