Durante
años, los incidentes en el polo químico se tomaron casi como algo
habitual. Eso no implicaba que fuera normal, en términos
ambientales. El temor, sin fundamentos por cierto, de que podrían
marcharse las grandes industrias, sustentó aquella afirmación sin
sentido. Con los años, de "eso" se habló y también se
reclamó...
por
Fabián Menichetti
Para
los riotercerenses, las grandes industrias asentadas en la ciudad han
sido un motor generador de trabajo. Sin dudas movilizaron a la
economía y la convirtieron en la comunidad que es en la actualidad.
No obstante, en ese contexto histórico, las mismas han tenido
incidentes, que generaron reclamos, temor y dolor social.
Por
décadas, el impacto de las mismas en el medio ambiente, se planteó
como un tema tabú. "De eso no se habla", a modo de
negación en una parte de la sociedad, puede señalarse que fue lo
que se instaló fuertemente. Fue el temor, inducido y sin
fundamentos, de que si se abordaba esa problemática, la del medio
ambiente y el impacto de estas empresas en el mismo, "armarían
las valijas" y se marcharían.
Se
planteaba aquello, casi como una afirmación, sin considerar que ello
implicaría un elevado costo: el trasladar a semejantes plantas y, si
lo hicieran, los grupos responsables de las mismas, además, deberían
correr con un millonario gasto por la remediación ambiental del
lugar en donde estuvieron por décadas asentadas.
Esa
suposición, en cierto sector, se estableció casi como un absoluto.
Hasta personas comprometidas con el medio ambiente fueron
estigmatizadas.
No
se comprendió que los estándares de seguridad debían ser los
adecuados y que, además, dichas industrias, deberían, por exigencia
de los organismos de control, y aun por decisión propia, realizar
las inversiones necesarias para minimizar los riesgos devenidos de su
actividad, además de integrarse a la sociedad, no solo brindando
fuentes laborales, sino con sus puertas abiertas de manera
permanente.
Tampoco
se comprendió, que esconder un problema, no era la solución. La
mejor manera de cambiar la realidad, o por lo menos de mejorarla, es
enfrentarla, reconociendo los problemas existentes, en este caso,
relacionados con esa puja entre el ambiente y la producción, algo
que no es exclusivo de Río Tercero.
Bajo
esa manera de observar (o de no hacerlo) lo que sucedía, la ciudad
creció abrazando a las industrias. No existió un mínimo de
planificación, pero eso ya está, existe. Lo lógico, ante ese
panorama, es generar lo necesario para que los incidentes no existan,
y si suceden, se minimicen pero no en el discurso posterior a los
mismos, sino en acciones concretas para evitarlos o reducirlos,
contenerlos.
Se
llegó en determinado momento al extremo de que los mismos sectores
plantearan una suerte de auto estigmatización, señalando que no se
debía aludir al tema del impacto en el ambiente de las industrias,
porque esa "no era buena publicidad" hacia afuera, una
mascarilla estética social sin ningún sentido.
También
se planteó lo mismo, inclusive, luego de la voladura de la Fábrica
Militar (hecho que se abordará más adelante), porque eso "no
era bueno", ser reconocida la ciudad por ello, sin considerar la
pérdida de vidas y los heridos de aquel hecho. Es como si Alemania
negara al nazismo, salvando las distancias, claro está.
Cualquier
comunidad o sociedad, tiene una historia, un pasado, un presente y
las herramientas para mejorar el futuro. Cualquier comunidad o
sociedad, presenta potencialidades y debilidades. Esconder estas
últimas, no potencia lo bueno, sino que acciona disimulando lo malo,
pero lo malo continúa existiendo.
Finalmente,
la sucesión de incidentes en las industrias, hizo que la sociedad
comenzara a observar a esa realidad de otra manera. Esa mentalidad de
señalar "aquí no ha pasado nada", cuando sí había
sucedido, trocó a "no debe pasar más".
Compartimientos
estancos
Las
industrias no pueden funcionar como compartimientos estancos en una
comunidad, aisladas de la misma. En los últimos años existió
cierta apertura, pero nunca es suficiente. Y más aun con este tema.
Se debe ir siempre por más.
Si
bien es real que estas grandes fábricas fueron fundamentales al
brindar trabajo, también lo es, que la ciudad les brindó un lugar
para producir y personal capacitado, en una comunidad que debería
ser, en primer lugar, respetada por las mismas.
Con
los años algo comenzó a cambiar en la sociedad sobre las
industrias. De aquel "de eso no se habla", se pasó no solo
a hablar, sino también a reclamar. De la negación, se pasó a
asumir que existía un problema y que la solución al mismo no pasaba
por disimularlo u ocultarlo, sino en debatirlo socialmente.
