El mayor accidente que puede sufrir el reactor de Embalse es la pérdida del refrigerante primario, seguida de una excursión de potencia que puede desafiar la contención y provocar descargas no planificadas de material radiactivo al exterior.
por
Cristian Basualdo
A
las 8:08 am la tercera bomba también dejó de funcionar; recién
entonces un técnico de la sala de control paró el reactor. Se
encendieron las bombas de emergencia e impulsaron agua desde los
tanques auxiliares a las tuberías. Había que mantener activa la
circulación secundaria para enfriar rápidamente el reactor.
Pero
se produjo un escape de agua: La válvula de la bomba V-62 no pudo
cerrarse, en la sala de bombas un mecánico la golpeó con un
martillo. Dos horas antes había tenido éxito con este método.
De
repente falló el sello de una válvula auxiliar y escapó vapor
radiactivo. Los operarios apenas podían ver mientras intentaban
cerrar algunas válvulas de emergencia cuyos volantes no se movían.
La circulación secundaria colapsó y el reactor comenzó a
sobrecalentarse”.
El
párrafo anterior es la reconstrucción del evento ocurrido en la
Central Nuclear Embalse (CNE) el 30 de junio de 1983, realizada por
la revista alemana Der Spiegel, sobre la base del reporte elevado por
la Comisión Nacional de Energía Atómica a la Organización
Internacional de Energía Atómica (OIEA). Sucedió durante el
período de potencias crecientes del reactor, entre la primera puesta
a crítico el 13 de marzo de 1983, y el inicio de las operaciones
comerciales a plena potencia el 20 de enero de 1984.
En
Argentina lo hizo público la Fundación para la Defensa del Ambiente
(Funam); su presidente, Raúl Montenegro, dijo que se trató del
accidente más serio sufrido por la CNE, afortunadamente sin
emisiones radioactivas para el medio ambiente, “debido a una falla
de una válvula, el agua en el circuito secundario se sobrecalentó.
El sistema de enfriamiento se encendió incorrectamente, provocando
vibraciones que causaron un desplazamiento de 20 centímetros en una
tubería. Más de 3 horas después, los técnicos que trabajaban en
la sala de bombas, rodeados de vapor y agua, lograron cerrar la
válvula dañada con una herramienta que habían producido
febrilmente en el lugar”, escribió Montenegro (1). Funam continuó
difundiendo los accidentes de la central embalseña hasta la actualidad.
En
2016, durante la Audiencia Pública correspondiente al proyecto
extensión de vida de la CNE, tuve la oportunidad de preguntar por
aquel primer evento al ingeniero Ricardo Antonio Sainz, gerente del
citado proyecto. Sainz señaló que se trató de un incidente normal
durante la puesta en marcha de una central nuclear; además me
entregó unas tarjetas con “tips” para los trabajadores de la
industria nuclear, una de ellas sugiere que “en la toma de
decisiones, las opciones o sus concecuencias no siempre están
claras. En estas circunstancias hay que adoptar decisiones que
minimicen los riesgos”.
Le
dejo al lector que juzgue si se trató de un accidente serio, como
sostiene Montenegro, o de un incidente normal, como sostiene Sainz.
Una cosa es segura: el evento de 1983 dio lugar a un período de
revisión del diseño del tren de alimentación y de procedimientos
de mantenimiento. Como consecuencia, se agregó una bomba más de
agua de alimentación de emergencia. La central aún estaba bajo
responsabilididad del contratista principal.
Eventos,
accidentes y pérdida del refrigerante
Después
del evento analizado hasta aquí, ocurrieron otros durante el primer
ciclo de operación de la CNE: en 1988 se produjo el ingreso de
resinas al circuito primario de transporte de calor, debido a una
rápida variación de frecuencia en la línea Rosario - Buenos Aires,
que afectó el sistema primario de transporte de calor; al año
siguiente se produjo la pérdida de energía eléctrica clase IV, que
provocó la disminución de potencia del reactor y el disparo de la
turbina por sobrevelocidad; cabe mencionar además la avería de 2
tubos de presión por una falla en una herramienta de inspección.
Ninguno de los eventos mencionados tuvo relevancia en la Escala
Internacional de Eventos Nucleares.
Además
durante el primer ciclo de operación las descargas no planificadas
de tritio fueron recurrentes, tanto líquidas al lago Embalse como en
forma de vapor dentro de las instalaciones. Es interesante comparar
el artículo de la revista Der Spiegel con el comunicado emitido por la Autoridad Regulatoria Nuclear sobre el evento radiactivo ocurrido
en la misma central el 17 de noviembre de 2017; ambos fueron escritos
con unos 30 años de diferencia y versan sobre errores de operación,
fallas de válvulas y escapes de vapor radiactivo.
