por
Daniel Gutman
PILAR,
Argentina, 28 may 2019 (IPS) - “Esto es lo mejor que se inventó
para los pobres”, dice Emanuel Del Monte, mientras señala un
tanque cubierto por lonas negras que sobresale en el techo de su
casa. Se trata de parte de un sistema construido mayormente con
residuos, que calienta agua a través de energía solar y está
mejorando vidas en Argentina.
Gracias
a él, cientos de familias en tres barrios vulnerables de los
alrededores de la capital argentina pueden a bañarse con agua
caliente. Es una práctica que solían hacer calentando agua en una
olla, pero que habían abandonado en los últimos años por los altos
costos del gas envasado.
La
vivienda de paredes despintadas y un muro de ladrillos a medio hacer,
en la que Del Monte, de 32 años, vive con su esposa un año menor y
sus cinco hijos está en el barrio de Pinazo, en el municipio de Pilar, a unos 50 kilómetros al norte de Buenos Aires.
Se
trata de una comunidad de unos 5.000 habitantes que ofrece un
testimonio descarnado del deterioro social en el llamado Gran Buenos
Aires, conformado por los 24 municipios que rodean a la capital y que
junto con ella engloban más de 13 millones de habitantes de los 44
millones del país..
En
ese también llamado Conurbano bonaerense viven 130.000 de las
200.000 personas que perdieron su trabajo durante 2018 en este país
sudamericano, donde la economía sufre una grave crisis y la pobreza
ya alcanza a 36 por ciento de la población, según datos oficiales.
Sobre
las calles asfaltadas del barrio se ven casas con techos de tejas con
jardín, escasamente mantenidas aunque propias de la clase media.
Pero
al ingresar en sus polvorientos caminos interiores se descubren
cantidades de viviendas construidas con madera, chapas de latón y
hasta pedazos de lona, entre trozos de tierra vacíos por los que se
pasean gatos, perros y gallinas.
Algunos
sábados, sin embargo, en esos espacios libres hay una extraordinaria
actividad: decenas de voluntarios, mayormente jóvenes, trabajan
durante largas horas en la construcción de los calentadores solares,
junto a muchos de los vecinos.
Los
voluntarios se juntan temprano a un lado de la autopista que viene de
Buenos Aires y llegan al barrio todos juntos, en automóviles y
camionetas, cargados con enormes bolsas con viejas botellas de
plástico, latas, envases de cartón, colchones en desuso y antiguas
lonas utilizadas para avisos publicitarios.
A
esos residuos les suman los que los propios vecinos juntan en el
lugar, que estaban acostumbrados a quemar o a tirar al contaminado
arroyo que da nombre al barrio, porque no existe sistema de
recolección de basura.
Convocados
por la organización no gubernamental Sumando Energías, los
voluntarios se despiden cuando está por caer el sol, después de
haber construido e instalado en los techos de hasta cuatro casas los
colectores de energía solar y los tanques térmicos de 90 litros,
que mantienen el calor del agua gracias a que están cubiertos por
colchones y lonas.
“Cada
colector lleva 264 botellas de plástico, 180 latas y 110 envases de
cartón. La mayoría de los materiales que empleamos son
reutilizados”, explica a IPS Pablo Castaño, de 32 años, que en
2014 creó Sumando Energías, mientras va y viene por el lugar
supervisando el trabajo de los voluntarios.
“Estoy
convencido de que la sustentabilidad es la única forma de mejorar la
situación de las personas pobres. Las soluciones sociales y
económicas van de la mano de las soluciones ambientales”, dice
Castaño a IPS.
El
coordinador de Sumando Energías cuenta que se conectó con la
realidad social cuando era voluntario de otra oenegé, Techo,
dedicada a facilitar viviendas dignas en asentamientos precarios, y
se interesó por las energías renovables mientras estudiaba para
convertirse en ingeniero industrial.
Castaño
nació y se crió en la provincia de Río Negro, al sur del país,
cerca de Vaca Muerta, el gigantesco yacimiento de petróleo y gas no
convencional al cual el gobierno apuesta para empujar la decadente
economía argentina. Pero cree que “no es la quema de combustibles
fósiles lo que nos va a salvar”.
