martes, 30 de julio de 2019

La misteriosa fuga de material radioactivo de una central nuclear rusa


Una investigación internacional señala al complejo de Mayak, al sur de los Urales, como responsable de la contaminación. Las autoridades rusas niegan que se produjese ningún incidente.

por Amado Herrero

A principios de octubre de 2017, medidores de radiación en una quincena de países europeos detectaron la presencia significativa e inusual de rutenio-106 (Ru-106) en el aire. Aunque demasiado bajos para suponer un riesgo para la salud o el medio ambiente, los niveles registrados desde Noruega hasta Grecia y desde Ucrania hasta Francia sugerían la liberación de una importante cantidad de este isótopo radiactivo en la atmósfera continental. Sin embargo, no había sido notificado ningún accidente nuclear, lo que planteaba un inquietante enigma para las agencias internacionales.

El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) recurrió entonces a la red de laboratorios de los países miembros. En base a los patrones climáticos, las agencias de radioprotección francesa y alemana señalaron a la región entre el río Volga y los montes Urales como posible origen. Las autoridades rusas, por su parte, negaron a través de la empresa estatal Rosatom que se hubiera producido en sus instalaciones, tacharon de "inválidas" las suposiciones de franceses y alemanes y apuntaron a Rumanía como posible fuente.

Casi dos años después, una nueva investigación publicada este lunes en la revista PNAS confirma las primeras hipótesis y señala el complejo nuclear de Mayak, al sur de los Urales, como foco de propagación. El descubrimiento despierta fantasmas del pasado, pues esta misma base sufrió un grave accidente en 1957, el tercero más grave de la historia tras Fukushima (Japón) y Chernóbil (URSS).

El informe, realizada a partir 1.300 mediciones de Ru-106 en una quincena de países, es el resultado de la colaboración impulsada por la OIEA para esclarecer el incidente. "Forma parte de los esfuerzos de varios laboratorios y muchos profesionales para controlar la radiactividad en aire", explica Catalina Gascó Leonarte, miembro del Grupo de Radiactividad Ambiental y Vigilancia Radiológica del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y participante en el estudio. "Somos algo así como los guardianes del centeno".

El rutenio-106, que no se encuentra en estado natural, se utiliza habitualmente en terapias contra el cáncer y como fuente de energía en los satélites. Pero, en los meses siguientes al incidente, los investigadores descartaron que la contaminación pudiera haber sido causada por la caída a tierra de un satélite y los niveles eran demasiado elevados para provenir de una fuente médica. Por otro lado, los movimientos de masas de aire en los días anteriores a la detección y los patrones de sedimentación de Ru106 a lo largo del continente, apuntaban a que la fuga tuvo que iniciarse en la región donde se encuentra la instalación militar rusa, conocida por ser el escenario de uno de los peores accidentes nucleares de la Historia en 1957.

Desde el primer momento se descartó también que la contaminación pudiera haber sido causada por un accidente en uno de los reactores. "La red es capaz de detectar otros radionúclidos; si aparecen productos de fisión como el cesio-137, estroncio-90 y el yodo-131, significa que ha habido un accidente en central nuclear", aclara Gascó. "Pero si sólo se detecta el Ru-106 implica que este elemento probablemente estaba siendo obtenido en el reprocesamiento de combustible irradiado, separado de otros radionúclidos para su reutilización".

La hipótesis del tratamiento de combustible nuclear encaja con otra de las sospechas enunciadas por las agencias de protección radiológica francesa y alemana en los primeros meses: que el accidente habría ocurrido durante la producción de cerio-144, un radiolemento que iba ser empleado para un experimento en Italia. Ésa es la segunda pista que ha llevado a los investigadores al complejo nuclear ruso. "Lo que hacemos es un poco trabajo de detectives", reconoce Gascó.

Mayak recibió el encargo de fabricar una cápsula de cerio-144 para el laboratorio de Gran Sasso. Los científicos lo necesitaban para un experimento en el que buscaban unas partículas hipotéticas llamadas neutrinos estériles y la planta de reprocesamiento de combustible nuclear rusa era la única que podía producir el material. Sin embargo en diciembre de 2017 -sólo dos meses después de la fuga- los rusos declararon que no había sido posible alcanzar el nivel de radiactividad deseado, con lo que el experimento nunca pudo llevarse a cabo.

"Hay varios indicios de que la liberación del radiorutenio está relacionada", afirma Georg Steinhauser, profesor de la Universidad de Leibniz y uno de los autores principales de la investigación. "Las cantidades encargadas por el laboratorio y la cantidad de Ru-106 liberada coinciden. Y, más importante aún, la edad del rutenio: para conseguir una fuente de cerio-144 muy potente a partir de combustible gastado, se necesitaría un combustible reciente, justo lo que hemos observado".

Las agencias de seguridad nuclear alemanas y francesas, primeras en detectar el Ru-106, señalaron desde el principio que los niveles de contaminación no suponían una amenaza para la salud de los europeos. "Sin embargo, no podemos excluir que haya habido una exposición peligrosa a los trabajadores de la instalación, o incluso a la población local", señala Steinhauser. "Por eso la transparencia es tan importante: si hay una liberación significativa, se deben implementar medidas de seguridad, como la evacuación a corto plazo".

Se plantea entonces la pregunta de por qué las autoridades rusas habrían querido silenciar el incidente. "Ésa es una cuestión muy delicada que, como científico, no puedo responder", declara el investigador. "Tal vez sean tan reacios porque Mayak es una instalación militar y no hablan de lo que sucede en sus instalaciones militares".

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