De
la mano del boom de Vaca Muerta, las afueras de Allen, en el Alto
Valle de Río Negro, donde crecían perales y manzanos, se llenaron
de pozos de fractura hidráulica. Los vecinos que viven junto a ellos
denuncian graves enfermedades y la contaminación del agua.
por
Andrea A. Gálvez
Hace
más de un siglo, entre tierras rojizas y el azul del río, se
descubrió la formación Vaca Muerta. Loma La Lata fue uno de los
primeros yacimientos de gas y petróleo no convencional explotados en
la cuenca neuquina. En Allen, Río Negro, a un puñado de kilómetros
de Neuquén Capital, la historia fuerte del extractivismo comenzó
mucho después, en 2012, cuando el fracking trajo sus primeras torres
al Alto Valle, tierra de frutales.
Se
calcula que ya son unos 300 los pozos en la zona, aunque no hay
certezas. La falta de información parece una constante en el pueblo.
Según Lidia Campos, integrante de la Asamblea Permanente del Comahue
por el Agua de Allen, "el gobernador estuvo años diciendo que
en Río Negro no había fracking, hasta que nos enteramos por el
Boletín Oficial que lo había instaurado por decreto. Nos tratan
como ignorantes. Cuando íbamos a denunciar, nos pedían pruebas
científicas, pero nosotros somos vecinos, sólo queremos que se
cumplan nuestros derechos".
Juan
Carlos Ponce también forma parte de la asamblea. Pelea contra la
fractura hidráulica desde el primer día que la modalidad se instaló
en Allen, llamada la capital nacional de la pera. Gasista, plomero y
padre de dos hijas, cuenta que el auge de la pera Williams se acabó,
y que el cultivo vive hoy su momento más crítico. "La
producción que teníamos bajó mucho, prácticamente perdimos el
Mercado Común Europeo y el de Brasil, porque no nos quieren comprar
las peras y las manzanas que crecen al lado del fracking".
Además
de esas pérdidas económicas, Juan asegura que, al contrario de lo
que se anunciaba, el efecto Vaca Muerta trajo a Allen más
desocupación. Se cerraron comercios y unos 8000 peones que dependían
directa o indirectamente de la fruta se quedaron sin trabajo. "No
hay progreso en Allen. Los trabajadores perdieron sus viviendas
porque los dueños de las chacras les daban casa. La fractura no sólo
rompe la tierra, también fractura lo social, la salud pública, la
justicia, los medios de comunicación. El valle fue creado para
cultivar fruta y alimentos, ahora está arrasado. Millones de plantas
se han talado, y la tierra quedó muerta, sin producir",
continúa Juan Carlos.
Los
pozos y la salud
El
barrio es uno de los más humildes de Allen, en las afueras, hacia el
sudeste. Y se llama Calle Ciega N° 10. Viven allí no más de 15
familias, muchas sin trabajo, otras que sobreviven con changas y un
par conchabados en chacras de otros. Hace seis años se instalaron
los primeros pozos de fracking cerca de sus casas. Algunas no
resistieron, como la de Roxana Valverde, que se agrietó y en parte
se vino abajo, mientras las máquinas rompían la roca para extraer
gas y petróleo no convencional a miles de metros de profundidad.
Roxana
trabaja la tierra. Tiene seis hijos y tres nietos. Y un malestar que
apareció "cuando llegaron las plantas petroleras. De a poco
empezamos a tener problemas de salud, además de la molestia por el
ruido de las maquinarias y el movimiento de transporte pesado, día y
noche. Éramos unas 20 familias. Algunos se fueron yendo porque se
enfermaban. El olor nauseabundo, a azufre, humo, las pérdidas de gas
constantes provocan ardores en la garganta, en la nariz y en la boca,
problemas respiratorios y enfermedades del estómago. Una de mis
hijas tuvo pancreatitis, se supone que por la contaminación del
agua".
Estela
y Adrián tienen tres hijas pequeñas. Se instalaron en Calle Ciega
Nº 10 hace siete años. Cuando llegaron las torres todo cambió,
"hasta el carácter", dice él. "A la madrugada, mi
hija me pedía si podía apagar el ruido, ¿cómo iba a hacerlo?".
A los pocos meses empezaron a aparecer las erupciones en la piel,
alergias, problemas estomacales, asma, picazón y diarreas. "Lo
peor fue nuestra hija más chica -cuenta Estela-. Tuvo una alergia
grave, se le puso la piel morada y convulsionó dos veces. El médico
no nos supo decir qué había sido. Será un virus, decía".
Adrián,
que es peón rural, reafirma que el fracking no trajo prosperidad ni
trabajo al barrio. "Es difícil trabajar en el petróleo, porque
te exigen tener el colegio completo, y la mayoría de los que
trabajamos en las chacras no lo tenemos. Los que eran de la zona y
entraron en las petroleras duraron tres meses, después trajeron
gente de otros lados".
Oscar,
59 años, vende frutillas y cerezas, y está de vuelta en el barrio
porque ya no puede pagar el alquiler en Allen. "Cuando vivíamos
acá, mi esposa tenía problemas de asma, que los pozos agravaron.