Esa
sensación de vulnerabilidad a lo que pudiera suceder, se potenció
en 1995, cuando no por un accidente, sino por un hecho intencional,
se produjo la voladura de la Fábrica Militar. Ese atentado, sin
dudas, marcó un punto de inflexión.
No
fue una casualidad que la mayor cantidad de proyectiles volaran hacia
el sector urbano y no hacia el sector químico. Peritajes,
determinaron que la voladura fue deliberadamente orientada en ese
sentido. Si los proyectiles hubieran dañado a las plantas y a sus
tanques de almacenamiento, aquel hecho, se habría magnificado.
Tampoco
fue una casualidad, que aquella voladura, exprofeso, se haya
producido cuando la empresa estatal asistía a un desguace
permanente, no solo en lo material, sino con una reducción
significativa de su personal. Fue en un contexto de demonización de
lo público, funcional a lo sucedido. Lo señaló un peritaje
realizado en 2003: el escenario precisamente fue el propicio para que
se perpetrara semejante locura. La inversión en seguridad y
prevención se había derrumbado.
Invertir
para prevenir
Si
estas industrias necesitan producir, lo que genera trabajo y moviliza
a la economía, la inversión para mitigar cualquier incidente
industrial que atente contra la integridad física de su plantel
laboral y el de la vida de la población en donde precisamente sus
trabajadores y trabajadoras tienen a sus familias, además de
minimizar el impacto ambiental de su actividad, debe ser su
obligación.
En
un contexto cíclico en lo económico como el de la Argentina, pocos
señalan que deben marcharse las grandes industrias, pero sí que la
obligación de la mismas, como está señalado, es invertir aún más
de lo necesario, para que incidentes como los sucedidos, en
diferentes momentos, puedan evitarse o mitigar sus efectos.
Una
estatal, una privada de capitales nacionales y otra multinacional,
conforman el polo fabril químico riotercerense. Por una parte la
Nación, no solo debe recomponer el desguace en materia de producción
en Fábrica Militar que padeció en los últimos años, sino, además,
retomar las inversiones en lo que respecta a su seguridad.
Petroquímica,
que recientemente sufrió la rotura de una válvula en el sector de
almacenamiento de ácido nítrico, generando un daño ecológico en
el río con la mortandad de peces, al igual que Atanor, propiedad del
grupo estadounidense Albaugh, deben contemplar lo mismo. Y si lo
hacen, nada en esto es suficiente.
Y
no se trata solo de materiales, sino de recursos humanos, que deben
ser los necesarios. No lo señala quien escribe. Lo han remarcado los
propios gremios: la cantidad de personal debe ser la adecuada, algo
que se indica, disminuyó en el contexto de una precarización
laboral, un sello distintivo de los últimos años.
Es
necesaria la producción, por supuesto, como lo son también los
máximos estándares de prevención. Estos se aseguran no solo con
inversiones en tecnología sin escatimar gastos, sino también en
recursos humanos, con más trabajo.
Si
hubo despidos, puestos que no fueron ocupados nuevamente porque
quienes allí estaban se jubilaron, o lo que sea, deberán las
empresas, tanto las privadas como la estatal, tomar al personal
necesario para cubrir esas vacantes, porque no se está hablando de
industrias que elaboren productos inofensivos.
Así,
no solamente se minimizarán los riesgos, siempre existentes, sino
que se aportará un flujo importante a la economía de la ciudad. No
se pueden maximizar las ganancias, en algunos casos, a cualquier
costo. Tampoco se puede desmembrar a una empresa pública, porque no
es el modelo que pretende una gestión.
Calidad
de vida y nivel de vida
Debe
quedar en claro, además, la diferencia entre "nivel de vida"
y "calidad de vida". Lo primero es el grado de bienestar o
de riqueza, principalmente material, alcanzado por una persona. Lo
segundo, refiere al conjunto de condiciones que contribuyen al
bienestar de los individuos y a la realización en la vida social.
Debe
lograrse el equilibrio, finalmente, para que la sociedad pueda
aspirar y gozar de ambas. Vivir en un ambiente sano, es parte de la
calidad de vida. Contar con los recursos económicos, es parte del
nivel de vida. No se puede renunciar a la calidad de vida,
priorizando el nivel de vida, porque tampoco este último servirá de
mucho.
El
medio ambiente es el espacio en el que se desarrolla la vida de los
seres vivos y que permite la interacción de los mismos. A medida que
la población comenzó a crecer y aumentar su tecnología, no solo
aquí, sino en todo el mundo, el impacto sobre el mismo comenzó a
ser mayor y más nocivo. Precisamente, para evitar o minimizar ese
impacto, es imprescindible que se adopten medidas preventivas.
