La
hija de la la ambientalista hondureña recuerda en este texto la
causa por la que su madre pagó con su vida hace cuatro años y qué
ha cambiado desde entonces.
por
Laura Zúñiga
Hace
cuatro años mi mami me decía al oído que no tuviera miedo, que en
este país a una le pueden hacer cualquier cosa, pero que no tuviera
miedo. Mi mamá se llama Berta Cáceres, en algunos lugares le dicen
"la guardiana de los ríos" y en el pueblo lenca se la
conoce como una de nuestras grandes ancestras.
Berta
andaba los caminos que unen a las comunidades, animaba las luchas en
defensa de los derechos de los pueblos, llamaba a las mujeres para
que salieran de sus casas, les agarraba la mano y, juntas,
encabezaban las manifestaciones. Ella era una mujer que desafiaba a grandes poderes.
En
el 2009 fue una de las principales lideresas en la lucha contra del
golpe de Estado, esa visibilidad le costó grandes campañas de desprestigio y muchas amenazas. Una de las principales denuncias que
hizo fue que ese golpe significaba la entrada masiva del
extractivismo a los territorios indígenas. Hoy, ese extractivismo es
evidente en los grandes paquetes de concesiones que han entregado a
manos de empresas la mayoría de los ríos que están en nuestro
territorio, entre ellos el sagrado río Gualcarque.
Esta
política del Estado para habilitar el saqueo ha significado la
violación total al derecho que los pueblos indígenas tienen a ser
consultados de manera libre, previa e informada. En los últimos
años, y con más fuerza en enero de este 2020, el Estado ha
intentado imponer una ley de consulta, que le quita a los pueblos la
posibilidad de negarse a estos proyectos y, al contrario, facilita la
instalación del extractivismo y el despojo en los territorios.
También se ha creado una estructura no solo jurídica sino militar
que habilita la criminalización y el ataque contra quienes se oponen
a estas políticas.
El
asesinato de Berta Cáceres es un claro ejemplo de esto, detrás del
cual hay una empresa y miembros del ejército involucrados, en
articulación con funcionarios corruptos, para acabar con su lucha.
Me refiero a la persecución judicial por parte del Estado, a las 33
amenazas que ella recibió, la gran mayoría vinculadas con DESA, la
empresa que pretendió imponer el proyecto hidroeléctrico Agua
Zarca, a las campañas de desprestigio de parte de los medios
nacionales, al acoso por parte de miembros del ejército. Estos
hechos corresponden a una acumulación de violencias que tienen como
punto álgido este femicidio territorial.
Casi
cuatro años han pasado desde que su corazón dejó de latir y una
parte de mí se quedó viviendo una y otra vez ese momento. Caí al
suelo de dolor y el amor de mi madre volvió con la cara de cientos
de personas que se indignaron y lloraron este asesinato. Y así, de a
muchos y muchas, tuvimos que exigir justicia y a pesar de que movimos
al mundo, todavía a cuatro años del asesinato de Berta Cáceres
seguimos hablando de impunidad.
Si
bien hay siete personas condenadas por ello, estos son los
gatilleros, las personas más vulnerables dentro de la estructura que
funcionó para este asesinato. También hay un juicio contra David
Castillo, el gerente de la empresa DESA, un exmilitar, que perteneció
al servicio de inteligencia y que fue entrenado en los Estados
Unidos. Él también tiene un juicio abierto por corrupción, en el
que están varios funcionarios públicos, ya que se encontraron
grandes irregularidades vinculadas a la concesión del proyecto Agua
Zarca en el sagrado río Gualcarque.
Pero,
entonces, ¿por qué hablamos de impunidad? Porque faltan los autores
intelectuales, los que pagaron y se beneficiaron de este asesinato.
Faltan porque tienen poder político y económico y son los que
mantienen la violencia contra el pueblo lenca que, al día de hoy,
continúa enfrentando amenazas, quema de sus cultivos, invasiones a
sus territorios, secuestros y ataques que, como suele suceder en
Honduras, permanecen impunes
Si
ellos no están enjuiciados, no hay justicia. Y si la justicia falta,
este crimen se repetirá muchas veces más. La justicia es el primer
paso para la no repetición y por eso es que luchamos. Luchamos
además porque nuestra Berta lo merece y porque es allí donde la encontramos.
Ya
son cuatro años de pelear con un Estado que protege a los criminales
y persigue a quienes luchamos. Cuatro años de desafiar la impunidad,
de que nos desborde la indignación que provoca ver cómo se
articulan los cómplices para apropiarse de nuestros símbolos, y de
tragarse el dolor para que los malos no nos miren frágiles.
Pero
las ancestras protegen nuestros caminos, arrullan nuestras almas y
mientras las mujeres lencas, las hermanas de Berta habiten este
planeta, la vida está segura y la justicia será disputada y
construida. Fluye el agua por el sagrado Gualcarque, ahora protegido
por la guardiana de los ríos.
Laura
Zúñiga es hija de Berta Cáceres.
Puedes
seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y
suscribirte aquí a nuestra newsletter.
Fuente:
Laura Zúñiga, Berta Cáceres vive en la lucha de los pueblos por la justicia, 18 marzo 2020, El País.
No hay comentarios:
Publicar un comentario