viernes, 16 de febrero de 2018

No fue sólo un “tsunami del cielo”

Unquillo, 15 de febrero de 2015. Una vivienda arrasada por la furia del arroyo Saldán. Foto: J Stepanoff/ La Voz

Esa fue la mayor carencia que reflejó aquella inundación del 15 de febrero de 2015. Una ciudadanía no educada para saber qué hacer frente a semejante desastre y un Estado que tuvo que despertarse cuando el agua ya estaba a la altura del cuello.

por Lucas Viano

Aquel febrero de 2015 fue un mes extraordinario en términos de precipitaciones. En la estación que el Servicio Meteorológico Nacional tiene en el aeropuerto de Córdoba cayeron 556 milímetros, el 70 por ciento de lo que llueve en todo el año.

Y en Sierras Chicas fueron cerca de 300 milímetros durante unas 48 horas.

La frase del entonces gobernador José Manuel de la Sota fue contundente y no exenta de polémica: “Nos cayó un tsunami del cielo”. ¿Fue sólo eso? Claro que no.

En las Sierras de Córdoba ocurre un tipo de inundaciones repentinas que casi no dan tiempo a reacciones para salvar vidas y bienes materiales.

Se requiere un sistema de alerta muy aceitado para tener éxito. Para ello, además de tecnología, se necesita una sociedad bien educada.

Esa fue la mayor carencia que reflejó aquella inundación del 15 de febrero de 2015. Una ciudadanía no educada para saber qué hacer frente a semejante desastre y un Estado que tuvo que despertarse cuando el agua ya estaba a la altura del cuello.

Tras aquel episodio, Provincia y municipios decidieron mejorar los sistemas de alerta de crecidas con más equipamiento, pero parece que la concientización aún es materia pendiente.

¿Cuántas escuelas, localidades, barrios de Sierras Chicas ensayaron algún simulacro de evacuación?

Un embudo pavimentado
Además, ese “tsunami del cielo” cayó en un embudo pavimentado. La única estimación de cuánta agua arrastró la crecida fue realizada por investigadores del Centro de Estudios y Tecnología del Agua (Ceta), a partir de videos de vecinos.

Por un arroyo que habitualmente tiene un caudal de menos de un metro por segundo, durante la crecida corrieron 290 metros por segundo.

Los científicos sostienen que puede tener errores, pero es el único dato disponible y el que usa la Provincia para realizar obras públicas en las Sierras Chicas.

La imagen del embudo es válida si se tienen en cuenta las pendientes de la zona. Hay varios miles de hectáreas con niveles de pendiente de 12 a 60 por ciento. Esto significa que en 100 metros el terreno se eleva (o se deprime) 60 metros.

El agua escurrió rápido por las bajadas, se fue encajonando por las localidades. No dio tiempo a que se infiltrara o se evaporara, sus otras dos vías de escape.

Y no hubo infiltración porque el embudo estaba pavimentado. En las Sierras Chicas, la urbanización se dio en toda la cuenca e incluso invadió la ribera de ríos y arroyos.

El cuello de ese embudo estuvo formado por las viviendas y otras construcciones. De los 1.760 kilómetros cuadrados que hay al este de las Sierras Chicas, unos 420 están urbanizados.

Es un 50 por ciento más que hace 15 años, según un estudio de Joaquín Deón, geógrafo de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), que realizó varios estudios en esta región.

Donde hay cemento no hay monte, el cual funciona como una esponja que ayuda a infiltrar el agua. Un estudio realizado por Alicia Barchuk, Víctor Díaz y Alberto Daghero (UNC) da cuenta de que en los siete años anteriores a la crecida fatal se habían perdido dos mil hectáreas de bosque en la zona.

El trabajo de estos expertos determinó que hay 12.052 hectáreas sin riesgo de inundación, por tener buena presencia de bosque nativo y pastizales y porque están a mayor altura. En otras 6.500 hectáreas, el riesgo es bajo o medio. Finalmente, 1.290 hectáreas están con riesgo alto y extremadamente alto, y son las que están más urbanizadas.

Lo llamativo es que este mapa de riesgo se elaboró antes de la crecida. Los científicos avisaron, pero pocos escucharon.

Fuente:
Lucas Viano, No fue sólo un “tsunami del cielo”, 15/02/18, La Voz del Interior.

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