Después le cayó un cáncer, y decidimos irnos. Al tiempo falleció,
y ahora me estoy volviendo a hacer la casa acá, con mi hija de once
años".
Araceli
y Andrea Pincheira son hijas de peones rurales. Lo primero que
notaron en los alrededores de Calle Ciega Nº 10 fue la
deforestación. "Antes, la chacra estaba rodeada de plantas y
frutales, y ahora no hay nada". Victoria, la hija de la mayor de
las Pincheira, tiene tres años y permanentes sarpullidos y
erupciones cutáneas. "Es difícil estar sano acá. Y cuesta
mucho hacerse controles en la sanidad pública. Si no tenés obra
social, te hacen problemas para hacerte estudios".
Según
Lidia Campos, este es uno de los puntos más oscuros de algunas
localidades en la superficie sobre el vasto tesoro de Vaca Muerta.
"Los médicos acá no se quieren mojar, normalmente vienen a
hacer pasantías de unos meses y se marchan -cuenta-, y si alguno
dice algo que no les gusta a las petroleras, sorpresivamente acaba
renunciando".
Los
vecinos de Calle Ciega N° 10 se movilizaron durante casi dos años,
hicieron cortes de ruta y protestas hasta que lograron que un
representante de YSUR (luego absorbida por YPF) se reuniera con
ellos. Dicen que les ofrecieron 40 mil pesos a manera de
resarcimiento. A cambio, debían guardar silencio. "El acuerdo
era que si después venía otra empresa y también hacía lo que
quería, no podías reclamar nada. Si alguien te preguntaba, tenías
que decir que estaba todo bien", explica Andrea Pincheira. "Yo
fui una de las que no quiso firmar -agrega Roxana Valverde-. No
me parecía que me taparan la boca con dinero con mi hija ingresada
en el hospital con una pancreatitis aguda. Yo no he estudiado,
cualquiera me puede tapar la boca, pero me di cuenta de que ese
acuerdo no iba a salvar a mi hija más adelante. Las enfermedades de
mis hijos y mis nietos iban a seguir".
No
hubo acuerdo, y el barrio Calle Ciega se unió a la lucha de la
Asamblea por el Agua de Allen. Representados por la Defensoría de
Pobres y Ausentes, demandaron a YPF/YSUR por vulneración de
derechos, y a la provincia de Río Negro por permitir la actividad.
La causa se encuentra en el proceso probatorio, en un juzgado de
General Roca. Pero los expedientes judiciales en Allen, asegura
Campos, normalmente se desestiman o las causas se cajonean. "Al
exsecretario de Ambiente, el rabino Bergman, lo fuimos a ver con seis
asambleas de la Patagonia. Dijo que iba a visitar la zona pero no
vino nunca. Lo mismo pasó con el exhorto que elaboró el defensor
del Pueblo de Nación argumentando que teníamos derecho de consulta
porque corría riesgo nuestra vida. Llegó a la Legislatura de Río
Negro y nunca más supimos de él".
Santiago
Cané, abogado de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN),
acompañó las causas de la Asamblea y de los vecinos de Calle Ciega.
Sostiene que "en Allen se vulneran los derechos a la salud, a un
ambiente sano, al acceso al agua, la autodeterminación y los
derechos al trabajo, a la participación y a la información, y
además se criminaliza la protesta".
Aunque
las autoridades parecen saber de la contaminación, los reclamos de
los vecinos del fracking no avanzan. "Desde mi punto de vista,
se trata de personas aisladas o grupos pequeños que deben luchar
contra una de las mayores corporaciones multinacionales, como es la
industria de los hidrocarburos -reflexiona Cané-. Un juicio siempre
es una lucha de poder. A veces la Justicia nivela las diferencias de
poder, y otras, por el contrario, se somete ante quienes más poder
tienen".
Vaca
Muerte
El
reservorio de shale gas y shale oil de Vaca Muerta ocupa 30 mil
kilómetros cuadrados en cuatro provincias (Neuquén, Río Negro, La
Pampa y Mendoza) y posiciona a la Argentina en el segundo lugar de
reservas, detrás de EE UU. Aunque su rentabilidad es cuestionada por
organismos ambientales, y denunciada por los altos niveles de
contaminación que genera su explotación y la vulneración de
derechos de las poblaciones cercanas, el Estado argentino considera
estratégicas las inversiones en el megayacimiento.
Fractura
El
fracking o fractura hidráulica consiste en romper la roca donde se
encuentran el gas y el petróleo no convencional, normalmente a miles
de metros de profundidad. Primero se perfora con un trépano y
después se inyectan a presión millones de litros de agua por pozo,
arenas y químicos. Los detractores de esta técnica señalan su
fuerte impacto ambiental: contaminación de acuíferos y migración
de gases y productos químicos hacia la superficie, entre otros
efectos.
Fuente:
Andrea A. Gálvez - @Ana_Gaher, Calle Ciega N° 10, el drama de vivir al lado del fracking, 9 febrero 2020, Tiempo Argentino. Consultado 14 febrero 2020.
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