por
Delia Ramírez
Se
cumplen cuatro años del asesinato de la lideresa hondureña Berta
Cáceres, reconocida a nivel internacional por dirigir una campaña
que apuntó a evitar que una empresa de energía, Desarrollos
Energéticos Sociedad Anónima (DESA), construyera una represa
hidroeléctrica en tierras indígenas.
La
medianoche del 2 de marzo de 2016 sicarios le dispararon en su
domicilio y luego escaparon. Berta murió minutos después en los
brazos de un amigo.
El
2 de diciembre del año pasado la Justicia declaró culpables del
asesinato a los responsables materiales: los sicarios, los actores
más débiles de la cadena criminal. En el rango intermedio de
responsabilidades hay ocho personas que no fueron condenadas. Entre
ellas, integrantes del ejército y miembros de la empresa DESA. Todos
gozan de concesiones, privilegios e impunidad, aún cuando existen
pruebas contundentes en su contra.
Tampoco
fueron juzgados ni investigados los máximos responsables, los
autores intelectuales, quienes participaron de la planificación y el
financiamiento del crimen. Entre ellos, se encuentran altos
ejecutivos de la empresa DESA, quienes además son miembros de la
poderosa familia hondureña Atala Zablah, con vínculos con el
gobierno y la industria financiera internacional.
La
estrategia del aparato represivo hondureño es la dilación, el
olvido, además del miedo como la principal herramienta de
disciplinamiento. “En el proceso de la defensa del río hay otras
personas que fueron asesinadas y ni siquiera se investigó porque se
trata de personas que forman parte de la comunidad, son indígenas,
gente que no goza de tanta visibilidad, en Honduras la impunidad es
uno de los principales factores que asegura la continuidad de los
asesinatos”, dice Salvador Zúñiga, hijo de Berta y militante
comprometido por la defensa de los bienes comunes y la memoria de la
lideresa.
Salvador
vive en Argentina hace ya varios años. Aquí le tocó transitar la
muerte de su madre y el posterior duelo. Luego del golpe de estado en
Honduras (2009), distintas organizaciones lo han cuidado y protegido.
Salvador levanta en alto la lucha de su “mami”, como siempre la
recuerda.
El
pasado y presente de Honduras se caracteriza por una escalada de
violencia que promueve una confusión en los tipos de crímenes, por
lo que se desconocen las cifras exactas de las personas asesinadas
como resultado del terrorismo de Estado. “Los datos oficiales
registran menos personas de las que realmente fueron. Hay quienes han
sido asesinados en las mismas marchas, en esos casos hubo un
reconocimiento, pero luego hay muchos otros en los que se dijo que
fue por el crimen organizado, por robo o por crimen pasional”, dice
Salvador. En el caso de Berta en las primeras hipótesis se habló de
intento de robo y de “crimen pasional”, versiones que la
resistencia organizada logró desmontar en base a acciones y
presiones internacionales.
Berta
no murió, se multiplicó
La
resistencia nucleada alrededor del Consejo Cívico de Organizaciones
Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) postuló la consigna “A
cuatro años de la siembra de Berta” como forma de reivindicar su
vida y su lucha frente a un proyecto de muerte. Así, la figura de
Berta Cáceres es cada día que pasa más convocante.
“Siento
alegría de ver cómo la vida de las personas no termina en un
asesinato sino que tiene que ver con el andar, el caminar, la energía
y la cosmovisión de los pueblos indígenas. Yo creo que todo eso
habla de la vida de mi mami. Ella sentía en carne propia la lucha de
los pueblos”, dice Salvador.
En
los diferentes testimonios de quienes conocieron de cerca a Berta hay
coincidencias que describen a una mujer excepcional. La militancia se
aferra a cantos que traen esperanzas “Berta vive, vive, la lucha
sigue, sigue”.
También
están quienes no se acostumbran a su ausencia y deciden no esconder
su tristeza. Yurima, militante de la Organización Fraternal Negra
Hondureña, hija de Miriam Miranda, otra lideresa que padece la
persecución y amenaza sistemática en ese país, dice: “Berta
Cáceres para mi mamá fue una mujer muy importante, no solo una
compañera de lucha, una hermana, una cómplice. La muerte de Berta
para mi mamá fue un golpe muy duro que hasta el sol de hoy la llora.
Recordarla es sinónimo de lucha y de compromiso con el pueblo”.
Yurima ha asumido la lucha por la memoria de Berta como otra forma de
cuidar también a su mamá.
Muchos
recuerdan a Berta como una luchadora ambientalista. Pero sus amigos,
amigas y seguidores van más allá: guardiana de la vida,
comprometida con la defensa de los bienes comunes, los pueblos
indígenas, y profundamente internacionalista, muy cercana a la lucha
de El Salvador, también golpeado por una historia de militarización
y asedio imperialista.
“Pensar
en Berta no es solo un acto de nostalgia, tiene muchos sentidos.
Creemos que hay tareas que tienen que ver con la memoria, por ejemplo
justicia. Justicia para Marielle Franco, para cada una de las
compañeras asesinadas en femicidios territoriales realizados para
frenar la lucha de las comunidades y de los pueblos. Un aporte que
nos hizo Berta es reivindicar la dignidad de la lucha de las mujeres
originarias”, dice Claudia Korol, referente de Pañuelos en
Rebeldía, cercana a Berta por la confluencia del feminismo
comunitario y la necesidad de abrazar a Honduras tras el violento
golpe de Estado que destituyó al entonces presidente Manuel Zelaya
en 2009.
Berta
asumió una lucha contra el golpismo y es por eso que su asesinato no
tiene una explicación única: molestaba a DESA, a las
transnacionales, al fascismo y al orden patriarcal. El golpe a
Honduras fue el primero de otros que vinieron después en América
Latina de modo encadenado en el siglo XXI: Paraguay (2012), Brasil
(2016), Bolivia (2019) y tantos intentos de desestabilización de las
frágiles democracias.
En
Argentina hubo varias actividades de homenaje desde el pasado jueves.
En ese contexto, Claudia Korol señaló: “Pensar que se multiplicó
no es una consigna sino que es traerla a los desafíos actuales, a
las luchas de hoy. Es entender que no hay lucha sin alegría y no hay
lucha sin rebeldía. De las múltiples Bertas me gusta recordar la
Berta Rebelde, la que se paraba frente a un policía, caía presa y
con picardía nos desafiaba a seguir luchando. En este momento, hace
4 años, Berta estaba en un taller de energías renovables y hoy
estamos acá en un taller tratando de renovar las energías”,
sintetizó Korol.
En
las últimas horas del domingo 1 de marzo, para recibir la fecha del
aniversario, un grupo de personas se reunió frente a la Embajada de
Honduras en Buenos Aires para realizar una vigilia artística, para
pedir justicia y celebrar su legado. Las siempre cerradas puertas de
la Embajada de Honduras no han podido impedir que llegara el grito de
Berta: “Despertemos humanidad, ¡ya no hay tiempo!”.
Delia Ramírez es antropóloga social. Militante de Movimiento 138. Colectivo de resistencia cultural.
Fuente:
Delia Ramírez, A Berta Cáceres la llora hasta el sol, 4 marzo 2020, NODAL. Consultado 11 marzo 2020.
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