Los
colectores solares son estructuras de 12 tubos de polivinilo de dos
metros de largo colocados en forma paralela. Se los cubre con latas
que absorben el calor del sol y calientan el agua del interior del
caño. Luego son envueltos con botellas de plástico y envases de
cartón.
“De
esa manera se genera el efecto invernadero que mantiene la
temperatura. El paso siguiente es armar un circuito cerrado entre los
caños y el tanque, que se coloca arriba ya que el agua caliente se
hace densa y tiende a subir. Al cabo de unos 60 ciclos de ida y
vuelta, el agua ya está caliente, a entre 40 y 65 grados”, cuenta
Lucía López Alonso, una de las voluntarias.
“Lo
que se genera no es electricidad, sino energía solar térmica”,
aclara en diálogo con IPS.
La
esposa de Emanuel del Monte, Mariana Alio, que es empleada en una
verdulería, cuenta que la familia estaba acostumbrada a bañarse con
ollas y otros recipientes, calentando agua con gas envasado, pero que
las dificultades económicas los han obligado hace un tiempo a
reservar el gas solo para cocinar.
“Algunas
personas del barrio todavía creen que estoy loco cuando les cuento
que ahora tengo agua caliente con un sistema construido con
residuos”, dice Del Monte, quien se quedó hace poco tiempo sin su
puesto de empleado de mantenimiento en Escobar, un municipio vecino a
Pilar, y hoy busca trabajos ocasionales, cortando el pasto de algún
jardín o ayudando en lo que sea.
Tanto
en Pilar como en Escobar, los asentamientos precarios se mezclan con
casas de descanso y barrios cerrados -lujosos en algunos casos y
siempre rodeados de rejas y con seguridad privada-, donde los
habitantes de los barrios pobres pueden conseguir trabajos
informales.
“Alano
no lo patentó para que se pudiera utilizar su diseño libremente.
Nosotros copiamos también su filosofía y subimos el manual del
colector solar a nuestra página de Facebook, de manera que cualquier
persona pueda acceder a él”, explica Castaño.
En
cuatro años, Sumando Energías ya ha construido e instalado 174
colectores solares en los alrededores de Buenos Aires.
Castaño
explica que el sistema de colectores solares con materiales
reutilizados fue diseñado en 2002 en Brasil por el mecánico jubilado José Alano, que lo hizo conocido en el sur de su país.
El
activista proyecta la vida útil de las unidades en 10 años o más,
pero puntualiza que como no tienen partes mecánicas, se potencia su
durabilidad. Además, Los usuarios pueden cambiar fácilmente alguna
de las botellas de plástico, cuando eventualmente se oscurezcan y ya
no cumplen su función de mantener el calor.
El
objetivo de la iniciativa no es solo darle una solución a familias
vulnerables sino además transmitir los conocimientos en energías
renovables a los voluntarios, quienes colaboran con 1.500 pesos (unos
33 dólares), que se utilizan para cubrir materiales.
“También
recibimos algunas donaciones de empresas, pero no aceptamos ningunas
de compañías vinculadas al negocio de los combustibles fósiles”,
aclara Castaño.
Sumando
Energías ahora está trabajando en prototipos de cocinas solares,
que permitan a familias como las que habitan el barrio Pinazo, la
mayoría con ingresos dependientes del mercado laboral informal,
cortar la dependencia de las garrafas de gas, cuyo rellenado cuesta
el equivalente a 10 dólares.
“Muchos
acá hemos tenido calentadores eléctricos de agua de 25 litros de
capacidad, pero suelen quemarse porque la tensión eléctrica no es
estable”, cuenta Verónica González, una mujer de 34 años que
vive en el barrio con su madre, sus tres hijas y una sobrina,
mientras corta botellas de plástico junto a los voluntarios
Su
familia está entre las últimas beneficiadas por el calentador solar
diseñado por Alano. “Cuando te lo cuentan por primera vez no
entendés de qué están hablando. Después te das cuenta de que es
una oportunidad que no se puede desaprovechar porque te cambia la
vida”, cuenta a IPS.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Daniel Gutman, Colectores solares y solidaridad cambian vidas en Argentina, 28 mayo 2019, Inter Press Service.
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