por Livia
Albeck-Ripka y Brad Plumer
Cada año,
durante el cambio de estación, se da una danza compleja en el mundo.
Los árboles en el hemisferio norte reverdecen en la primavera cuando
las heladas terminan. Las orugas salen de sus capullos para darse un
festín con las hojas. Las abejas y las mariposas emergen para
polinizar las flores. Las aves dejan el hemisferio sur y vuelan miles
de kilómetros para poner huevos y alimentarse de los insectos del
norte.
Todas estas
especies se sincronizan entre sí en seguimiento de pistas
ambientales, del mismo modo que los bailarines se mueven al compás
de alguna orquesta.
Sin embargo, el
calentamiento global está cambiando la música; ahora la primavera
comienza muchas semanas antes en varios lugares del mundo, en
comparación con lo que sucedía hace décadas. No todas las especies
se adaptan a este calentamiento al mismo paso y, en consecuencia,
algunas están perdiendo el ritmo.
Los científicos
que estudian los cambios en plantas y animales ocasionados por las
estaciones tienen un nombre para este fenómeno: desfase fenológico.
Aún tratan de entender exactamente la manera en que estos desfases -como el florecimiento de una flor antes de que llegue su
polinizador- pueden dañar a los ecosistemas.
En algunos casos,
las especies simplemente se adaptan modificando sus rangos o
ingiriendo distintos tipos de alimentos. No obstante, si las especies
no se pueden adaptar lo suficientemente rápido, estos desfases
podrían ocasionar “efectos negativos significativos”, dijo
Madeleine Rubenstein, bióloga en el Centro Científico Nacional del
Cambio Climático y de la Vida Salvaje del Servicio Geológico de
Estados Unidos.
“Si analizas la
historia antigua del clima en la Tierra, te das cuenta de que nunca
había habido un cambio tan rápido y drástico como este”, dijo
Andrea Santangeli, un investigador posdoctoral en el Museo Nacional
de Historia de Finlandia. “Las especies han tenido que reaccionar
muy rápido”, dijo, “realmente no hay precedente”.
Aquí hay cinco
ejemplos del desfase, el cual es solo una de las muchas amenazas que
las especies enfrentan a causa del calentamiento global, que los
científicos han descubierto hasta ahora:
La vida sexual de
una orquídea
La orquídea
araña depende del engaño para reproducirse. Cada primavera, la
flor, cuyo cuerpo bulboso carmesí se parece a un insecto, lanza una
feromona que engaña a las abejas macho solitarias para que piensen
que la planta es una pareja sexual; es un paso clave para la
polinización.
Esta treta, que
los científicos llaman seudocopulación, funciona porque la orquídea
suele florecer durante un periodo específico cada primavera, poco
después de que las abejas macho solitarias despiertan de su
hibernación, pero antes de que las abejas hembra aparezcan.
Sin embargo,
cuando la primavera llega antes, las abejas hembra despiertan casi al
mismo tiempo y alejan a las abejas macho de la orquídea, según un estudio realizado en 2014 en Gran Bretaña.
Al examinar los
datos recabados en herbolarios y en el campo durante un siglo, los
investigadores descubrieron que la brecha entre la época en que las
abejas macho y hembra despiertan se acorta 6,6 días por cada grado
Celsius más en la temperatura mundial promedio, lo que reduce las
oportunidades para que la orquídea se reproduzca.
“El hallazgo
más importante es que las cosas se están poniendo cada vez peores
para la polinización de la orquídea”, dijo Anthony Davy, profesor
de Ciencias Biológicas en la Universidad de East Anglia y autor
principal del artículo. Para esta orquídea araña -que ya es un
espécimen raro- el futuro es desolador.
La agenda del
papamoscas
El papamoscas
europeo, o cerrojillo, tiene una agenda apretada cada primavera.
El ave vuela
miles de kilómetros hacia el norte desde sus terrenos invernales en
África para llegar a Europa con el fin de poner huevos justo a
tiempo para la aparición de las orugas de polilla de invierno, que
surgen durante pocas semanas cada primavera para alimentarse de hojas
de roble.
Si logran llegar
en el momento justo, los papamoscas se aseguran de que haya
suficiente comida en su entorno en el momento en que sus polluelos
hambrientos rompan el cascarón. Sin embargo, en una serie de
estudios llevados a cabo en la década de 2000, científicos en los
Países Bajos mostraron que muchos papamoscas estaban desfasados respecto a este limitado periodo.
