El
herbicida más usado del mundo acumula denuncias y condenas
millonarios en Estados Unidos. La multinacional Bayer (que compró
Monsanto en 2018) con futuro incierto. Sentencias en Argentina,
empresarios que proponen cerrar escuelas (para poder sembrar
transgénicos), la ONU cuestiona el modelo y campesinos muestran que
otro modelo es posible (y necesario).
“El
glifosato es como agua con sal”. Lino Barañao, Ministro de Ciencia
de Argentina.
“La
ignorancia no mata, solo hace sufrir”, Jorge Gattini, ministro de
Agricultura de Paraguay (en referencia a los campesinos que denuncian
las fumigaciones con agrotóxicos).
"Es
un herbicida de clase menos tóxica. Los humanos podrían incluso
beber y no morir porque no tenemos la vía metabólica de las
plantas. Además, es biodegradable en el suelo". Edilson Paiva,
presidente de la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (Ctnbio)
de Brasil.
El
herbicida glifosato, el más utilizado del agronegocio, ha tenido las
defensas más insólitas de los gobiernos pro transgénicos, desde
funcionarios hasta periodistas.
Cientos
de estudios científicos, fallos judiciales y, sobre todos, miles de
afectados por fumigaciones son la prueba de los efectos del
herbicida.
Patria
grande transgénica
Sólo
diez países del mundo concentran el 98 por ciento de los cultivos
transgénicos (con uso de agrotóxicos): Estados Unidos, Brasil,
Argentina, Canadá, India, China, Pakistán, Paraguay, Sudáfrica y
Bolivia(1). Cuatro de ellos de América Latina y, junto a Uruguay,
forman lo que la multinacional Syngenta llamó en una publicidad
corporativa (2003) “la república unida de la soja”.
La
patria grande sojera cuenta con 47 millones de hectáreas con soja
transgénica(2). Abarca:
-
El 66 por ciento de la tierra cultivada de Paraguay.
-
El 52 por ciento de Argentina.
-
El 35 por ciento de la tierra cultiva de Brasil.
-
El 30 por ciento por ciento de Uruguay.
-
El 24 por ciento de Bolivia.
Uno
de los argumentos centrales de las empresas transgénicas era que,
con las semillas modificadas genéticamente, se utilizarían menos
químicos.
En
Argentina, según datos oficiales del INTA (Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria), en 1995 se utilizaron 42 millones de
litros de herbicidas. En 1996 se aprobó la primera soja transgénica
(de Monsanto) y el crecimiento del uso de herbicidas fue geométrico:
252 millones de litros en 2011 (último año publicado por el INTA).
El glifosato es el principal herbicida utilizado. En 2016, datos de
la Casafe (Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes) llegó a
290 millones de litros anuales.
El
aumento del uso no se corresponde con el aumento de la superficie,
sino con la necesidad de aumentar la cantidad por hectárea. El mismo
INTA reconoce que en la década del 90 se utilizaba 1,95 litros por
hectáreas. En la campaña agrícola 2011/2012 llegó a utilizarse
nueve litros por hectárea. Se debe a la aparición de “malezas”,
plantas no deseadas que crearon resistencia al glifosato. Por lo cual
los productores utilizan cada vez más cantidad y además mezcla de
venenos (2-4D y paraquat, entre otros).
Negar
la realidad
“No
pueden ocultar la realidad. Quieren tapar el sol con la mano”,
explicó el científico Andrés Carrasco en 2009. Jefe del
laboratorio de Embriología Molecular, ex presidente del Conicet
(Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas),
confirmó en laboratorio que el glifosato producía malformaciones en
embriones anfibios y alertó que era traspolable a humanos.