El
viernes 4 de enero de 2019 a las 14 horas, Nucleoeléctrica Argentina
SA, empresa estatal operadora de la CNE, anució la segunda puesta a
crítico del reactor. El ingeniero Omar Semmoloni explicó a La Voz del Interior que “la central estaba con el reactor apagado y cero
fisión nuclear. En las últimas horas se inició la salida de esa
situación, para lo que hay que retirar de los canales de combustible
dos químicos agregados, el boro y el gadolinio, que absorben
neutrones e inhiben la fisión. Mientras se van retirando, lo que hay
que lograr es que aumente la fisión nuclear hasta un estado de
estabilidad permanente, que es lo que permite que el reactor entre en
estado crítico, que es cuando genera ya de forma estable las
fisiones y produce energía, primero en muy baja escala y luego
aumentando paulatinamente”.
Hoy a las 14:00 hs alcanzamos con éxito la puesta a crítico en el reactor de la Central Nuclear Embalse. La planta retorna al servicio por un nuevo ciclo de 30 años y muy pronto suministrará energía a la red eléctrica. Más info en https://t.co/VUm4Qjfcnb @jgadano @CANDUOwnersGrp pic.twitter.com/9BbWaHJjpi— Nucleoeléctrica (@Nucleoelectrica) 4 de enero de 2019
El
mayor accidente que puede sufrir el reactor de Embalse es la pérdida
del refrigerante primario (denominado en la literatura técnica Loss
Of Coolant Accident, LOCA), seguida de una excursión de potencia que
puede desafiar la contención y provocar descargas no planificadas de
material radiactivo al exterior. Cuando se diseñaron los modelos de la flota actual de reactores, ya se habían producido accidentes graves en reactores de investigación y militares. Sin embargo la industria aceptó que la fusión del combustible ya no era un evento creíble. Desarrolló un arte analítico para examinar el riesgo
radiológico que representan las instalaciones nucleares, conocido como
evaluación probabilística de riesgos (2). Tomemos
por ejemplo el documento "Central Nuclear Embalse: Estudio Probabilístico de Seguridad - Accidentes con pérdida de refrigerante primario", donde se indican las principales
secuencias de fallas que pueden conducir a una fusión de núcleo
después de un LOCA. Las roturas doble guillotina de las cañerías
de mayor diámetro resultan en las mayores exigencias. La
cuantificación de las secuencias de eventos da como resultado
probabilidades de fusión de núcleo dentro del rango de valores que
van de 1,3 por cada 100 mil años, hasta 7 por cada 10 millones de
años.
La industria nuclear y sus reguladores quiere imponer esta visión aritmética que resta significancia a los accidentes graves si su frecuencia supuesta es muy baja, acompañada de una glosa científica y en ocasiones acusando de ignorantes a quienes la rechazan. Sin embargo se trata de una manifestación ideológica que refleja los valores e intereses subjetivos del lobby nuclear. La evaluación probabilística de riesgos centra su atención en un subconjunto de factores de riesgo que son fáciles de cuantificar.
La industria nuclear y sus reguladores quiere imponer esta visión aritmética que resta significancia a los accidentes graves si su frecuencia supuesta es muy baja, acompañada de una glosa científica y en ocasiones acusando de ignorantes a quienes la rechazan. Sin embargo se trata de una manifestación ideológica que refleja los valores e intereses subjetivos del lobby nuclear. La evaluación probabilística de riesgos centra su atención en un subconjunto de factores de riesgo que son fáciles de cuantificar.
En
1979 ocurrió el primero de los accidentes considerados increíbles,
con la fusión parcial del reactor de la unidad 2 de Three Mile
Island, en Estados Unidos. Charles Perrow, sociólogo de la
Universidad de Yale, se inspiró en este hecho para desarrollar la
teoría de los accidentes normales, que ofrece un análisis de los
sistemas complejos desde un punto de vista de las ciencias sociales;
consideró al accidente como una consecuencia de la inmensa
complejidad del sistema, fue inesperado e inevitable.
El
vicealmirante Castro Madero dio una entrevista al Canal 12 durante
una de sus visitas a Embalse, y una de las preguntas estuvo
relacionada con Three Mile Island y la seguridad de las centrales
nucleares, - “Me permito aventurarme que esas pérdidas que se han
producido no han introducido ningún peligro ni a la población ni al
medio ambiente”, contestó el impulsor del plan nuclear argentino.
En
1986 se fusionó el reactor de la unidad 4 de Chernóbil, en Ucrania,
y en 2011 las unidades 1, 2 y 3 de Fukushima Daiichi, Japón. En 32 años se fusionaron 5 reactores, en 3 países diferentes, con 3 modelos diferentes de reactores e involucraron eventos de inicio diferentes. La experiencia
práctica arrojó una frecuencia de accidentes severos muy superior a
la prevista por la industria nuclear, también
demostró que un accidente de reactor puede tener consecuencias
sustanciales y diversas, tales como cánceres fatales, contaminación de
la tierra, desplazamiento de poblaciones, estrés social, crisis políticas
políticas y daños económicos incalculables. La industria nuclear dejó lugares de la
Tierra inhabitables, tal es el caso de la ciudad de Prípiat,
construida para albergar a los trabajadores de la central de
Chernóbil, o las ciudades de Tomioka, Namie y Futaba, en la
prefectura de Fukushima.
