La
abeja melipona se ha convertido en una fuente de esperanza tanto
económica como biológica en el Chaco.
por
Carolina Crerar
Silvia
Godoy ama las abejas. En su casa de campo de Pampa del Indio, donde
vive con sus hijas, alberga un cajón con un enjambre de abejas
melipona, una especie nativa que no tiene aguijón y que solo se
encuentra en los bosques de América Latina. Para Silvia, quien es de
la etnia qom, esta actividad no es algo nuevo. “La melipona rubia
(qo’oilala) y la negrita (rapic) son las abejas que producen la
miel más sana para consumir. Ancestralmente para nosotros tiene un
uso medicinal”, relata.
La
novedad es que Silvia y sus colegas de la Cooperativa Apícola en la
región del Chaco, en el norte de Argentina, se organizaron para
darle un nuevo significado a esta tarea e ir más allá, al recuperar
los enjambres de abejas de los troncos de árboles que llegan a
aserraderos y carpinterías para poder aumentar la producción de
miel de la melipona, y acceder a nuevos mercados.
Según
la FAO, Argentina está entre los tres principales exportadores de
miel en el mundo. Sin embargo, las abejas están sucumbiendo a las
prácticas no sostenibles del uso de la tierra, que producen la
pérdida de su hábitat y fomentan el uso de agroquímicos nocivos,
entre otras amenazas como el cambio climático y las invasiones de
especies exóticas. Esto altera el trabajo crítico que realizan como
polinizadoras. La disminución constante en las poblaciones de
polinizadores afecta los medios de subsistencia en el ámbito rural,
la seguridad alimentaria y la conservación de la naturaleza.
Mieles
para Conservar
Para
las comunidades indígenas y de criollos en el Chaco, la abeja
melipona se ha convertido en una fuente de esperanza tanto económica
como biológica. Esta abeja, más pequeña que la abeja europea,
produce una miel de alta calidad, que tiene el potencial de brindar
fuentes alternativas de ingresos.
El
proyecto Corredores Rurales y Biodiversidad, financiado por el Fondo
Mundial para el Medio Ambiente (FMAM/GEF) y ejecutado por la
Administración de Parques Nacionales de Argentina, está apoyando la
apicultura como una actividad sostenible en los paisajes que rodean a
algunas de las áreas naturales protegidas del país. “Confiamos en
que las inversiones en el uso sustentable de la biodiversidad, como
la que apoya este proyecto, pueden transformar la economía en
regiones postergadas y vulnerables como el Gran Chaco Americano, y
ayudar a reducir la pobreza rural protegiendo al ambiente”, opina
Pablo Herrera, gerente del Banco Mundial a cargo del proyecto.
La
iniciativa de Mieles para Conservar promueve la cría de las abejas
nativas con el propósito de generar un mercado para este tipo de
miel poco común, mediante la capacitación de las comunidades en dos
áreas principales: el sustento biológico y los aspectos técnicos
de la producción de miel. Con el cofinanciamiento de la provincia
del Chaco, a través de esta iniciativa se busca entregar más de 400
colmenas o “cajones” a los beneficiarios (que se estima en 120
personas, la mitad de ellas mujeres), y la construcción de un centro
de exposiciones donde los pequeños productores podrán vender la
miel y sus derivados.
Miel
sustentable
La
producción de miel en sí misma no es algo nuevo para el área, la
abeja melipona se encuentra en los hogares en colmenas o “cajones”
más compactos, que son más fáciles de trasladar y, por ende,
facilitan el trabajo. Estas características han llamado la atención
de muchas mujeres en las comunidades, como es el caso de Silvia, que
se ven atraídas por esta facilidad para manejar de las colmenas.
Hasta
el momento, se ha logrado un objetivo clave: la miel de melipona ha
sido autorizada por la ANMAT (el organismo regulador de alimentos y
medicamentos en Argentina). Esto significa que la miel, que algunos
cotizan a 8,5 dólares el kilo, ha sido declarada como un producto
apto para su venta y consumo.
Para
la población local, con opciones limitadas de ingreso, esta nueva
posibilidad reduce la presión sobre los bosques, ya que reemplaza -en parte- la necesidad de ganarse la vida sobre la base del
carbón, una práctica que puede agotar los bosques y producir
efectos secundarios nocivos para la salud de los productores. Y al
mismo tiempo fortalece la biodiversidad local mediante el cuidado de
los bosques que son hábitat de las abejas. “La abeja se alimenta
de la flor del quebracho, el algarrobo, el lapacho y el garabato.
Este proyecto es una oportunidad de recuperar nuestros bosques para
vivir”, opina Silvia.
Aunque
queda por explorar el verdadero potencial de la abeja melipona, no se
puede negar su importante papel económico como polinizadora. Su miel
puede significar una fuente viable para un nuevo flujo de fondos
sostenibles para algunas de las comunidades más pobres de Argentina.
Si Mieles para Conservar resulta una iniciativa exitosa, se podrá
extender y replicar su experiencia a otras comunidades, ampliando así
su impacto, a fin de mejorar los medios de subsistencia y proteger la
biodiversidad.
Fuente:
Carolina Crerar, Las abejas levantan la economía de comunidades indígenas argentinas, 13 junio 2019, El País. Consultado 25 junio 22019.
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