Sufrió
una campaña de desprestigio mediática y política. El periodista
Matías Longoni, desde Clarín, llamó “supuesto estudio” al
trabajo de Carrasco. Puso en duda su existencia y la reputación de
unos de los mayores embriólogos de Argentina. “La industria
agrícola se puso en alerta. Las cámaras Casafe y Ciafa aclararon
que el glifosato ‘está clasificado en la categoría de menor
riesgo toxicológico’. En voz baja, el sector asegura que se trata
de una nueva ofensiva oficial para ‘demonizar’ a los productores
de soja”, escribió el periodista que cubrió el tema agro durante
18 años en Clarín, que rara vez cuestiona las consecuencias del
agronegocios y funciona como agencia de prensa de las compañías del
agro.
El
diario La Nación también apuntó contra Carrasco y, al igual que
los “periodistas del agro”, salieron en defensa del glifosato,
los transgénicos (y de las empresas que los venden y, casualidad,
pautan en esos medios).
El
27 de noviembre 2017, ya desde su pyme periodística “Bichos de
campo”, repleta de publicidades de las empresas de agrotóxicos,
Longoni celebró: “¡Larga vida al glifosato! O mejor, un poco más
de vida al glifosato. Los alemanes, cuando quieren, golean. Lo
hicieron con Brasil en el mundial de fútbol y ahora lo hacen con
Francia, en la disputa dentro de la Unión Europea (UE) por prohibir
o prorrogar la vida útil del controvertida herbicida glifosato. La
votación para decidir si se renovaba la licencia del producto fue
ganada, una vez que los alemanes se decidieron a jugar, por 18 a 9”.
Desde
el sector político, la defensa al glifosato fue (y es) encabezada
por Lino Barañao, ministro de Ciencia durante el gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner y titular de la cartera con Mauricio
Macri. En 2009 descalificó a Carrasco desde el programa de TV de
Héctor Huergo, uno de los mayores lobbistas del agronegocio
(director del suplemento Clarín Rural) y desde el Congreso de
Aapresid (Asociación de Productores de Siembra Directa). “El
glifosato es como agua con sal”, señaló en un entrevista en la
Radio AM 530, de las Madres de Plaza de Mayo. Ningún funcionario
kirchnerista lo cuestionó.
A
fines de 2015, días previo a asumir como ministro de Ciencia de
Mauricio Macri, volvió a defender el uso de químicos, con un
argumento poco científico: “Con los antibióticos también hay mal
uso y muertes, y nadie se queja”.
Carrasco
falleció en mayo de 2014 y dejó la mejor definición para el
glifosato y los transgénicos: “Es un experimento masivo a cielo
abierto”.
El
relato transgénico
Acto
1. El agroquímico (en este caso el glifosato, en la década del 60
fue el insecticida DDT) no afecta la salud ni el ambiente.
Acto
2. No hay pruebas científicas.
Acto
3. La pruebas científicas no son concluyentes o “existen dos
bibliotecas” (a favor y en contra).
Acto
4. Son nocivos pero si se utilizan bien no hay riesgos (en ese
momento proponen soluciones técnicas para su uso, hoy llamadas
“buenas prácticas agrícolas”).
Acto
5. Reemplazo de ese químico por otro (y vuelta al “acto 1”).
El
agronegocio utiliza la misma estrategia que las tabacaleras (durante
décadas negaron que producían cáncer) y que las petroleras
(durante medio siglo negaron el cambio climático).
El
teatro del agronegocio se monta sobre un mito principal: los
transgénicos son necesarios para alimentar la creciente población
mundial. Argumento desmentido incluso por la propia FAO (Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura),
espacio que apoyó el avance transgénico en el mundo. El hambre del
mundo no se debe a la falta de alimentos, sino a su injusta
distribución.
“Paren
de fumigar”
En
los primeros años de la década del 2000 nació en Argentina la
“Campaña Paren de Fumigar”, espacio de referencia en la
producción de material y debates sobre el impacto sanitario de los
agroquímicos. Asambleas, charlas, movilizaciones y todas las
acciones imaginables para proteger la salud de la población. En
decenas de localidades lograron ordenanzas que limitan las
fumigaciones y, en otras impulsaron la vía judicial.
