La iniciativa
acota el uso libre y gratuito de las semillas, además de reconocerle
potestad a las compañías sobre las especies manipuladas
genéticamente.
El Gobierno puso
primera y se alzó con el aval para tratar en recinto la modificación
a la actual Ley de Semillas.
El marco en
cuestión establece la privatización del insumo a partir de aspectos
como la limitación del denominado “derecho de uso propio”. Este
último es un ítem clave en la normativa vigente, sancionada en
1973.
En concreto, el
“derecho de uso propio” permite al agricultor volver a sembrar el
resultado de sus cosechas o el sobrante de la campaña.
La iniciativa,
que apunta a convertirse en ley, establece regalías por la
“reutilización” del producto, además del pago de “derechos de
propiedad intelectual” con la compra de las semillas. De esta
forma, el insumo queda gravado de un “copyright” hasta ahora no
contemplado en la legislación.
“Es la frutilla
del postre que se inició en los años 90 con la irrupción de la
soja transgénica. Esto que ocurre ahora viene a cerrar el capítulo
de aquellos años. Implica privatizar el sistema agropecuario
argentino. Si esto se aprueba luego en el recinto, bueno, será muy
difícil desarmar este andamiaje legal en los próximos años”,
advirtió ante iProfesional Enrique Viale, abogado ambientalista.
Varios escalones
por encima de multinacionales como Syngenta, Bayer y Monsanto dominan
a nivel nacional de las semillas manipuladas para resistir
agrotóxicos en lo que hace a soja -a través de las variedades RR
e Intacta-, maíz -Mon 810 y NK603- o algodón -Mon 1445 y
Mon 531-. Y aguardan por una legislación que les garantice el
cobro de regalías para el lanzamiento de una amplia batería de
nuevos transgénicos.
“Más allá de
otros detalles, lo más relevante es que la ley nueva acotará el uso
propio, libre y gratuito, de las semillas. La legislación vigente
habilita justamente esta libertad, permite sembrar sin estar pagando
regalías todo el tiempo. Si esto se aprueba, los productores ya no
podrán contar con esa opción y deberán pagar cada vez que usen la
semilla”, dijo a iProfesional Tamara Perelmuter, investigadora del
CONICET.
Poder de policía
Con vistas a
resultar aprobada antes de fin de año, la normativa otorga poder de
policía al Instituto Nacional de Semillas (INASE), el cual ante el
pedido de las compañías que consideren vulnerados sus "derechos
de propiedad intelectual" tendrá “acceso a cualquier cultivo
o producto de la cosecha en cualquier lugar en que se encuentre…”.
El texto del
proyecto que acaba de obtener dictamen, y al que iProfesional pudo
acceder en las últimas horas, anticipa además que el INASE “podrá
disponer la toma de muestras en cualquier etapa de la cadena de
producción para determinar analíticamente la variedad utilizada y
cualquier otro parámetro que resulta de interés a los fines de esta
ley”.
La iniciativa
incorpora figuras a tono con la consideración de la semilla como
“material vegetal” antes que una vida. De esa forma, establece
categorías como “Creación fitogenética” para definir a los
transgénicos, “Obtentor” para los privados que manipulan el ADN
de estas especies, “Evento” -la modificación genética en sí
misma-, y “Biotecnología” -la técnica de manipulación de
ADN utilizada-, entre otras.
Esta variación
en la normativa que propone el texto dará respuesta a los reclamos
de compañías que en más de una oportunidad han expuesto
públicamente la decisión de no lanzar determinadas semillas hasta
tanto se garantice el cobro de regalías.
Monsanto sostiene
esa queja incluso desde los tiempos de Néstor Kirchner al frente del
Ejecutivo nacional. A ese malestar se le sumaron, en los últimos
años, incluso compañías de “ADN” local como Bioceres.
Una exigencia
longeva
Bayer-Monsanto
predomina en toda la tecnología aplicada a la soja que hoy se vende
en la Argentina. Las variedades modificadas llegan a los productores
a través de las semillas que luego desarrollan compañías como Don
Mario y Nidera.
Monsanto
introdujo su primera semilla transgénica en 1996. Lo hizo a través
de RR -"Roundup Ready"-, que incorpora resistencia al
glifosato.
A partir del
2000, Monsanto se focalizó en la obtención de regalías por la
biotecnología aplicada a los cultivos.
Sin embargo,
cuando Monsanto quiso exigir pagos por estas modificaciones
genéticas, fue demasiado tarde: nunca se le reconoció la patente de
la RR en la Argentina y de ahí que no pudo alzarse con regalías
derivadas de su producto.
Entonces, la
firma orientó su negocio a la comercialización de pesticidas, lo
cual le garantiza hasta hoy ganancias multimillonarias.
En instancias
previas al lanzamiento comercial de otro producto -en este caso
Intacta-, la firma no quiso volver a pasar por la experiencia que
debió transitar en los años 90. Es por eso que en 2014 comenzó a
ajustar los controles de las exportaciones con el propósito de
erradicar la “piratería” de su nueva genética.
Mientras tanto,
la compañía nunca dejó de pedir por un marco que le garantice
cobros por propiedad intelectual.
Fuente:
Obtuvo dictamen el proyecto que modifica la Ley de Semillas, 13/11/18, iProfesional.
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