Un estudio piloto demuestra que las heces de personas de varios países contenían partículas de una decena de plásticos.
por Miguel Ángel
Criado
Muestras de heces
de personas de países tan distantes y distintos como Reino Unido,
Italia, Rusia o Japón contenían partículas de policloruro de
vinilo (PVC), polipropileno, tereftalato de polietileno (PET) y hasta
una decena de plásticos diferentes. Aunque se trata de un estudio
piloto con un grupo reducido de personas, la diversidad geográfica
de los participantes y de tipos de plástico identificados lleva a
los autores de la investigación a destacar la urgencia de determinar
el impacto de estos materiales en la salud humana.
Desde los años
sesenta del siglo pasado la producción de plásticos ha crecido casi
un 9% cada año. Solo en 2015 se produjeron 322 millones de
toneladas, según datos de la ONU. Más tarde o más temprano buena
parte de ese plástico acaba en el medio ambiente, en particular en
los mares: unos ocho millones de toneladas al año. La acción del
agua, los microorganismos y la luz solar van degradando el plástico
hasta reducirlo a pequeñas partículas de unas pocas micras de
longitud (una micra equivale a la milésima parte de un milímetro).
Algunas son tan pequeñas que el plancton microscópico las confunde
con comida. Hasta hace poco, las microesferas presentes en diversos productos de cosmética no necesitaban de la erosión para ser un
problema, pero su progresiva retirada de los productos está
minimizando su impacto.
El resto de la
historia es conocido: el pez grande se come al chico. Era cuestión
de tiempo que el plástico creado por los humanos volviera a ellos.
El estudio, presentado este martes en un congreso de gastroenterología que se está celebrando en Viena (Austria), contó
con la participación de ocho voluntarios de otros tantos países,
entre los que están, aparte de los citados, Finlandia, Polonia,
Países Bajos y la propia Austria. Durante una semana tenían que
comer y beber lo de siempre, anotando todo lo que ingerían, si era
fresco o el tipo de envase que contenía los alimentos. Al cabo de
ese tiempo, investigadores de la Universidad Médica de Viena y la
agencia estatal para el medio ambiente del país alpino tomaron
muestras de sus heces.
Los resultados
muestran que, de los 10 plásticos buscados, encontraron nueve de
ellos. Los más comunes fueron el propileno, básico en los envases
de leches y zumos, y el PET, del que están hechas la mayoría de las
botellas de plástico. La longitud de las partículas oscilaba entre
las 50 y las 500 micras. Y, de media, los investigadores encontraron
20 microplásticos por cada 10 gramos de materia fecal. Por el diario
que llevaron los participantes, se sabe que todos consumieron algún
alimento envasado y al menos seis comieron pescado. Pero la
investigación no pudo determinar el origen de las partículas
halladas en las muestras.
"Es el
primer estudio de este tipo y confirma lo que veníamos sospechando
desde hace tiempo, que los plásticos acaban llegando al intestino",
dice en una nota Philipp Schwabl, gastroenterólogo y hepatólogo de
la Universidad Médica de Viena y principal autor del estudio.
"Aunque en estudios en animales la mayor concentración de
plásticos se ha localizado en el intestino, las partículas de
microplástico más pequeñas pueden entrar en el torrente sanguíneo,
el sistema linfático e incluso alcanzar el hígado", añade,
concluyendo que urge investigar para saber "lo que esto implica
para la salud humana".
Un informe de
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) de
2016 recopilaba los datos sobre presencia de microplásticos en la
vida marina: hasta 800 especies de moluscos, crustáceos y peces ya
saben lo que es comer plástico. Aunque la gran mayoría de las
partículas se queda en el aparato digestivo, parte del pescado que
se descarta al comerlo, existe el riesgo de ingestión en el caso del
que se coma entero, como mariscos, bivalvos o peces más pequeños.
También, un estudio publicado por Greenpeace la semana pasada
mostraba que, en particular en Asia, la gran mayoría de la sal marina de uso doméstico contenía microplásticos.
Pero la pregunta
que la ciencia aún debe responder es a partir de qué cantidad
ingerida el plástico puede ser un problema para la salud humana.
Aquí, hay dos riesgos, por un lado el impacto de la presencia física
de las partículas plásticas y, por el otro, la posible toxicidad de
sus componentes químicos. El pasado verano, investigadores de la
Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos) publicaron una revisión de lo que
se sabe sobre los micro plásticos en el mar y sus posibles riesgos para la salud humana. Uno de los estudios estimó que los humanos
pueden tragarse hasta 37 partículas de plástico al año procedentes
de la sal. No parece una gran cantidad y menos si acaba expulsada del
cuerpo. Pero también recogen que un buen aficionado al marisco
podría comerse hasta 11.000 partículas en un año.
Fuente:
Miguel Ángel Criado, Los microplásticos ya han llegado al intestino humano, 23/10/18, El País.
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