La
ONG Naturaleza de Derechos(3) sistematizó los fallos que frenan las
fumigaciones con agrotóxicos:
2003.
Loma Senés (Formosa).
2008.
Alberti (Buenos Aires) e Ituzaingó Anexo (Córdoba).
2009.
San Jorge (Santa Fe) y Alberti (Buenos Aires).
2010.
La Leonesa y Las Palmas (Chaco). Alberti (Buenos Aires).
2011.
Las Antillas (Salta).
2012.
Alberti (Buenos Aires) e Ituzaingó Anexo (Córdoba).
2013.
Alberti y Mar del Plata (Buenos Aires), Merlo (San Luis).
2014.
Paraná (Entre Ríos), Coronel Suárez y Mar del Plata (Buenos
Aires).
2015.
Guernica (Buenos Aires) y Totoras (Santa Fe).
2016.
Alberti (Buenos Aires) y Piamonte (Santa Fe).
2017.
Santa Ana (Entre Ríos).
2018.
Entre Ríos y Chascomús (Buenos Aires)
2019.
Pergamino y Exaltación de la Cruz (Buenos Aires) y Entre Ríos.
Jueces
y fiscales tienen herramientas para frenar las fumigaciones, sobre
todo la Ley General del Ambiente (25.675), donde se establece el
“principio precautorio”: “Cuando haya peligro de daño grave o
irreversible, la ausencia de información o certeza científica no
deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas
eficaces, en función de los costos, para impedir la degradación del
medio ambiente”.
Estados
Unidos
La
multinacional Bayer compró Monsanto en 2018 por 63.000 millones de
dólares. Se transformó así en la mayor empresa de semillas
transgénicas y agrotóxicos del mundo.
Su
primer anunció fue que desaparecería el nombre de Monsanto (aunque
seguirá comercializando todos sus productos) y comenzó una campaña
publicitaria para mejorar su imagen. Utiliza los mismos argumentos
que Monsanto para aumentar sus ventas de agroquímicos: niega los
cientos de estudios independientes que confirman los efectos en la
salud.
La
Coordinación Contra los Peligros de Bayer es una red europea de
organizaciones y activistas que difunden denuncias sobre el accionar
de la compañía, tanto en su aspecto farmacéutico como del
agronegocio. "El modelo de negocio de Bayer y Monsanto carece de
escrúpulos. Ambos obtienen sus beneficios con pesticidas y técnicas
de manipulación genética, dañan la salud de agricultores y
consumidores, alteran el clima, destruyen la biodiversidad y ponen en
peligro las bases de la alimentación y subsistencia de las
generaciones futuras. Bayer, al fusionarse con Monsanto, potencia
este amenazador modelo de negocio y busca aumentar los beneficios de
sus grandes accionistas a costa de la gente y la naturaleza",
afirmó la organización.
Bayer
cuenta con nuevo eslogan: "Ciencia para una vida mejor".
En
agosto de 2018, en Estados Unidos, se dio la primera condena contra
Monsanto-Bayer. Dewayne Johnson fue indemnizado con 78 millones de
dólares por contraer cáncer al utilizar glifosato en su trabajo
como jardinero.
El
27 de marzo de 2019, un jurado de California condenó a la empresa a
pagar80 millones de dólares por "negligencia", al haber
ocultado los riesgos de su herbicida Roundup (marca comercial del
glifosato de Monsanto). La demanda fue presentada por Edwin Hardeman,
un jubilado de la ciudad de Sonoma. Fue la segunda parte del juicio.
En la primera, diez días antes, se había concluido que el
agrotóxico fue un "factor determinante" en el Linfoma No
Hodgkin (cáncer) que se le diagnosticó a Hardeman en 2015.
"El
jurado responsabilizó a Monsanto por sus 40 años de conducta
delictiva corporativa", explicaron las abogados del demandante,
Jennifer Moore y Aimee Wagstaff en un comunicado a la prensa.
