¿Es
posible generar buenos rendimientos agrícolas sin utilizar
sustancias tóxicas?
por
Eduardo Cerdá
¿De
qué hablamos cuando pensamos en cultivar alimentos? ¿Para quiénes
queremos producir? ¿Es posible generar buenos rendimientos agrícolas
sin utilizar sustancias tóxicas? ¿O no nos queda otra que producir
de esta manera?
Con
este modelo químico industrial vigente, está claro que el camino
que se propone seguir es aplicar cada vez más productos biocidas que
se incorporan a los suelos, plantas, animales, alimentos, al agua, a
la atmósfera y a nuestros cuerpos, y que no existen planteos
estratégicos que tiendan a la disminución en su uso. Se vienen
realizando muy poco cultivos (maíz y soja), con una fuerte tendencia
al monocultivo, perdiendo de vista la presencia de plantas
recuperadoras de la fertilidad como pasturas y leguminosas, y sumado
a la creciente caída en la efectividad de los agroquímicos, cada
año se recomienda un aumento de las dosis, combinando dos o más
productos químicos y realizando más aplicaciones por año. Los 38
millones de litros de agroquímicos que se aplicaban en 1990, hoy son
500 millones, un aumento de más del 1300 %. Sin embargo el área
cultivable aumentó poco más del 50 % (de 20 a 37 millones de
hectáreas).
Debido
a la adaptación y resistencia a los agroquímicos de insectos,
hongos y malezas (hoy más de 40 tipos resistentes a más de un
principio activo), las dosis y las concentraciones han aumentado
considerablemente. De 3 litros por hectárea de glifosato al 48 %
usados en 1996, hoy se están usando casi 14 litros por hectárea de
glifosato por encima del 60 % de promedio, con mezclas de productos
químicos que hacen muy difícil saber su sinergismo y su impacto
biológico.
Estas
sustancias rompen los equilibrios ecológicos y llevan al productor a
gastar más dinero (hasta 4 veces más de lo que se gastaba en los
años ’90, en el caso de trigo, para producir solo el doble de
rendimiento) ¿A quién le queda esa diferencia? ¿Y qué pasa cuando
las condiciones climáticas no acompañan? ¿Quién es el que
arriesga?
Cada
vez tenemos menos productores (en 16 años desaparecieron 80.000),
porque las inversiones necesarias para producir, bajo este enfoque,
han aumentado mientras los márgenes brutos se han reducido. Miles de
productores fundidos han tenido que retirarse de la agricultura y
vender sus campos a productores más grandes. La tierra se encuentra
en un proceso de concentración en menos gente, despoblando el campo
de agricultores.
Por
otro lado, si observamos los mapas de rentabilidad agrícola
presentados por la bolsa de cereales, podremos ver en qué zonas se
puede producir trigo, maíz y soja. Con este esquema de altos insumos
solo las zonas de alto potencial resultan viables, ya que generan los
altos rendimientos necesarios para cubrir los costos. ¿Y el resto de
nuestro país? Se observa que existen muchas zonas donde no se pueden
producir estos cultivos porque no cubren los costos. Pero eso es así
desde una determinada mirada, la del modelo químico industrial.
De
este modo, se demuestra que el aumento de dosis y la mezcla de
agroquímicos no es la solución, y que es necesario revisar de
manera urgente esa forma de concebir a la agricultura como un proceso
industrial y asumir que el problema es la falta de visión integral
de la agricultura, para poder desarrollar soluciones en armonía con
cada ambiente.
¿Podemos
pensar un enfoque de producción que no excluya zonas ni productores?
¿Qué nos gustaría que pase? ¿Que haya más productores o más
tractores? ¿Qué pasaría si la producción se hiciera de forma
agroecológica?
Les
invito a pensar en una agricultura que vuelva a generar arraigo: con
productores y productoras en los campos, pensando la complejidad
ecológica, biológica, química y física de los bienes naturales, y
gestionando el uso de mejores máquinas y herramientas, con la
inclusión de la ganadería como complemento no excluyente, sin
depender ya de pocos cultivos: el campo debe ser diverso en cuanto a
cultivos, gente y profesionales.
¿Comida
para quién?
Los
alimentos generados en el marco de la agricultura química industrial
han perdido en promedio el 50 % de los minerales y tienen sustancias
tóxicas que afectan a las bacterias de nuestro microbioma. Estas
bacterias son las encargadas de fortalecer nuestro sistema inmune,
participan en los procesos digestivos y generan sustancias hormonales
como la serotonina, cuya falta genera depresión. A su vez,
aproximadamente el 80% del total de granos producidos en la Argentina
son utilizados para alimentar cerdos, vacas y gallinas en otras
partes del mundo.
En
los últimos años, se verifica un aumento de conciencia en relación
a la calidad y el modo en que sus alimentos son producidos. Se
empieza a concebir al alimento no como esa materia en cantidad para
llenar la panza, sino desde una perspectiva integral como la
sustancia que nos nutre y permite construirnos en nuestras formas de
pensar y sentir.
Los
alimentos de calidad, nutritivos y libres de sustancias tóxicas, son
cada vez más demandados no solamente en nuestro país, el mundo los
demanda. Los productos con residuos de agroquímicos son muy
cuestionados en diversos países que eligen cerrar su mercado a esta
oferta. Por eso, la producción de alimentos sanos y nutritivos no
solo es una obligación en materia de derechos humanos que viene de
la propia Constitución Nacional, sino también una oportunidad para
una inserción verdaderamente inteligente del país en el mercado
exterior.
