domingo, 13 de enero de 2019

¿Cuáles son los riesgos de la puesta a crítico del reactor de Embalse?



El mayor accidente que puede sufrir el reactor de Embalse es la pérdida del refrigerante primario, seguida de una excursión de potencia que puede desafiar la contención y provocar descargas no planificadas de material radiactivo al exterior.

por Cristian Basualdo

A las 8:08 am la tercera bomba también dejó de funcionar; recién entonces un técnico de la sala de control paró el reactor. Se encendieron las bombas de emergencia e impulsaron agua desde los tanques auxiliares a las tuberías. Había que mantener activa la circulación secundaria para enfriar rápidamente el reactor.

Pero se produjo un escape de agua: La válvula de la bomba V-62 no pudo cerrarse, en la sala de bombas un mecánico la golpeó con un martillo. Dos horas antes había tenido éxito con este método.

De repente falló el sello de una válvula auxiliar y escapó vapor radiactivo. Los operarios apenas podían ver mientras intentaban cerrar algunas válvulas de emergencia cuyos volantes no se movían. La circulación secundaria colapsó y el reactor comenzó a sobrecalentarse”.

El párrafo anterior es la reconstrucción del evento ocurrido en la Central Nuclear Embalse (CNE) el 30 de junio de 1983, realizada por la revista alemana Der Spiegel, sobre la base del reporte elevado por la Comisión Nacional de Energía Atómica a la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA). Sucedió durante el período de potencias crecientes del reactor, entre la primera puesta a crítico el 13 de marzo de 1983, y el inicio de las operaciones comerciales a plena potencia el 20 de enero de 1984.


En Argentina lo hizo público la Fundación para la Defensa del Ambiente (Funam); su presidente, Raúl Montenegro, dijo que se trató del accidente más serio sufrido por la CNE, afortunadamente sin emisiones radioactivas para el medio ambiente, “debido a una falla de una válvula, el agua en el circuito secundario se sobrecalentó. El sistema de enfriamiento se encendió incorrectamente, provocando vibraciones que causaron un desplazamiento de 20 centímetros en una tubería. Más de 3 horas después, los técnicos que trabajaban en la sala de bombas, rodeados de vapor y agua, lograron cerrar la válvula dañada con una herramienta que habían producido febrilmente en el lugar”, escribió Montenegro (1). Funam continuó difundiendo los accidentes de la central embalseña hasta la actualidad.

En 2016, durante la Audiencia Pública correspondiente al proyecto extensión de vida de la CNE, tuve la oportunidad de preguntar por aquel primer evento al ingeniero Ricardo Antonio Sainz, gerente del citado proyecto. Sainz señaló que se trató de un incidente normal durante la puesta en marcha de una central nuclear; además me entregó unas tarjetas con “tips” para los trabajadores de la industria nuclear, una de ellas sugiere que “en la toma de decisiones, las opciones o sus concecuencias no siempre están claras. En estas circunstancias hay que adoptar decisiones que minimicen los riesgos”.

Le dejo al lector que juzgue si se trató de un accidente serio, como sostiene Montenegro, o de un incidente normal, como sostiene Sainz. Una cosa es segura: el evento de 1983 dio lugar a un período de revisión del diseño del tren de alimentación y de procedimientos de mantenimiento. Como consecuencia, se agregó una bomba más de agua de alimentación de emergencia. La central aún estaba bajo responsabilididad del contratista principal.

Eventos, accidentes y pérdida del refrigerante

Después del evento analizado hasta aquí, ocurrieron otros durante el primer ciclo de operación de la CNE: en 1988 se produjo el ingreso de resinas al circuito primario de transporte de calor, debido a una rápida variación de frecuencia en la línea Rosario - Buenos Aires, que afectó el sistema primario de transporte de calor; al año siguiente se produjo la pérdida de energía eléctrica clase IV, que provocó la disminución de potencia del reactor y el disparo de la turbina por sobrevelocidad; cabe mencionar además la avería de 2 tubos de presión por una falla en una herramienta de inspección. Ninguno de los eventos mencionados tuvo relevancia en la Escala Internacional de Eventos Nucleares.

Además durante el primer ciclo de operación las descargas no planificadas de tritio fueron recurrentes, tanto líquidas al lago Embalse como en forma de vapor dentro de las instalaciones. Es interesante comparar el artículo de la revista Der Spiegel con el comunicado emitido por la Autoridad Regulatoria Nuclear sobre el evento radiactivo ocurrido en la misma central el 17 de noviembre de 2017; ambos fueron escritos con unos 30 años de diferencia y versan sobre errores de operación, fallas de válvulas y escapes de vapor radiactivo.