El
13 de mayo, tribunales de California (Estados Unidos) determinaron
que la multinacional debe pagar 2000 millones de dólares a un
matrimonio (Alva y Alberta Pilliod) que utilizó Roundup y contrajo
cáncer. La sentencia afirma que la empresa actuó con “negligencia”,
al ocultar las consecuencias del veneno. El jurado determinó que el
“diseño” del Roundup (marca comercial de Monsanto) fue la causa
principal del daño, confirmó que el químico representa “un
peligro importante” para las personas que lo utilizan, afirmó que
Monsanto “no proporcionó una advertencia adecuada sobre los
riesgos potenciales” y ésto representó un factor importante para
provocar el daño en la salud de los Pilliod.
El
jurado de Estados Unidos determinó que Monsanto diseño, fabricó y
distribuyó Roundup de “forma negligente”, afirmó que la
compañía sabía (o debía saber) que Roundup era peligroso o que
podría provocar daños y no advirtió de forma apropiada. El otro
punto clave, que elevó la condena de 2000 millones de dólares, el
fallo confirma que Monsanto actuó con “vicio, dolo o mala fe” al
poner su herbicida en el mercado y no advertir sobre los riesgos que
implicaba.
Monsanto-Bayer
acumula, sólo en Estados Unidos, más de 13.000 demandas. Una
muestra de la crisis de la compañía alemana: perdió casi el 40 por
ciento de su valor bursátil desde que adquirió a Monsanto.
¿Escuelas
o transgénicos?
El
Foro Ecologista de Paraná (Entre Ríos) y el sindicato docente Agmer
(Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos) presentaron en
agosto de 2018 un amparo ambiental para proteger de agrotóxicos a
los niños y trabajadores de las escuelas rurales. El juez Oscar
Daniel Benedetto, de la Cámara II de la Sala II se expidió el 1 de
octubre: en un fallo judicial sin precedentes, prohibió fumigar con
agrotóxicos a menos de 1000 metros de las escuelas de Entre Ríos. Y
la distancia de protección se extiende a 3000 metros si las
aplicaciones son aéreas. La protección abarcó a todas las escuelas
de la provincia.
"Es
imposible de obviar que el modelo de producción agrícola puede
generar un creciente problema de salud pública, debido a que los
plaguicidas contienen sustancias químicas tóxicas que afectan a los
cultivos, pero que muy probablemente también tengan efectos nocivos
en la salud de la población rural", se lee entre los
fundamentos del fallo, de 21 páginas.
El
juez Benedetto tuvo presente el principio precautorio vigente en la
Ley General del Ambiente (25675): "En materia ambiental se
impone la necesidad de adoptar un criterio de precaución (...) El
peligro inminente se materializa en la amenaza de la aplicación de
los agrotóxicos. Y destacó que la falta de certeza científica
sobre sus consecuencias no me parece un argumento que justifique la
improponibilidad de la acción, sino todo lo contrario, ya que no es
posible soslayar que se trata de una situación extremadamente
delicada y sensible, estando en juego la salud de miles de niños
entrerrianos".
El
amparo que protege las escuelas fue apelado cuestionado por el
gobernador Gustavo Bordet, que el 2 de enero de 2019 publicó un
decreto contrario al fallo y redujo a sólo 100 metros la protección
de las escuelas rurales.
El
Foro Ecologista de Paraná, ya como parte de la "Coordinadora
por una Vida sin Agrotóxicos en Entre Ríos. Basta es basta"
(reúne a asambleas socioambientales, organizaciones sociales y
docentes), presentó un amparo contra el decreto. En marzo de 2019
una sentencia judicial anuló el decreto del gobernador Bordet.
El
presidente Macri, en apoyo explícito al agronegocio, cuestionó al
Poder Judicial: “Es un fallo irresponsable. Pone en peligro el
trabajo de muchos entrerrianos".