Los
órganos internacionales de protección de los derechos humanos, como
la Relatora Especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la
Alimentación y el Comité de los Derechos Económicos, Sociales y
Culturales de las Naciones Unidas, entre otros, vienen llamando la
atención de nuestro país por los impactos de los agroquímicos en
la salud y el ambiente e instándolo a promover la agroecología.
Para
esto es fundamental promover sistemas de producción que generen
alimentos sanos y nutritivos, con bajos costos y sostenibles en el
tiempo, para garantizar el ejercicio del derecho humano a la
alimentación adecuada.
Otro
modelo es posible
Si
pensamos en otro modelo productivo que permita bajar los costos,
fortaleciendo los suelos y generando cultivos sanos, equilibrados,
sin drogas, podremos salir de este modelo que se encuentra en un
círculo vicioso que necesita constantemente de más insumos.
Generemos un círculo virtuoso, y no vicioso, a través de la
Agroecología. No es una alternativa, es la visión de la agricultura
de los próximos años que deben abrazar los productores,
profesionales, vecinos, el país y la región.
La
RENAMA (Red Nacional e Internacional de Municipios y Comunidades que
fomentan la Agroecología), viene demostrando que es posible. Está
conformada por facultades de agronomía (La Plata, Río Cuarto, Villa
María), más de 21 municipios, 29 grupos de productores y
productoras (de 10 hasta 5.000 hectáreas) y más de 70
profesionales, quienes vienen realizando experiencias agroecológicas
exitosas desde hace más de tres años en 85.000 hectáreas. Uno de
los productores de la RENAMA fue seleccionado en 2016 como una de
las 52 experiencias más exitosas en agroecología del mundo por la
FAO-ONU.
Los
productores consideran exitosa la agroecología porque han reducido
sus costos (ya no gastan en agroquímicos ni en el combustible
necesario para aplicarlos) y los rendimientos son similares. A su vez
están financieramente tranquilos y se sienten realizados porque han
vuelto a pensar y reflexionar, y saben que están produciendo de un
modo coherente con la salud y la vida. Desde la RENAMA sabemos que se
puede producir sin sustancias tóxicas en donde la vida vuelva a
florecer. Con la Agroecología creamos una forma de producir
alimentos en armonía con la naturaleza y aportando al buen vivir de
todas las personas y seres vivos.
Por
eso, es necesario preguntarnos: ¿es un éxito que cada vez usemos
más agroquímicos? ¿Hasta cuándo vamos a aumentar los litros y las
dosis? Es tanta la cantidad de agroquímicos aplicada, que los
podemos encontrar en el aire, en el agua, en las nubes, en los ríos.
Esta es una tecnología de muy difícil control.
Sabiendo
que según el censo Nacional Agropecuario de 2018 hay 250.881
unidades productivas en la Argentina, podemos inferir que cada unidad
aplica 2.000 litros de agroquímicos por año. Teniendo en cuenta que
existen 5.277 unidades productivas que son agroecológicas,
biodinámicas u orgánicas (el 2 % del total), podemos asumir que en
estos establecimiento se estaría evitando la aplicación de casi 10
millones de litros de agroquímicos. Promover la transición hacia la
Agroecología de los establecimientos agrícolas a través de
políticas públicas, reduciría el uso de agroquímicos e impactaría
positivamente en la balanza comercial del país y en la salud de
millones de personas y de ecosistemas.
Esta
transición también tendrá un impacto positivo en la participación
nacional de las emisiones de gases de efecto invernadero y en la
crisis climática que estamos atravesando como civilización. La
participación del sector agrícola-ganadero en el total de las
emisiones de gases de efecto invernadero del país es de casi del 40
% según el inventario de Gases de Efecto Invernadero realizado por
la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación en
2017. Al analizar la participación del sector según sus fuentes,
las emisiones provenientes de la fermentación entérica de los
rumiantes representan casi el 35 % del total de emisiones del sector,
seguido por la conversión de bosques por pastizales o cultivos (21,2
% y 16,1 % respectivamente). Podemos también mencionar a las
actividades agrícolas (residuos de cosecha y fertilizantes
sintéticos entre otros) que representan el 14,1 % del total de
emisiones, mientras que las excretas en pastura corresponden al 12,9
% del total de emisiones. La Agroecología tiene el potencial no solo
de reducir las emisiones sino de captar el carbono en la atmósfera y
guardarlo en la tierra. La capacidad de absorber carbono a través de
la generación de suelo hace de la Agroecología la mejor tecnología
para enfriar el planeta, teniendo en cuenta el futuro de aumento
sostenido de la temperatura global y sus catastróficas consecuencias
que se proyectan.
Volviendo
a nuestra pregunta inicial, podemos decir que no es necesario
producir alimentos con sustancias tóxicas. Es necesario promover una
agricultura digna, que valore el saber y el trabajo de productores,
productoras y profesionales, que cuide los bienes comunes (el suelo,
el agua, el cima), que proteja a los vecinos y vecinas del campo y de
la ciudad, y que genere alimentos sanos y de calidad. Esto es
posible, necesario, y ya lo estamos haciendo.
Eduardo Cerdá es presidente de RENAMA.
Fuente:
Eduardo Cerdá, ¿Y si pensamos otra agricultura?, 16 febrero 2020, El Cohete a la Luna. Consultado 18 febrero 2020.
No hay comentarios:
Publicar un comentario