Evitar
lo evitable
Como
está señalado, las puertas de las industrias deberían permanecer
siempre abiertas a la comunidad. Es que no solo pertenecen a grupos
económicos o al Estado, en este último caso, que somos todos los
habitantes. Desde el momento en que se asentaron en la ciudad,
también le pertenecen a la misma.
El
municipio, en tanto, deberá extremar los controles y aplicarles las
sanciones que correspondan, al igual que debe hacerlo la Provincia,
ante cualquier incidente como el sucedido recientemente. Existe un
plan de contingencias, el Apell, integrado por instituciones y
también las empresas químicas. Establece, entre otras acciones, que
ante un incidente en las plantas, este debe ser informado por las
mismas.
Funcionó,
cuando se informó sobre el primer evento: la rotura de la válvula
que despidió el ácido nítrico. No lo hizo, cuando sucedió lo
segundo, según lo señalaron en el municipio: el vertido por el
efluente al río. Fue en horas de la madrugada, provocando un enorme
daño ambiental con la mortandad de cientos de peces.
La
pregunta más lógica, es ¿qué hubiera sucedido si esto acontecía
en otro horario, cuando muchas personas ingresan al curso de agua y
más aún en pleno verano? Seguramente, lo que hoy se plantea como un
hecho grave, lo sería mucho más todavía. Sí, es real, se trata de
un ejercicio contrafáctico, pero vale el interrogante.
Por
otra parte, retomando lo referente al personal, el factor humano, de
no ser por la acción de los operarios que trabajaron durante la
emergencia ante la pérdida, evitando, según se expresó
oficialmente, que se produjeran emanaciones al ambiente, también el
panorama hubiera sido aún más complejo y grave.
Deberá
ahora determinarse que sucedió con el componente que sufrió la
rotura mencionada y que provocó dicha pérdida de ácido. Para ello,
además de las actuaciones administrativas de los órganos de
control, está trabajando la Justicia, en una investigación que
persigue determinar si no existió un "delito ambiental".
La
empresa no informó sobre el vertido. ¿Es posible que el municipio
cuente con más equipos que permitan, más allá de la comunicación
de las industrias, en el caso de un incidente, algo que evidentemente
no siempre ocurre, y ahora quedó demostrado, conocer, de manera
directa, si algo pasa en el polo fabril?
Por
otra parte, ¿puede tener el río un monitoreo permanente del agua,
con sensores que indiquen de inmediato si algo está sucediendo? La
jurisdicción sobre el mismo corresponde a la Provincia. De hecho,
cuando sucedió lo de Petroquímica, se tomaron muestras no solo en
Río Tercero, sino aguas abajo, llegando a Bell Ville.
Son
solo interrogantes. Eso debe quedar claro, planteados por quien
escribe, las mismas preguntas que se puede formular cualquier vecino
o vecina. De hecho, quien elabora este análisis, también lo es. Y
también vive en la ciudad.
Por
otra parte, sería interesante que además de los funcionarios,
quienes brinden explicaciones, ante cualquier suceso ocurrido en las
plantas, sean los máximos responsables de las mismas. No solo sería
una necesidad, que ahora urge más que nunca, sino un compromiso con
la sociedad en donde se encuentran las industrias.
Lamentablemente,
el verticalismo no es solo un patrimonio de algunas estructuras
institucionales. En dichas empresas, también se expresa. Existen
decisiones que se adoptan a 700 kilómetros de distancia y no en el
lugar en donde están asentadas las plantas. Ni siquiera un
comunicado de la firma se difundió después de lo ocurrido.
En
todos los lugares existen riesgos, mayores o menores. En ningún
lugar, claramente, el riesgo es cero. No obstante, si es de utilidad
para trazar un paralelismo, en las zonas sísmicas, las viviendas,
desde los cimientos hasta el techo, se construyen especialmente para
atravesar los movimientos del suelo.
En
ese caso, lo que pueda suceder, es inevitable, porque se trata de la
naturaleza. No se puede impedir la ocurrencia de un terremoto, pero
se pueden adoptar medidas para mitigar en la población el impacto
del mismo.
Con
las industrias con procesos que implican un riesgo para su personal y
la sociedad, debería ser más simple. Ya no es la naturaleza,
impredecible. Se trata de hechos relacionados con estructuras
fabriles, que pueden ser evitables.
La
sociedad, desde hace varios años, comenzó a hablar.
Y
también a reclamar.
Fabián Menichetti, Locutor M.P 7724 - Periodista - Editor Tercer Río Noticias. Director periodístico Mestiza Rock - Autor de los libros: Noviembre (1997) y Esquirlas de Noviembre (2011)
Fuente:
Fabián Menichetti, El polo químico en Río Tercero, desde aquel "de eso no se habla" a la actualidad, 6 febrero 2020, Tercer Río Noticias. Consultado 8 febrero 2020.
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