Una investigación internacional señala al complejo de Mayak, al sur de los Urales, como responsable de la contaminación. Las autoridades rusas niegan que se produjese ningún incidente.
por
Amado Herrero
A
principios de octubre de 2017, medidores de radiación en una
quincena de países europeos detectaron la presencia significativa e
inusual de rutenio-106 (Ru-106) en el aire. Aunque demasiado bajos
para suponer un riesgo para la salud o el medio ambiente, los niveles
registrados desde Noruega hasta Grecia y desde Ucrania hasta Francia
sugerían la liberación de una importante cantidad de este isótopo
radiactivo en la atmósfera continental. Sin embargo, no había sido
notificado ningún accidente nuclear, lo que planteaba un inquietante
enigma para las agencias internacionales.
El
Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) recurrió
entonces a la red de laboratorios de los países miembros. En base a
los patrones climáticos, las agencias de radioprotección francesa y
alemana señalaron a la región entre el río Volga y los montes
Urales como posible origen. Las autoridades rusas, por su parte,
negaron a través de la empresa estatal Rosatom que se hubiera
producido en sus instalaciones, tacharon de "inválidas"
las suposiciones de franceses y alemanes y apuntaron a Rumanía como
posible fuente.
Casi
dos años después, una nueva investigación publicada este lunes en
la revista PNAS confirma las primeras hipótesis y señala el
complejo nuclear de Mayak, al sur de los Urales, como foco de
propagación. El descubrimiento despierta fantasmas del pasado, pues
esta misma base sufrió un grave accidente en 1957, el tercero más
grave de la historia tras Fukushima (Japón) y Chernóbil (URSS).
El
informe, realizada a partir 1.300 mediciones de Ru-106 en una
quincena de países, es el resultado de la colaboración impulsada
por la OIEA para esclarecer el incidente. "Forma parte de los
esfuerzos de varios laboratorios y muchos profesionales para
controlar la radiactividad en aire", explica Catalina Gascó
Leonarte, miembro del Grupo de Radiactividad Ambiental y Vigilancia
Radiológica del Centro de Investigaciones Energéticas,
Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y participante en el
estudio. "Somos algo así como los guardianes del centeno".
El
rutenio-106, que no se encuentra en estado natural, se utiliza
habitualmente en terapias contra el cáncer y como fuente de energía
en los satélites. Pero, en los meses siguientes al incidente, los
investigadores descartaron que la contaminación pudiera haber sido
causada por la caída a tierra de un satélite y los niveles eran
demasiado elevados para provenir de una fuente médica. Por otro
lado, los movimientos de masas de aire en los días anteriores a la
detección y los patrones de sedimentación de Ru106 a lo largo del
continente, apuntaban a que la fuga tuvo que iniciarse en la región
donde se encuentra la instalación militar rusa, conocida por ser el
escenario de uno de los peores accidentes nucleares de la Historia en
1957.
Desde
el primer momento se descartó también que la contaminación pudiera
haber sido causada por un accidente en uno de los reactores. "La
red es capaz de detectar otros radionúclidos; si aparecen productos
de fisión como el cesio-137, estroncio-90 y el yodo-131, significa
que ha habido un accidente en central nuclear", aclara Gascó.
"Pero si sólo se detecta el Ru-106 implica que este elemento
probablemente estaba siendo obtenido en el reprocesamiento de
combustible irradiado, separado de otros radionúclidos para su
reutilización".
La
hipótesis del tratamiento de combustible nuclear encaja con otra de
las sospechas enunciadas por las agencias de protección radiológica
francesa y alemana en los primeros meses: que el accidente habría
ocurrido durante la producción de cerio-144, un radiolemento que iba
ser empleado para un experimento en Italia. Ésa es la segunda pista
que ha llevado a los investigadores al complejo nuclear ruso. "Lo
que hacemos es un poco trabajo de detectives", reconoce Gascó.
Mayak
recibió el encargo de fabricar una cápsula de cerio-144 para el
laboratorio de Gran Sasso. Los científicos lo necesitaban para un
experimento en el que buscaban unas partículas hipotéticas llamadas
neutrinos estériles y la planta de reprocesamiento de combustible
nuclear rusa era la única que podía producir el material. Sin
embargo en diciembre de 2017 -sólo dos meses después de la fuga-
los rusos declararon que no había sido posible alcanzar el nivel de
radiactividad deseado, con lo que el experimento nunca pudo llevarse
a cabo.
"Hay
varios indicios de que la liberación del radiorutenio está
relacionada", afirma Georg Steinhauser, profesor de la
Universidad de Leibniz y uno de los autores principales de la
investigación. "Las cantidades encargadas por el laboratorio y
la cantidad de Ru-106 liberada coinciden. Y, más importante aún, la
edad del rutenio: para conseguir una fuente de cerio-144 muy potente
a partir de combustible gastado, se necesitaría un combustible
reciente, justo lo que hemos observado".
Las
agencias de seguridad nuclear alemanas y francesas, primeras en
detectar el Ru-106, señalaron desde el principio que los niveles de
contaminación no suponían una amenaza para la salud de los
europeos. "Sin embargo, no podemos excluir que haya habido una
exposición peligrosa a los trabajadores de la instalación, o
incluso a la población local", señala Steinhauser. "Por
eso la transparencia es tan importante: si hay una liberación
significativa, se deben implementar medidas de seguridad, como la
evacuación a corto plazo".
Se
plantea entonces la pregunta de por qué las autoridades rusas
habrían querido silenciar el incidente. "Ésa es una cuestión
muy delicada que, como científico, no puedo responder", declara
el investigador. "Tal vez sean tan reacios porque Mayak es una
instalación militar y no hablan de lo que sucede en sus
instalaciones militares".
Fuente:
Amado Herrero, La misteriosa fuga de material radioactivo de una central nuclear rusa, 29 julio 2019, El Mundo.
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