La presidenta de
la Asamblea General de la ONU reconoce que crece la brecha de la
desigualdad e insta a ejecutar un cambio redistributivo y cultural
que garantice formas sostenibles de producción y consumo.
por Ángeles
Lucas
El viento en Roma
va a una velocidad de 40 kilómetros por hora. De camino al Vaticano
hay un árbol caído por el temporal y señales de tráfico en el
suelo. La alcaldesa de la ciudad ha ordenado que los menores no vayan
al colegio y los tozudos turistas se las ingenian para que no se les
rompan los paraguas. En este inquietante día, la presidenta de la
Asamblea General de la ONU, María Fernanda Espinosa, se acaba de
entrevistar con el papa Francisco para hablar de cambio climático,
migraciones, juventud y trabajo decente. “Es realmente edificante
ver su fuerte compromiso con el multilateralismo y las Naciones
Unidas, con temas tan apremiantes como los derechos de los refugiados
y los migrantes, coincidimos en que es necesaria una migración
ordenada, regulada y de garantía de derechos. Está preocupado
también por el cambio climático y es un gran abogado del combate a
los plásticos de un solo uso”, menciona la presidenta, exministra
de Defensa y Relaciones Exteriores de Ecuador, diplomática y
poetisa.
Espinosa cuenta
en su trayectoria con estudios de la Amazonia, un territorio que, a
9.500 kilómetros de Roma está en vilo por la reciente victoria en Brasil del ultra Jair Bolsonaro y su debilidad en el compromiso
contra el cambio climático y por el medio ambiente. Una postura que
choca, entre otras, con los principios que defiende la ONU. “En las
democracias hay que respetar la decisión de los pueblos. Es de
esperar que las nuevas autoridades de Brasil se comprometan con el
multilateralismo, con la agenda internacional, y sean aliados
estratégicos en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS), en el combate contra la pobreza, la exclusión, por
los derechos de los pueblos indígenas, el rol de las mujeres en el
desarrollo, en la política,en la lucha contra todas las violencias
de mujeres y niñas, contra el hambre… Todas estas cosas que van
más allá de un país específico, pero que son parte de la agenda
de la ONU y temas muy importantes para Brasil”, concluye.
Espinosa menciona
el hambre, una vergüenza mundial que ha aumentado en los últimos
tres años hasta alcanzar las 821 personas subalimentadas, mientras
que 796 millones sufren obesidad y 2.200 millones tienen sobrepeso.
Una realidad simultánea a la de esos 1.300 millones de toneladas de
comida que terminan en la basura cada año (un tercio de la
producción total), según los últimos datos de FAO (Agencia de la
ONU para la Alimentación y la Agricultura), organización que tiene
su sede en Roma y, a su vez, un fuerte vínculo con Brasil. El
director general de la entidad, José Graziano da Silva, fue ministro
Especial de Seguridad Alimentaria y Lucha contra el Hambre de Brasil
durante el Gobierno de Lula Da Silva e impulsó allí el programa
Hambre Cero, que se estima que benefició a más de 30 millones de
personas. La clave para Graziano es la voluntad política. Según sus
cálculos, si se priorizara la lucha contra la desnutrición en las
agendas gubernamentales, como se ha reclamado estos días en la
Cumbre Parlamentaria Mundial contra el Hambre y la Malnutrición celebrada en Madrid, el hambre podría erradicarse en 2030. Haría
falta para ello una inversión de 232.000 millones de euros al año
en el mundo de 2016 a 2030.
“Hay
despilfarro. Mientras se botan los alimentos diariamente, hay
personas que están muriendo de hambre en el mundo de manera literal.
Las brechas de desigualdad siguen creciendo en el mundo. Se necesita
un reajuste redistributivo, un cambio cultural que garantice formas
sostenibles de producción y consumo. Todos los esfuerzos de
crecimiento de las economías están orientados a incrementar la
franja de consumidores, para todo. Y resulta que hay topes y ya
estamos llegando a esos topes para un consumo voraz y de
despilfarro”, señala Espinosa, que destaca que en Ecuador se lanzó
una de las primeras iniciativas de etiquetado de alimentos para
informar a los usuarios. “Es una de las políticas de etiquetado
entre las consideradas más exitosas del mundo y ha reducido los
niveles de obesidad en los niños de manera dramática”, indica la
presidenta, que en su mandato se ha planteado trabajar siete prioridades por los siete días a la semana: el trabajo decente; los
derechos de las personas con discapacidad; la acción ambiental; los
migrantes y refugiados; la equidad de género; la juventud, la paz y
la seguridad, y la reforma de la ONU.