El viernes 4 de enero de 2019 a las 14 horas, Nucleoeléctrica Argentina SA, empresa estatal operadora de la CNE, anució la segunda puesta a crítico del reactor. El ingeniero Omar Semmoloni explicó a La Voz del Interior que “la central estaba con el reactor apagado y cero fisión nuclear. En las últimas horas se inició la salida de esa situación, para lo que hay que retirar de los canales de combustible dos químicos agregados, el boro y el gadolinio, que absorben neutrones e inhiben la fisión. Mientras se van retirando, lo que hay que lograr es que aumente la fisión nuclear hasta un estado de estabilidad permanente, que es lo que permite que el reactor entre en estado crítico, que es cuando genera ya de forma estable las fisiones y produce energía, primero en muy baja escala y luego aumentando paulatinamente”.


El mayor accidente que puede sufrir el reactor de Embalse es la pérdida del refrigerante primario (denominado en la literatura técnica Loss Of Coolant Accident, LOCA), seguida de una excursión de potencia que puede desafiar la contención y provocar descargas no planificadas de material radiactivo al exterior. Cuando se diseñaron los modelos de la flota actual de reactores, ya se habían producido accidentes graves en reactores de investigación y militares. Sin embargo la industria aceptó que la fusión del combustible ya no era un evento creíble.  Desarrolló un arte analítico para examinar el riesgo radiológico que representan las instalaciones nucleares, conocido como evaluación probabilística de riesgos (2).  Tomemos por ejemplo el documento "Central Nuclear Embalse: Estudio Probabilístico de Seguridad - Accidentes con pérdida de refrigerante primario", donde se indican las principales secuencias de fallas que pueden conducir a una fusión de núcleo después de un LOCA. Las roturas doble guillotina de las cañerías de mayor diámetro resultan en las mayores exigencias. La cuantificación de las secuencias de eventos da como resultado probabilidades de fusión de núcleo dentro del rango de valores que van de 1,3 por cada 100 mil años, hasta 7 por cada 10 millones de años.

La industria nuclear y sus reguladores quiere imponer esta visión aritmética que resta significancia a los accidentes graves si su frecuencia supuesta es muy baja, acompañada de una glosa científica y en ocasiones acusando de ignorantes a quienes la rechazan. Sin embargo se trata de una manifestación ideológica que refleja los valores e intereses subjetivos del lobby nuclear. La evaluación probabilística de riesgos centra su atención en un subconjunto de factores de riesgo que son fáciles de cuantificar.

En 1979 ocurrió el primero de los accidentes considerados increíbles, con la fusión parcial del reactor de la unidad 2 de Three Mile Island, en Estados Unidos. Charles Perrow, sociólogo de la Universidad de Yale, se inspiró en este hecho para desarrollar la teoría de los accidentes normales, que ofrece un análisis de los sistemas complejos desde un punto de vista de las ciencias sociales; consideró al accidente como una consecuencia de la inmensa complejidad del sistema, fue inesperado e inevitable.

El vicealmirante Castro Madero dio una entrevista al Canal 12 durante una de sus visitas a Embalse, y una de las preguntas estuvo relacionada con Three Mile Island y la seguridad de las centrales nucleares, - “Me permito aventurarme que esas pérdidas que se han producido no han introducido ningún peligro ni a la población ni al medio ambiente”, contestó el impulsor del plan nuclear argentino.


En 1986 se fusionó el reactor de la unidad 4 de Chernóbil, en Ucrania, y en 2011 las unidades 1, 2 y 3 de Fukushima Daiichi, Japón. En 32 años se fusionaron 5 reactores, en 3 países diferentes, con 3 modelos diferentes de reactores e involucraron eventos de inicio diferentes. La experiencia práctica arrojó una frecuencia de accidentes severos muy superior a la prevista por la industria nuclear, también demostró que un accidente de reactor puede tener consecuencias sustanciales y diversas, tales como cánceres fatales, contaminación de la tierra, desplazamiento de poblaciones, estrés social, crisis políticas políticas y daños económicos incalculables. La industria nuclear dejó lugares de la Tierra inhabitables, tal es el caso de la ciudad de Prípiat, construida para albergar a los trabajadores de la central de Chernóbil, o las ciudades de Tomioka, Namie y Futaba, en la prefectura de Fukushima.