La
Coordinadora "Basta es Basta" le contestó en un
comunicado: "Señor presidente, nuestros gurises merecen el
mismo ambiente que su hija Antonia".
El
miércoles 15 de mayo, el Superior Tribunal de Justicia de Entre
Ríos, máximo tribunal provincial, declaró la inconstitucionalidad
del decreto del gobernador Gustavo Bordet, que permitía fumigar a
solo 100 metros de las escuelas rurales. De esta forma, continua
vigente el amparo ambiental que aleja las fumigaciones terrestres a
1000 metros de las escuelas (3000 si son aéreas).
El
jueves 23 de mayo se produjo una insólita manifestación en Paraná:
productores sojeros exigieron que el Poder Judicial que revierta el
fallo y propusieron cerrar las escuelas para poder seguir fumigando
con agrotóxicos.
Pruebas
Un
argumento recurrente de los defensores del agronegocio es que “no
existen pruebas” de los efectos del glifosato. A nivel
internacional son muy conocidos los estudios del investigador francés
Gilles-Eric Seralini, especialista en biología molecular y docente
de la Universidad de Caen (Francia). Confirmó que el herbicida
Roundup estimula la muerte de las células de embriones humanos, lo
que podría provocar malformaciones, abortos, problemas hormonales o
de reproducción, además de distintos tipos de cánceres. También
demostró la conformación de tumores en roedores alimentados con
transgénicos.
Le
implicó réplicas personalizadas de Monsanto, con campaña mediática
de difamación incluida.
La
estocada mayor sucedió en marzo de 2015. La Agencia Internacional
para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) es un ámbito
especializado de la Organizaciones Mundial de la Salud (OMS). Luego
de un año de trabajo de 17 expertos de once países, emitió un
documento inédito: “Hay pruebas convincentes de que el glifosato
puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas
limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin)”.
Detalló que la evidencia en humanos corresponde a la exposición de
agricultores de Estados Unidos, Canadá y Suecia, con publicaciones
científicas desde 2001. Y destacó que el herbicida “también
causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas”
(situación que tiene relación directa con el cáncer).
Con
la nueva evaluación el glifosato fue categorizado en el “Grupo
2A”, que significa en parámetros de la Organización Mundial de la
Salud: “Probablemente cancerígeno para los seres humanos”. Esta
categoría se utiliza cuando hay “pruebas limitadas” de
carcinogenicidad en humanos y “suficiente evidencia” en animales
de experimentación. La evidencia “limitada” significa que existe
una “asociación positiva entre la exposición al químico y el
cáncer” pero que no se pueden descartar “otras explicaciones”.
El IARC-OMS trabaja sobre cinco categorías de sustancias que tienen
relación con el cáncer. El “Grupo 2A” es el segundo nivel de
peligrosidad, sólo superado por “Grupo 1”, donde se ubican, por
ejemplo, el asbesto y la radiación ionizante.
Monsanto,
que entre sus argumentos utilizaba hasta ese momento informes de la
IARC, pasó a acusarla de hacer “ciencia basura”.
A
nivel local, en 2018 se publicó “Antología tóxica del
glifosato”, una minuciosa recopilación de 830 trabajos académicos
(de Argentina y del exterior) que dan cuenta de los efectos del
glifosato y su vínculo con el cáncer, malformaciones,
intoxicaciones y abortos espontáneos, entre otras consecuencias.
"Esta
recopilación suma 830 artículos científicos o papers, es decir:
informes de investigaciones clínicas, experimentales, de
laboratorio, revisiones, contestaciones, recopilación, resúmenes de
congresos, que han sido objeto de publicación en revistas o
journales científicos. Todos los trabajos han sido sometidos a
revisión por un comité de científicos y aprobados para su
publicación al ser considerados significativos", explica el
trabajo, realizado por Eduardo Martín Rossi, integrante del
colectivo Paren de Fumigar de Santa Fe, que se decidió a analizar y
estudiar todas las publicaciones para desmentir los dichos de los
publicistas del agronegocios.