Prácticamente
todas están interrelacionadas entre sí. El cambio climático incide
en los territorios, que a su vez impactan en la seguridad
alimentaria, en el empleo que se genera en esa zona, en las
migraciones de la juventud y en las condiciones de trabajo... Otro
informe reciente de la FAO indica que la subida de temperaturas perjudicará el comercio de las zonas en desarrollo y aumentará las
exportaciones de los países ricos, y la dependencia de los países
del sur, una dinámica que apunta a continuar, según se vislumbra
por la fragilidad de los compromisos de los países en el Acuerdo de
París para reducir las emisiones. "Ese compromiso tiene ya tres
años y no se ponen de acuerdo en repartir el trabajo", reclama
Espinosa, quien pone sus esperanzas en la próxima conferencia sobre cambio climático de Katowice este diciembre. "La cuenta del
cambio climático está mal distribuida. ¿Quién va a pagar la
adaptación y mitigación, sobre todo en los países del Sur? También
está la transferencia de tecnología baja en carbono, y multiplicar
la capacidad de los países sobre todo del sur, para hacerlos más
resilientes. Habrá grandes inundaciones, sequías, escasez...",
prevé.
Las mismas
esperanzas tiene en la cumbre de alto nivel a celebrarse en Marrakech
sobre el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular,
también en diciembre. "La tarea es gigante y requiere
obviamente que se sume toda la comunidad internacional. No se puede
afrontar el tema de la migración en aislamiento como tampoco el
cambio climático. Por su propia naturaleza son cuestiones
transfronterizas, globales". Alerta la presidenta de la
necesidad de un equilibrio geográfico para reforzar las ciudades
intermedias. "Se requieren mecanismos que eviten la migración
masiva del campo a la ciudad, algo que también pone en riesgo la
seguridad alimentaria. Las megaciudades ya no están en el norte,
están en el sur, son las que más crecen", apunta.
La lucha por el
trabajo decente se le presenta entonces como un fuerte desafío.
"Datos del Banco Mundial señalan que para el año 2030 debemos
crear alrededor de 600 millones de puestos para poder cumplir con los
ODS. ¿De dónde van a venir? Hay que hacer un compromiso y
adaptarnos a la modificación de los mercados, a los impactos de las
nuevas tecnologías. Hay que garantizar educación universal y de
buena calidad para los jóvenes. El sector público tiene un espacio
y una responsabilidad, pero es el sector privado, son las inversiones
las que tienen un mandato ético de generar las oportunidades para
los jóvenes. Los adultos deben crear espacios de deliberación
conjunta", reclama. También está la diferencia por zonas. En
el ámbito rural abunda la precarización y no suelen estar las
universidades. En el supuesto de que se encontrara ahora a una universitaria de Kenia, cuya familia de zona rural ha hecho todo el
esfuerzo del mundo para que pueda estudiar una carrera. ¿Qué sería
lo más óptimo que hiciera? "Primero, que estamos en el momento
de la especialización. También le diría que hiciera redes con
otros jóvenes, que tienen la posibilidad de articular y organizar
movimientos que superen las voces aisladas y lleguen a la
participación política", responde.
Enlaza así con
otras de sus prioridades: "Soy la cuarta mujer en 73 años en
asumir la presidencia de la Asamblea General. No es mucho ¿no? Se ha
comprobado que cuando la mujer tiene oportunidades en la economía el
PIB puede subir porque son más productivas. Y estamos empujando
fuertemente porque en las operaciones de mantenimiento de la paz haya
más mujeres, porque se ha demostrado que su participación es
transformadora. Hay cosas concretas más allá de cualquier
esencialismo, de una visión romántica… Donde están las mujeres,
por lo general, hay mejores resultados y las mujeres son
extremadamente productivas, creativas, competentes y capaces de hacer
la diferencia en todos los espacios".
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Fuente:
Ángeles Lucas, “Hay topes y ya estamos llegando a ellos con un consumo voraz y de despilfarro”, 01/11/18, El País. Consultado 03/11/18.
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