domingo, 8 de diciembre de 2019

Qué es y qué hay en la “Zona roja” de Francia, el área que lleva más de 100 años sin poder ser habitada


Primera Guerra Mundial. Los bosques de Verdún quedaron marcados para siempre. El nivel de contaminación es tal que se prohibió el acceso a las personas.

Pasaron 103 años desde aquel mes de diciembre de 1916 en que voló la última bala en los bosques de Verdún, aunque en esta región francesa pareciera que la Primera Guerra Mundial nunca terminó. Los proyectiles, los perdigones, las bombas, las minas y los gases mortales siguen instalados en este terreno que quedó tan contaminado que cualquier tipo de vida allí es imposible.

Una vez finalizada la guerra se definió a esta región como Zona Roja y se restringió el ingreso a las personas por los altísimos niveles de arsénico, plomo, mercurio y cloro, entre otros gases y materiales tóxicos, que quedaron en el ambiente y agua.

Inicialmente se trataba de 1200 kilómetros cuadrados a lo largo de Francia, que fueron cerrados a las personas, aunque con el correr de los años el espacio inhabitado se fue reduciendo.

Un informe de la posguerra sobre estos campos de batalla describió a esta región de manera tajante: "Completamente devastada. Daños a propiedades: 100 %. Daños a agricultura: 100 %. Imposible de limpiar. Vida humana imposible". De acuerdo a estimaciones se necesitarán 700 años para limpiarlo completamente.

"Todos los sitios del campo de batalla donde el gobierno francés pensó que sería demasiado costoso limpiar el suelo para restaurarlos a tierras agrícolas fueron declarados zona roja", explicó Guillaume Rouard, un guardabosques de la Oficina Nacional de Bosques de Francia (ONF).

Contra todos los pronósticos, la naturaleza fue ganando lentamente su espacio. Sin ninguna persona transitando aquellas ruinas de ciudades, lo que era tierra arrasada, barro y restos humanos y animales, pasó a ser un enorme campo verde, donde los árboles volvieron a crecer y algunas especies lograron desarrollarse.

Sin embargo, la marca de la guerra resulta imborrable y así, los grandes animales que comenzaron a habitar la zona como el jabalí o el venado, presentaron en sus hígados niveles anormalmente altos de plomo. Al mismo tiempo, en algunos de los sectores de la Zona roja se encontró que el 99 % de las plantas todavía muere, y el arsénico puede constituir hasta el 17 % del suelo.

Al mismo tiempo, todas las ciudades que fueron arrasadas por la guerra dejaron los esqueletos de lo que alguna vez fue vida. Apenas algunos carteles quedaron como referencia de aquellos lugares en los que hace 100 años había grandes avenidas, escuelas o plazas.

"El efecto es fantasmal. En todas partes, las ciudades y pueblos desaparecidos están marcados con carteles que reflejan lo que una vez estuvo allí. 'Aquí estaba la iglesia'", describió el especialista Paul Cooper, que añadió: "Es un paisaje dedicado a lo que ha desaparecido, apuntando solo a la ausencia".

Guy Momper es el jefe del equipo de desminado de Metz, en diálogo con CNN explicó que sólo en una semana de octubre pasado, sacaron seis toneladas de proyectiles de artillería alemana del lecho del río Mosa.

Sin embargo, asegura que el legado más peligroso de la Primera Guerra Mundial tiene que ver con los acontecimientos que siguieron tras la guerra. Particularmente un sector, donde se concentra el mayor nivel de contaminación ha sido bautizado como "La place a Gaz" (algo así como ‘El lugar tiene gas’, en español). Allí, las empresas contratadas por las autoridades francesas quemaron envases de gas venenoso no utilizados después de la guerra.

"Lo quemaron durante años, básicamente durante toda la década de 1920 y nunca pensamos en las consecuencias", explicó el historiador Moizan. Un estudio ambiental de 2007 determinó que el suelo mantiene los niveles de arsénico hasta 35.000 veces más alto que los niveles usuales.

La batalla que marcó a la guerra

Con prácticamente un año de duración (desde febrero hasta diciembre de 1916), en los bosques de Verdún se desarrolló el enfrentamiento más largo y el segundo más sangriento de toda la Primera Guerra Mundial.

A lo largo de 303 días se lanzaron 14 millones de proyectiles entre los ejércitos de Francia y Alemania, dejando un saldo de 300 mil muertos y medio millón de heridos. Un total de 9 pueblos fueron arrasados en esta extensa batalla y de ellos sólo 3 han sido reconstruidos nuevamente, aunque sólo de manera parcial.

El inicio se debió a una estrategia del jefe del Estado mayor alemán, el general Erich von Falkenhayn, quien había preparado con detalles la toma de la ciudad fortificada de Verdún. Su estrategia se basaba en un ataque que obligara a Francia a movilizar tropas hacia un mismo punto y una vez en él, hostigarlas para diezmar a su ejercito y la moral de sus soldados.

La zona de Verdún era ideal para sus propósitos: matar y herir a cuantos más franceses fuera posible. Una batalla planteada con un único objetivo: desangrar Francia.

Sin embargo el plan no se desarrolló como esperaba, la resistencia francesa se convirtió en una lucha de todo el país para sostener la ciudad (esta batalla se popularizó por el famoso "¡No pasarán!" dicho por el comandante francés Robert Nivelle) y eso provocó un enfrentamiento excesivamente sangriento.

Las bajas fueron espantosas en ambos bandos debido a tipos de armas como el lanzallamas y el gas venenoso. La guerra de trincheras y de desgaste fue brutal. Finalmente, el 19 de diciembre de 1916, después de una ofensiva al norte del fuerte de Duaumont y mes y medio después de recuperar el simbólico Fort Vaux, acabó la batalla, a pesar que los combates en los alrededores de Verdún continuaron hasta 1918.

Más de 100 años después, la naturaleza y la humanidad intentan recuperarse de lo que fue una de las batallas más sangrientas y más dañinas para el planeta.

Fuente:
Qué es y qué hay en la “Zona roja” de Francia, el área que lleva más de 100 años sin poder ser habitada, 30 noviembre 2019, Clarín.

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