Carta
abierta en relación a su potencial apoyo al Plan Nuclear Argentino.
Con
respecto a las últimas declaraciones públicas del equipo de campaña
de Alberto Fernández, referidas a reflotar el Plan Nuclear
Argentino, queremos manifestar nuestro más enérgico rechazo a
cualquier futura iniciativa nuclear que pudiera adoptar el “Frente
de Todos” de llegar al gobierno, como también rechazamos cualquier
iniciativa presente y/o futura que pudiera adoptar el actual Gobierno
Nacional. Gane quien gane, no queremos más energía Nuclear en
Argentina.
En
lugar de asimilar el doloroso aprendizaje que nos deja la tremenda
crisis ambiental, social, económica y financiera en la que nos deja
sumergidos el irresponsable gobierno de Macri, el “Frente de todos”
vuelve a retomar propuestas cada más desactualizadas y carentes por
completo de argumentos pero que, además, son las bases estructurales
de la actual dependencia y relación de colonialidad de la que no
podemos salir.
La
energía nuclear ha sido y es la más cara. De hacerse una evaluación
económica previa, real, con la suma de sus costos incluyendo pasivos
y futuro, caería en abstracto todo proyecto. Este silencioso
ocultamiento es condición necesaria para quien promueve este tipo de
energías. Tampoco hubo ni hay evaluación del impacto ambiental. El
criterio de implementarla es arbitrario y de carácter exclusivamente
político. Alcanzar el share nuclear propuesto es fácilmente
realizable con tecnologías renovables nacionales que, además de ser
más baratas, posibilitan más empleos en menor plazo. Lo cual es
urgente.
Emprender
el camino hacia lo nuclear sólo es comprensible teniendo en cuenta
la oportunidad (lamentable) que implicaría volver a tener el manejo
de la caja de las grandes obras públicas del Estado, en este caso
financiadas por China.
Volver
a tener que debatir el problema nuclear en Argentina después de
décadas de conflictos no resueltos en los diferentes territorios
donde se desarrolló, no sólo es un atropello a los derechos ya
vulnerados de las comunidades que lo padecen, sino una verdadera
estafa que implica la toma de más deuda en un país en bancarrota.
El costo de lo nuclear (ambiental y económico) como siempre lo
pagaremos entre todos.
Es
necesario recordar que la cantidad de territorios implicados en la
extensión del plan nuclear de manera directa o indirecta son
demasiados. La amenaza se extiende desde las provincias cordilleranas
y la Patagonia Argentina con la minería del uranio (la más
peligrosa de todas) hasta Formosa, distante a miles de kilómetros,
en un intento improvisado y penoso de trasladar una planta de
elaboración de combustible nuclear que nadie quiere recibir, ni
siquiera los países limítrofes a la zona del emplazamiento
propuesto. El riesgo es demasiado grande para seguir avanzando sin
resolver problemas de fondo. Un accidente nuclear en Embalse
(Córdoba) o Atucha I y II (Buenos Aires) afectarían un radio de 500
km. promedio, lo cual hace que sea imposible evacuar y asistir a una
población de más 30 millones de personas.
A
pesar del enorme gasto en fondos públicos, el porcentaje histórico
de aporte energético a la red de este tipo de energía fue un
mediocre rendimiento que osciló entre un 6 y 7 %, en donde hubo
decenas de problemas operativos en los reactores que implicaron
riesgos y obligaron a paradas de planta. Si la estrategia de la junta
militar que dio inicio al Plan Nuclear Argentino en los 70´s hubiese
sido otra que implicara una visión acertada del futuro, hoy seríamos
un país de avanzada en tecnologías renovables. No lo somos. Aun así
contamos con el potencial humano y las geografías más diversas para
intentarlo. También queremos dejar en claro dos argumentaciones para
desmantelar el falso discurso que se está usando a favor de lo
nuclear en el contexto del cambio climático y la caída de las
reservas del petróleo:
- Reemplazar una tecnología renovable con un horizonte de uso limitado como el petróleo por otra que tiene (a lo sumo) un horizonte similar es ridículo. Por un lado, es un despilfarro inútil de esfuerzos que nos llevarán al mismo punto de partida. Pero por el otro, es agudizar aún más una situación ya de por sí hipercrítica (que debe ser tomada con urgencia) que es el constante aumento de la acumulación de la basura radioactiva. En un contexto de potenciales inundaciones, la posibilidad de que las zonas linderas a los reactores queden anegadas puede provocar fallas en los servicios auxiliares que refrigeran el combustible gastado. No queremos ni imaginar lo que significarían decenas de Fukushimas en simultáneo con toneladas de radioactividad que se difunda aniquilando los territorios e imposibilitando el desarrollo de comunidades;
- También es importante aclarar que si bien la reacción nuclear no produce CO2, los procesos predecesores para obtener el combustible sí lo hacen. Y mucho. El uranio no se obtiene por milagro. Volar y triturar una montaña para obtener uranio para la vida útil de un reactor, implica una producción de gases de efecto invernadero de cantidades casi equivalentes, a las de un generador diésel de potencia similar. Por último, queremos recordar que durante el gobierno de Néstor Kirchner se intentó revivir el Plan Nuclear Argentino. De hecho, la ley nuclear 26.566 fue sancionada en el 2006 por iniciativa del propio gobierno. En aquel entonces pudieron optar por desmantelar las obsoletas Atucha I y Embalse y poner un punto final a la energía nuclear.
Sin
embargo, los costos eran altísimos y los desafíos tecnológicos
para el desmantelamiento y el manejo de residuos, imposibles. De este
modo, quedaron postergados mediante la peligrosa e ilegal extensión
de vida útil de esos reactores, para alguna administración futura.
Paradójicamente, hoy esa responsabilidad recaería sobre el próximo
gobierno. Y necesitamos que éste sea capaz de asumirla.
MARA
Movimiento
Antinuclear de la República Argentina
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