De
182 páginas, se puede acceder vía Internet (https://bit.ly/2mewyYH
), cuenta con el detalle y link de de las investigaciones. Más de
cien son de universidades públicas de Argentina (UBA, La Plata, Río
Cuarto, Litoral). El primer capítulo precisa 141 trabajos sobre el
impacto del glifosato en la salud humana. El capítulo dos detalla
102 investigaciones sobre "mecanismo de fisiopatología celular
de cáncer". El capítulo tres se dedica a "toxicidad en
los sistemas orgánicos", con 89 publicaciones académicas. El
capítulo cuatro se dedica a trabajos específicos de impacto "en
la biodiversidad", con 336 investigaciones.
"No
es casualidad que en los pueblos agrícolas se multiplique el
hipotiroidismo, el asma bronquial, los trastornos reproductivos y las
enfermedades oncológicas produciendo un cambio evidente en el patrón
de morbilidad y mortalidad", alerta el trabajo.
La
recopilación recuerda que Monsanto publicitó "con información
falsa que el glifosato era biodegradable". En 2007 Monsanto fue
condenada en Francia por publicidad engañosa. Decenas de
investigaciones dan cuenta, desde hace décadas, que el herbicida "es
altamente persistente en el ambiente, en el suelo y cursos de agua".
Entre
las empresas que comercializan glifosato en Argentina figuran
Monsanto, Bayer, Syngenta, Red Surcos, Atanor, Asociación de
Cooperativas Argentinas, Nufram, Agrofina, Nidera, DuPont, YPF y Dow.
La
antología recuerda que la autorización de los agrotóxicos (llamado
"fitosanitarios" por las empresas y funcionarios) se
realiza en base a estudios de las propias empresas y que sólo
analiza los efectos agudos (no investigan qué produce un químico en
el largo plazo de exposición). En el caso de glifosato, "Monsanto
sólo experimentó tres meses con roedores". En base a ese
estudio, la empresa aseguró que el herbicida no producía efectos
adversos.
"Científicos
independientes midieron efectos crónicos (durante dos años). A
partir del cuarto mes los roedores machos presentaron tumores. A
partir del séptimo mes comenzó el mismo proceso en hembras. Y en el
mes 24, el 80 por ciento de los roedores tuvo tumores", explica
la recopilación.
Más
de un centenar de trabajos científicos son de universidades públicas
de Argentina, entre ellos el grupo de investigación de Rafael
Lajmanovich (doctor en ciencias naturales de la Universidad Nacional
del Litoral), que confirmó el efecto letal del glifosato en
anfibios, y el Equipo Multidisciplinario de Interacción
Socioambiental (Emisa), de la Universidad Nacional de La Plata, que
demostraron la presencia de glifosato en alimentos, ríos, patios de
escuelas y hasta en la lluvia.
El
modelo
El
problema de fondo no es el glifosato. Se hace eje en él porque es el
más utilizado, el que más facturación produce a las compañías y,
al mismo tiempo, que más denuncias provoca.
Las
voces críticas al agro transgénico (campesinos, indígenas,
asambleas socioambientales, académicos) cuestionan el modelo de
agronegocio, en base a transgénicos y decenas de agrotóxicos, y en
manos de un puñado de multinacionales.
Cuatro
empresas que dominan el mercado de semillas y agrotóxicos:
Bayer-Monsanto, ChemChina-Syngenta, Brevant (Dow y Dupont) y Basf. En
2015 facturaron 85.000 millones de dólares y, según proyecciones de
Bayer, llegarán 120.000 millones en 2025.
“Controlan
precio, innovación e impacta en las políticas agrícolas. Países
que están con un alto grado de agricultura industrial, como
Argentina, pasan a estar en situación de vulnerabilidad. Incluso en
términos de soberanía. Estas empresas tienen un poder de
negociación que es mucho más que de negociación, es de imposición
sobre un país, incluso con leyes a medida”, explicó Silvia
Ribeiro, Investigadora del Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión,
Tecnología y Concentración).
