jueves, 17 de octubre de 2019

Carta abierta a Alberto Fernandez: Prohibido equivocarse con lo nuclear

Carta abierta en relación a su potencial apoyo al Plan Nuclear Argentino.

Con respecto a las últimas declaraciones públicas del equipo de campaña de Alberto Fernández, referidas a reflotar el Plan Nuclear Argentino, queremos manifestar nuestro más enérgico rechazo a cualquier futura iniciativa nuclear que pudiera adoptar el “Frente de Todos” de llegar al gobierno, como también rechazamos cualquier iniciativa presente y/o futura que pudiera adoptar el actual Gobierno Nacional. Gane quien gane, no queremos más energía Nuclear en Argentina.

En lugar de asimilar el doloroso aprendizaje que nos deja la tremenda crisis ambiental, social, económica y financiera en la que nos deja sumergidos el irresponsable gobierno de Macri, el “Frente de todos” vuelve a retomar propuestas cada más desactualizadas y carentes por completo de argumentos pero que, además, son las bases estructurales de la actual dependencia y relación de colonialidad de la que no podemos salir.

La energía nuclear ha sido y es la más cara. De hacerse una evaluación económica previa, real, con la suma de sus costos incluyendo pasivos y futuro, caería en abstracto todo proyecto. Este silencioso ocultamiento es condición necesaria para quien promueve este tipo de energías. Tampoco hubo ni hay evaluación del impacto ambiental. El criterio de implementarla es arbitrario y de carácter exclusivamente político. Alcanzar el share nuclear propuesto es fácilmente realizable con tecnologías renovables nacionales que, además de ser más baratas, posibilitan más empleos en menor plazo. Lo cual es urgente.

Emprender el camino hacia lo nuclear sólo es comprensible teniendo en cuenta la oportunidad (lamentable) que implicaría volver a tener el manejo de la caja de las grandes obras públicas del Estado, en este caso financiadas por China.

Volver a tener que debatir el problema nuclear en Argentina después de décadas de conflictos no resueltos en los diferentes territorios donde se desarrolló, no sólo es un atropello a los derechos ya vulnerados de las comunidades que lo padecen, sino una verdadera estafa que implica la toma de más deuda en un país en bancarrota. El costo de lo nuclear (ambiental y económico) como siempre lo pagaremos entre todos.

Es necesario recordar que la cantidad de territorios implicados en la extensión del plan nuclear de manera directa o indirecta son demasiados. La amenaza se extiende desde las provincias cordilleranas y la Patagonia Argentina con la minería del uranio (la más peligrosa de todas) hasta Formosa, distante a miles de kilómetros, en un intento improvisado y penoso de trasladar una planta de elaboración de combustible nuclear que nadie quiere recibir, ni siquiera los países limítrofes a la zona del emplazamiento propuesto. El riesgo es demasiado grande para seguir avanzando sin resolver problemas de fondo. Un accidente nuclear en Embalse (Córdoba) o Atucha I y II (Buenos Aires) afectarían un radio de 500 km. promedio, lo cual hace que sea imposible evacuar y asistir a una población de más 30 millones de personas.

A pesar del enorme gasto en fondos públicos, el porcentaje histórico de aporte energético a la red de este tipo de energía fue un mediocre rendimiento que osciló entre un 6 y 7 %, en donde hubo decenas de problemas operativos en los reactores que implicaron riesgos y obligaron a paradas de planta. Si la estrategia de la junta militar que dio inicio al Plan Nuclear Argentino en los 70´s hubiese sido otra que implicara una visión acertada del futuro, hoy seríamos un país de avanzada en tecnologías renovables. No lo somos. Aun así contamos con el potencial humano y las geografías más diversas para intentarlo. También queremos dejar en claro dos argumentaciones para desmantelar el falso discurso que se está usando a favor de lo nuclear en el contexto del cambio climático y la caída de las reservas del petróleo:
  1. Reemplazar una tecnología renovable con un horizonte de uso limitado como el petróleo por otra que tiene (a lo sumo) un horizonte similar es ridículo. Por un lado, es un despilfarro inútil de esfuerzos que nos llevarán al mismo punto de partida. Pero por el otro, es agudizar aún más una situación ya de por sí hipercrítica (que debe ser tomada con urgencia) que es el constante aumento de la acumulación de la basura radioactiva. En un contexto de potenciales inundaciones, la posibilidad de que las zonas linderas a los reactores queden anegadas puede provocar fallas en los servicios auxiliares que refrigeran el combustible gastado. No queremos ni imaginar lo que significarían decenas de Fukushimas en simultáneo con toneladas de radioactividad que se difunda aniquilando los territorios e imposibilitando el desarrollo de comunidades; 
  2. También es importante aclarar que si bien la reacción nuclear no produce CO2, los procesos predecesores para obtener el combustible sí lo hacen. Y mucho. El uranio no se obtiene por milagro. Volar y triturar una montaña para obtener uranio para la vida útil de un reactor, implica una producción de gases de efecto invernadero de cantidades casi equivalentes, a las de un generador diésel de potencia similar. Por último, queremos recordar que durante el gobierno de Néstor Kirchner se intentó revivir el Plan Nuclear Argentino. De hecho, la ley nuclear 26.566 fue sancionada en el 2006 por iniciativa del propio gobierno. En aquel entonces pudieron optar por desmantelar las obsoletas Atucha I y Embalse y poner un punto final a la energía nuclear.
Sin embargo, los costos eran altísimos y los desafíos tecnológicos para el desmantelamiento y el manejo de residuos, imposibles. De este modo, quedaron postergados mediante la peligrosa e ilegal extensión de vida útil de esos reactores, para alguna administración futura. Paradójicamente, hoy esa responsabilidad recaería sobre el próximo gobierno. Y necesitamos que éste sea capaz de asumirla.

MARA
Movimiento Antinuclear de la República Argentina

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