San Francisco del
Monte de Oro, el pueblo que rechaza la megaminería de litio. El proyecto de
una minera australiana despertó la alarma de un pueblo, que recurre
a expertos para informarse y decidir.
por Pablo Esteban
San Francisco del
Monte de Oro se encuentra en el centro-norte de San Luis, a 100
kilómetros de la capital provincial. Tiene aproximadamente 3 mil
habitantes que, tradicionalmente, desarrollaron actividades
agropecuarias en un escenario casi virgen, rodeado de sierras,
montes, una frondosa flora y una fauna bien diversa que incluye desde
jabalíes hasta cóndores. El paisaje se completa con cinco ríos
caudalosos que constituyen la reserva hídrica, que alimenta la
naturaleza puntana y convirtió al sitio en un emergente destino
turístico.
El equilibrio
vecinal se vio trastocado cuando comenzaron a correr los rumores de
que la empresa australiana Latin Resources tenía intenciones de
explotar el litio de Géminis, una mina que se ubica a 8 kilómetros
del municipio de la ciudad y de la plaza principal. De inmediato, la
comunidad comenzó a moverse y a solicitar el auxilio de informes
técnicos a especialistas y científicos de la zona. “En pleno
2018, todavía tomamos agua directamente de los ríos y eso es
impagable. Por eso, apenas advertimos las intenciones de esta
compañía nos preocupamos por su posible contaminación a partir de
la explotación minera a cielo abierto. La sierra es muy rica, está
llena de minerales y aunque la empresa señala que no contaminará,
nosotros sabemos que no es así y buscamos el apoyo de personas que
pudieran estudiar el caso y confirmar nuestros temores”, señala
Diego Otero, referente del grupo de vecinos autoconvocados.
El desembarco de
Latin Resources se enmarca en una situación nacional definida. Según
el especialista del Conicet Bruno Fornillo, “Argentina se erigió
como el país que ofrece las condiciones más ventajosas para que las
corporaciones globales, ávidas de contar con el insumo, se instalen
en el territorio”. El litio se rige por el código minero
menemista, que ofrece amplias facilidades y garantías para el
establecimiento de empresas extractivas internacionales porque las
regalías que pagan son exiguas. No tienen restricciones para la
exportación directa del carbonato de litio. Los actores extranjeros
se reservan su área para una eventual explotación en el futuro. Se
genera, de esta manera, una suerte de mercado financiero
inmobiliario.
A mediados del
siglo XX, la explotación de Géminis se realizaba de manera
artesanal, con pico, pala y auxilio de burros para transportar apenas
2 mil kilos de material al mes. En la actualidad, los vecinos se
organizan porque saben que cualquier proceso extractivo a gran escala
implica una transformación en el medioambiente.
El litio es un
metal que, principalmente, se halla en salmueras naturales:
pegmatitas, pozos petrolíferos, campos geotermales y agua de mar. Su
mercado es creciente, la demanda aumenta año tras año y se estima
un crecimiento promedio de entre 10 por ciento y 12 por ciento anual
en los próximos 5 años. Se utiliza para baterías, cerámica y
vidrios, grasas y lubricantes, en la industria metalúrgica y como
psicofármaco. Existen dos formas de extracción básica del mineral:
una, la más conocida, a través de salinas (es lo que ocurre con los
salares que componen el triángulo Argentina, Bolivia y Chile) y
otra, a partir de rocas duras. Este último caso corresponde a lo que
sucede en San Francisco, donde el “oro blanco” se extrae del
espodumeno. “El litio solo representa el 7 por ciento del
espodumeno, con lo cual se prevé un movimiento de rocas demasiado
importante para la cantidad del recurso que se puede llegar a
aprovechar. Para una empresa como Latin Resources es fundamental
desarrollar un modelo de explotación capaz de mover un volumen de
material que justifique su inversión”, dice Emilio Ahumada, Doctor
en Ciencias Geológicas (Universidad Nacional de San Luis) y
referente cuyo estudio técnico fue solicitado por los vecinos de la
zona. Y completa: “En la explotación a cielo abierto se perforan
las rocas, se insertan dinamitas y se explotan para transportar el
material a un procesamiento de molienda y poder separar el litio del
resto de los componentes residuales”.
Otro conflicto
subyace con los recursos descartados: “Cuando se fractura la roca
se produce la exposición de los minerales al medioambiente y se
generan grandes pasivos ambientales: toneladas de material destruido
que quedan en el lugar como esqueletos que nadie quiere trasladar”,
apunta Juan Arbia, médico toxicólogo (UBA) que ejerce su profesión
en el hospital de la ciudad. Latin Resources, en este sentido,
notificó que realizará un socavón de 300x500 metros, lo que
equivale a abrir en la sierra un agujero del tamaño de una cancha de
fútbol, sin tener en cuenta transformaciones vinculadas a la
generación de rutas de acceso y demás edificaciones necesarias para
el proceso extractivo. Hace un tiempo, sin permiso gubernamental se
generó un camino de acceso hacia la mina de 12 kilómetros, que
generó desmonte y una destrucción paisajística considerable.
“El litio se
emplea como psicofármaco para pacientes con trastornos bipolares.
Liberar al aire este tipo mineral a partir de explosiones y
posibilitar su interacción con el agua es bastante preocupante, en
la medida en que podría generar un impacto tanto en los ecosistemas
marinos -causando la mortandad de peces-, así como también
producir trastornos emocionales en las personas”, destaca Emilio
Ahumada.
En su página, la
empresa declara tener el apoyo de las comunidades aledañas, algo
falso, ya que en ningún momento se reunió con ningún vecino ni
autoridad municipal. “Junto al Concejo Deliberante estamos
denunciando esta situación, aquí no hay ningún acuerdo firmado con
los vecinos. Están haciendo lobby y buscan limpiar su imagen para
atraer grupos inversores que apoyen el proyecto”, concluye Otero.
Fuentes:
Pablo Esteban poesteban@gmail.com, Una alianza de científicos y vecinos, 26/12/18, Página/12. Consultado 26/12/18.
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