martes, 10 de marzo de 2020

Trabajó casi 40 años en la Antártida y vio cómo la afectó el cambio climático

Carlos Bellisio, científico del Instituto Antártico Argentino y técnico del Conicet, participó de 38 campañas antárticas en Base Carlini, y este año será la última. Su historia.

Carlos Bellisio pasó los últimos 38 veranos de su vida en la Antártida, dedicado a sus tareas como científico e investigador. Este mes termina su última campaña antártica en la base científica Carlini, donde por casi cuarenta años consecutivos, desde septiembre a marzo, estuvo abocado a la investigación de peces antárticos. “Este lugar es mi casa, cuando llegue el próximo verano sé que lo voy a extrañar”, dice a Perfil. En su voz hay alegría y tristeza a la vez.

Carlos viajó por primera vez al continente blanco en el año 1976, con apenas 19 años e impulsado por su padre, biólogo marino con años de trayectoria como especialista en peces del Mar Argentino y de la Antártida.El inicio de todo había sido año antes, a los 18, cuando quiso ganar plata por sus propios medios, y un amigo le ofreció un puesto en la fábrica de un tío.

Su papá, que trabajaba en el Museo Argentino de Ciencias Naturales y había pasado ya 15 campañas en la Antártida, se negó y le hizo una contrapropuesta. “Mi papá, que era muy recto, me dijo ‘el hijo de un doctor no puede trabajar en una fábrica de colchones’”, recuerda en tono de humor. “Me llevó al Instituto Antártico Argentino y me presentó al jefe en esa época. Él me puso tres meses a prueba, y acá estoy”.

Cuando empezó a trabajar en el rubro, dice, oficiaba de “comodín”: le asignaban trabajos con peces, con plancton, en fosas marinas, con el microscopio en el laboratorio. Después de varios años, en los que también estuvo en la base Brown, empezó a dedicarse con exclusividad en las campañas a la investigación de peces antárticos. El resto del año, entre marzo y septiembre, divide su tiempo como técnico en el Conicet, trabaja -al igual que hizo su padre- en el Museo de Ciencias Naturales en Parque Centenario, y además en el Instituto Antártico Argentino.

Las campañas antárticas en las que participó empiezan cada año entre septiembre y octubre, y se extienden hasta el mes de marzo. Se dan en esa temporada porque para el estudio en el agua y los peces, los meses de verano son los más propicios. “Una vez vine en agosto, salimos con el bote al agua y la hélice patinaba porque el agua estaba como una crema”, recuerda.

Esta última temporada, en la Antártida se registraron en febrero temperaturas récord de más de 19 grados, en sintonía con la ola de calor que se dio en el país. Con el paso de los años y con veranos de temperaturas habituales bajo cero y que no superan los 3 grados, Bellisio asegura que el cambio climático se hizo notar en algunos aspectos de las bases científicas argentinas. “Cuando empecé a venir era todo blanco, blanco, blanco. Hoy en día solo hay manchones blancos, ha variado mucho. Se ven las piedras, la tierra. Inclusive estamos estudiando el impacto del calentamiento global en la reproducción de los peces antárticos”, describe.

En Carlini, donde trabaja desde 1982, se desempeñan cerca de 90 personas: alrededor de 25 son parte de la Dirección Antártica de Ejército y se encargan de la parte logística, y al resto del personal lo integran los científicos. Ubicada en Caleta Potter, Isla 25 de Mayo, la base entra en actividad pasadas las 7 de la mañana a la hora del desayuno, y el horario laboral inicia después de las 9. “Con mis dos compañeros salimos en el bote por alrededor de tres horas. Tenemos tres redes a dos kilómetros de distancia, una a 30 metros de profundidad y otra a 50 metros. Sacamos los peces que nos interesan para estudio, y los llevamos al acuario”, explica Carlos.

Después hay un tiempo estipulado para almorzar, y a la tarde, la jornada laboral que resta es destinadas al laboratorio y a la investigación. “Cenamos a las ocho de la tarde. Algunos se juntan después de comer a tocar la guitarra, o a charlar, otros ven películas o series”, cuenta. Cada sábado a la noche, el ritual es siempre el mismo, y se replica en sincronía en las trece bases antárticas argentinas: “Se come pizza y una cerveza, o quizás dos”. Bellisio cuenta que desde hace algunos años el alcohol está -casi- prohibido, y se permite solo los sábados a la noche, y los domingos al mediodía.

La última campaña de Carlos Bellisio empezó esta vez el 20 de diciembre de 2019, y terminó el 2 de marzo de 2020. A partir de esto, dice, va a dedicar más tiempo para dos de sus hobbies: el cine y las series, y la música, su otra debilidad. “Soy fanático del blues, filmo shows y los comparto en redes sociales. Ahora que es mi última campaña y me jubilo, me voy a dedicar con mucho gusto a producir shows de blues”, asegura.

Sabe, sin embargo, que cuando se acerque la fecha en la que habitualmente viajaba a la Antártida, va a querer estar ahí: “Yo vengo desde el 76, mi papá vino 15 años. Este lugar es mi casa”, dice. Y suma: “Yo sé que me voy ahora y va a estar todo bien en el año, pero cuando llegue el verano y no vuelva a la Antártida “voy a extrañar este lugar”. Pero la vida sigue. Tengo proyectos y voy a seguir en movimiento, eso es lo importante”.

Fuente:
Anabella Gonzalez, Trabajó casi 40 años en la Antártida y vio cómo la afectó el cambio climático, 6 marzo 2020, Perfil. Consultado 10 marzo 2020.

No hay comentarios:

Publicar un comentario