La
sociedad de riesgo nuclear
Nassim
Taleb, investigador y financista libanés, elaboró la denominada
teoría del cisne negro, para acontecimientos que presentan las
siguientes características: rareza, impacto extremo y
predictibilidad retrospectiva. En su libro "El cisne negro: el
impacto de lo altamente improbable" (2008), sostiene que al
tratarse de acontecimientos poco comunes, no disponemos de
suficientes observaciones para estimar su probabilidad con cierta
precisión.
No
intento cargar las tintas contra los análisis probabilísticos de riesgo, que han identificado deficiencias en el diseño, operación y
mantenimiento de las centrales nucleares, algunas de ellas han
sido corregidas, reduciendo así la probabilidad de descargas
radiactivas. Además en el marco del proyecto extensión de vida de
la CNE se realizaron modernos análisis probabilísticos de
seguridad.
Las
centrales nucleares son sistemas complejos, la incertidumbre es
inherente a su desarrollo y es imposible a priori agotar el análisis
experto. Ulrich Beck, profesor de la Universidad de Munich, advirtió
que “quien después de Chernóbil y Fukushima siga afirmando que
las nucleares son seguras, ignora que, empíricamente, hay que
extraer la consecuencia exactamente opuesta: solo una cosa es segura,
el próximo accidente nuclear a gran escala”. En su obra "La
sociedad del riesgo global" (1999), dice que “la pregunta más
importante es cómo tomar decisiones en condiciones de incerteza
manufacturada, donde no sólo la base de conocimiento es incompleta,
sino cuanto más y mejor conocimiento muchas veces significa más
incerteza”.
Raúl
Montenegro remarcó que en cualquier reactor nuclear puede pasar el
peor accidente posible, y “en el caso particular del reactor de
Embalse el riesgo es mucho mayor porque hay piezas y partes nuevas,
junto a piezas y partes antiguas”. Por su parte, Greenpeace señaló
que en el caso del máximo accidente nuclear posible en Embalse, se
pondría en peligro a más de 4 millones de personas en un radio de
300 kilómetros a la redonda (3).
En
los documentos oficiales el plan de emergencia de la CNE establece 3
kilómetros a la redonda de la planta como zona de evacuación y
hasta 10 como zona de potencial impacto, con distribución de
pastillas de ioduro de potasio para evitar la concentración de
Iodo-131 (radiactivo) en la glándula tiroides, reduciendo la
probabilidad de contraer cáncer. Se utilizaría un dron para monitorear los niveles de radiaciones ionizantes de radioisótopos
artificiales depositados en la superficie.
Un
video de Nucleoeléctrica enumera los beneficios del segundo ciclo de
operación del reactor de Embalse: energía para 3 millones de
argentinos, 35 megavatios extra producto de la repotenciación de la
central, los puestos de trabajo y la no emisión de gases de efecto
invernadero. No menciona el riesgo al que expone a una amplia región
del centro del país.
Referencias
- Montenegro, R.A. 2007. The nuclear programme of Argentina and the creation of nuclear-free zones for reducing risks of nuclear facilities. In: Updating International Nuclear Law, Eds. H. Stockinger, J. Van Dyke, M. Geistlinger, S. K. Fussek y P. Marchart, Ed. NW Verlag, BMW Berliner Wissenschaftsverlag & Intersentia, Wien-Graz, pp. 259-284
- Los anaĺisis probabilísticos de riesgo fueron desarrollados por la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos y por la posterior Comisión Reguladora Nuclear. En marzo de 1950 el gobierno norteamericano completó el informe WASH-3, el primero en considerar las posibles consecuencias de un accidente grave en una central nuclear. En marzo de 1957 se completó el informe WASH-740 titulado Posibilidades teóricas y consecuencias de accidentes importantes en grandes centrales nucleares, y subtitulado Teóricamente posible pero altamente improbable. Estimó una probabilidad para una fusión de núcleo de entre 1 en 100 mil a 1 en mil millones por año-reactor.
- Gordon R. Thompson, Riesgos de Operar Reactores CANDU 6: El reacondicionamiento de Gentily-2 y sus implicancias globales, Institute for Resource and Security Studies, Greenpeace, Edición al español 2013, traducción al español Debra Jansen.
Habría que comparar los efectos sobre el medioambiente y el público que produjeron los distintos métodos de generar energía. La nuclear fue la más benévola y gracias al porcentaje de gases de efecto invernadero que contribuyó a NO emitir, los desastres ecológicos de hoy son menores de los que podrían haber sido (inundaciones, sequías, tornados por aumento de la temperatura de los mares, etc.)
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