Conforme han
aumentado las temperaturas primaverales, los robles tienden a
reverdecer antes y la temporada alta de orugas comienza hasta dos
semanas antes en algunos lugares. Muchos papamoscas, que al parecer
programan su salida de África con base en la duración del día en
esas tierras, ya no están llegando a Europa en el momento adecuado
para su comida primaveral.
En algunos
lugares de los Países Bajos donde la temporada alta de orugas se
adelantó aún más, los científicos descubrieron que la población
de papamoscas disminuyó rápidamente. “Este fue el gran
descubrimiento que sugiere que el desfase podría tener consecuencias
reales para las poblaciones”, dijo Christian Both, ecologista de la
Universidad de Groningen.
Aves y tractores
muy cercanos
El cambio
climático no solo resulta en conexiones perdidas. En algunos casos,
el avance del clima cálido puede llevar a encuentros peligrosos.
En Finlandia, por
ejemplo, el frailecillo atlántico y el zarapito euroasiático suelen
construir sus nidos terrestres en los campos de cebada después de
que los agricultores han sembrado sus cultivos en la primavera. No
obstante, conforme ha aumentado la temperatura, las aves han estado
poniendo sus huevos mucho antes de que los agricultores lleguen a los
campos, lo que significa que es más probable que los tractores y
otras maquinarias destruyan los nidos, usualmente escondidos.
Al analizar 38
años de datos, los investigadores descubrieron que los agricultores
finlandeses están arando sus campos una semana antes como reacción
a las temperaturas más cálidas, pero las aves están poniendo sus
huevos dos o tres semanas antes. “Esto ha creado un desfase
fenológico”, dijo Santangeli. “La consecuencia que veremos será
el declive de estas aves”.
El caribú llegó
tarde a comer
El caribú del
oeste de Groenlandia tiene una dieta estrictamente apegada a las
estaciones. En el invierno, come liquen a lo largo de las costas. En
la primavera y el verano, se adentra al bosque para dar a luz a sus
crías y comer las plantas árticas que ahí crecen.
Conforme
Groenlandia se ha calentado y las banquisas han disminuido, las
plantas del Ártico han aparecido más pronto; algunas especies
reverdecen hasta veintiséis días antes de lo que solían hacerlo
hace una década. Sin embargo, el caribú no ha cambiado sus patrones
de migración tan rápido. Los científicos han documentado una
tendencia problemática en la región: han comenzado a morir más
crías de caribú más pronto en los años en que las plantas
primaverales crecen antes de la temporada del nacimiento del animal.
Aunque el estudio
solamente descubrió una correlación entre las temperaturas más
cálidas y las muertes de crías de caribú, “tiene congruencia con
la idea de que el desfase es desventajoso”, dijo Eric Post,
profesor de Ecología en la Universidad de California en Davis.
Cuando las plantas del Ártico reverdecen antes, podrían ser más duras y menos nutritivas al momento de que el caribú llega y se las
come.
La vestimenta de
la liebre americana
El cambio
climático no solo causa desfases en la primavera. Tomemos en cuenta
a la liebre americana, cuyo pelaje ha evolucionado para cambiar de
marrón a blanco durante el invierno con fines de camuflaje. No
obstante, conforme la Tierra se calienta, el manto nevado del hábitat
de la liebre se derrite con mayor antelación y el animal queda más
expuesto a sus depredadores.
“El camuflaje
es muy importante para mantener vivos a los animales de presa”,
dijo L. Scott Mills, profesor de Biología Salvaje en la Universidad
de Montana que estudia el efecto del camuflaje desfasado en especies
como la liebre americana.
Mills y sus
colegas descubrieron que por cada semana de desfase para la liebre es
siete por ciento más probable que sus depredadores, como el lince,
la atrapen.
Actualmente, la
liebre solo está desfasada por una semana o dos. Sin embargo, Mills
dijo que para la mitad del siglo XXI, eso se podría extender a ocho
semanas. Si eso sucediera, agregó, la liebre “estaría en camino a
la extinción”.
Livia Albeck-Ripka es reportera de The New York Times.
Brad Plumer cubre cambio climático, políticas energéticas y otros temas ambientales para el equipo climático de The New York Times.
Fuente:
Livia Albeck-Ripka, Brad Plumer, Cinco plantas y animales confundidos por el cambio climático, 08/04/18, The New York Times. Consultado 12/04/18.
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