La
Relatoría Especial sobre el Derecho a la Alimentación es el máximo
espacio de Naciones Unidas dedicado al tema. Al frente está la
especialista Hilal Elver, de origen turco. Visitó la Argentina en
septiembre de 2018 y confeccionó un informe para el Consejo de
Derechos Humanos de Naciones Unidas.
"En
el marco de la agricultura industrial a gran escala, es esencial que
se tome en cuenta el verdadero costo de los métodos de producción
en relación con el suelo y los recursos hídricos, y el impacto de
la degradación ambiental sobre generaciones futuras, en lugar de
concentrarse únicamente en la rentabilidad y el crecimiento
económico a corto plazo", alertó la relatora especial de
Naciones Unidas.
Dedicó
un apartado especial al glifosato: "Se aplica
indiscriminadamente en la Argentina, sin tener en cuenta la
existencia de escuelas o pueblos en las cercanías. Como resultado de
ello, se me ha informado acerca de un aumento en la cantidad de
personas que han perdido la vida o padecen enfermedades que ponen en
riesgo su vida (…) La exposición a plaguicidas puede tener efectos
muy peligrosos para la salud de los seres humanos, en especial para
niños y mujeres embarazadas que son más vulnerables".
Hilal
Elver cuestionó que la agricultura industrial está controlada por
pocas y grandes empresas, y alertó que el Gobierno ya decidió su
rol: "Durante las entrevistas con funcionarios de la Secretaría
de Agroindustria observé una tendencia a apoyar el modelo
agroindustrial y a realizar serios recortes en el apoyo, el personal
y el presupuesto del sector de la Agricultura Familiar, incluido el
despido de casi 500 trabajadores y expertos".
Reivindicó
el papel de la agricultura campesina. En la conclusión resaltó:
"Reitero la importancia de la agricultura familiar para lograr
el objetivo de una alimentación adecuada y saludable para todos los
argentinos. Debería ponerse empeño en promover la agricultura
familiar como prioridad. Es la única manera de lograr un equilibrio,
única manera de lograr una solución sostenible y justa para el
pueblo argentino".
En
mayo pasado, en la ciudad de Buenos Aires, se realizó un inédito
“foro agrario”, que reunió durante dos días a más de 3000
campesinos, indígenas, productores familiares. Impulsado por la
Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), entre otras
organizaciones, elaboró propuesta concretas de políticas públicas
para el sector rural, con una urgente democratización de la política
agropecuaria.
Entre
las políticas a implementar: acceso a la tierra, basta de
fumigaciones con agrotóxicos, fomento de la agroecología como
política de Estado, soberanía alimentaria y un tema que irrita a
los conservadores transgénicos argentinos: reforma agraria integral.
Este
artículo es parte del proyecto Atlas del Agronegocio Transgénico en
el Cono Sur realizado con el apoyo de Misereor
Notas
- Pengue, W. 2005. Cultivos transgénicos: ¿hacia dónde vamos? Agricultura Industrial y Transnacionalización en América Latina. PNUMA. Serie Textos Básicos para la Formación Ambiental.
- http://www.biodiversidadla.org/Documentos/Transgenicos_en_el_Cono_Sur._Boletin_N_485_de_la_RALLT
- https://naturalezadederechos.org/
Fuentes:
Glifosato, transgénicos y un experimento a cielo abierto, 27 mayo 2019, Agencia de Noticias Biodiversidadla.
La obra de arte que ilustra esta entrada es un mural de Germán Villamor, realizado en la ciudad de Trenque Lauquen en el SUM Chiquito Tello. Se recuerda al científico Andrés Carrasco, a Fabián Tomasi y a las escuelas, maestras y niños fumigados de Argentina.
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