La sociedad de riesgo nuclear

Nassim Taleb, investigador y financista libanés, elaboró la denominada teoría del cisne negro, para acontecimientos que presentan las siguientes características: rareza, impacto extremo y predictibilidad retrospectiva. En su libro "El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable" (2008), sostiene que al tratarse de acontecimientos poco comunes, no disponemos de suficientes observaciones para estimar su probabilidad con cierta precisión.

No intento cargar las tintas contra los análisis probabilísticos de riesgo, que han identificado deficiencias en el diseño, operación y mantenimiento de las centrales nucleares, algunas de ellas han sido corregidas, reduciendo así la probabilidad de descargas radiactivas. Además en el marco del proyecto extensión de vida de la CNE se realizaron modernos análisis probabilísticos de seguridad.

Las centrales nucleares son sistemas complejos, la incertidumbre es inherente a su desarrollo y es imposible a priori agotar el análisis experto. Ulrich Beck, profesor de la Universidad de Munich, advirtió que “quien después de Chernóbil y Fukushima siga afirmando que las nucleares son seguras, ignora que, empíricamente, hay que extraer la consecuencia exactamente opuesta: solo una cosa es segura, el próximo accidente nuclear a gran escala”. En su obra "La sociedad del riesgo global" (1999), dice que “la pregunta más importante es cómo tomar decisiones en condiciones de incerteza manufacturada, donde no sólo la base de conocimiento es incompleta, sino cuanto más y mejor conocimiento muchas veces significa más incerteza”.

Raúl Montenegro remarcó que en cualquier reactor nuclear puede pasar el peor accidente posible, y “en el caso particular del reactor de Embalse el riesgo es mucho mayor porque hay piezas y partes nuevas, junto a piezas y partes antiguas”. Por su parte, Greenpeace señaló que en el caso del máximo accidente nuclear posible en Embalse, se pondría en peligro a más de 4 millones de personas en un radio de 300 kilómetros a la redonda (3).

Simulacro de accidente nuclear en Embalse, dron para monitorear los niveles de emisiones de radiaciones ionizantes de radioisótopos artificiales depositados en la superficie, 27 de septiembre de 2018. Foto: Fuerza Aérea Argentina.

En los documentos oficiales el plan de emergencia de la CNE establece 3 kilómetros a la redonda de la planta como zona de evacuación y hasta 10 como zona de potencial impacto, con distribución de pastillas de ioduro de potasio para evitar la concentración de Iodo-131 (radiactivo) en la glándula tiroides, reduciendo la probabilidad de contraer cáncer. Se utilizaría un dron para monitorear los niveles de radiaciones ionizantes de radioisótopos artificiales depositados en la superficie.

Un video de Nucleoeléctrica enumera los beneficios del segundo ciclo de operación del reactor de Embalse: energía para 3 millones de argentinos, 35 megavatios extra producto de la repotenciación de la central, los puestos de trabajo y la no emisión de gases de efecto invernadero. No menciona el riesgo al que expone a una amplia región del centro del país.

Referencias
  1. Montenegro, R.A. 2007. The nuclear programme of Argentina and the creation of nuclear-free zones for reducing risks of nuclear facilities. In: Updating International Nuclear Law, Eds. H. Stockinger, J. Van Dyke, M. Geistlinger, S. K. Fussek y P. Marchart, Ed. NW Verlag, BMW Berliner Wissenschaftsverlag & Intersentia, Wien-Graz, pp. 259-284 
  2. Los anaĺisis probabilísticos de riesgo fueron desarrollados por la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos y por la posterior Comisión Reguladora Nuclear. En marzo de 1950 el gobierno norteamericano completó el informe WASH-3, el primero en considerar las posibles consecuencias de un accidente grave en una central nuclear. En marzo de 1957 se completó el informe WASH-740 titulado Posibilidades teóricas y consecuencias de accidentes importantes en grandes centrales nucleares, y subtitulado Teóricamente posible pero altamente improbable. Estimó una probabilidad para una fusión de núcleo de entre 1 en 100 mil a 1 en mil millones por año-reactor. 
  3. Gordon R. Thompson, Riesgos de Operar Reactores CANDU 6: El reacondicionamiento de Gentily-2 y sus implicancias globales, Institute for Resource and Security Studies, Greenpeace, Edición al español 2013, traducción al español Debra Jansen.

1 comentario:

  1. Habría que comparar los efectos sobre el medioambiente y el público que produjeron los distintos métodos de generar energía. La nuclear fue la más benévola y gracias al porcentaje de gases de efecto invernadero que contribuyó a NO emitir, los desastres ecológicos de hoy son menores de los que podrían haber sido (inundaciones, sequías, tornados por aumento de la temperatura de los mares, etc.)

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