A tres años de
la inundación de Sierras Chicas, la reconstrucción está completa.
Sin embargo, los damnificados no pueden superar los temores a otro
aluvión fatal.
Milagros cumplirá 3 años el próximo 10 de marzo. Su historia sería una más si no fuera porque es una hija del agua: llegó al mundo cuando sus padres eran parte de los vecinos evacuados en el ex-Hotel 18 de marzo de Río Ceballos, luego de perder su casa por el aluvión del 15 de febrero de 2015, una fecha trágica que marcó a Sierras Chicas y le costó la vida a ocho personas.
Hoy Milagros vive
junto a sus padres y dos hermanos en barrio La Victoria, en una de
las 50 casas que la Provincia construyó para los damnificados de Río
Ceballos. En total, en todo el corredor se construyeron 163 viviendas
para reemplazar a las que los ríos se llevaron y debieron ser
relocalizadas lejos de los cauces, en Villa Allende (80), Mendiolaza
(8), Unquillo (15) y 57 en Río Ceballos.
A tres años de
aquel aluvión la historia de Milagros emerge como un bálsamo en
todo un proceso de reconstrucción de familias en la región.
En su casa de
barrio Loza, construida en una excantera a metros y medianera con el
cementerio de Río Ceballos, sus padres Patricia y Diego Ledesma,
reconstruyeron parte de lo que vivieron desde el 15 de febrero de
2015 hasta comienzos del año pasado, cuando consiguieron llegar a
ese lugar.
“Fueron
momentos muy duros, nosotros vivíamos en La Quebrada, habíamos
terminado de reformar nuestra casa, esa crecida nos destruyó todo.
Estuvimos incomunicados con mi marido casi dos días, hasta que
llegué al centro de evacuados en el hotel”, cuenta Patricia.
A su lado, Diego,
que es paramédico y voluntario, añade que apenas pudo llegar a la
ciudad se agregó al cuerpo de Defensa Civil, para ayudar porque no
podía ir a su casa en La Quebrada donde había quedado su familia.
En ese trajinar
le tocó vivir una de las situaciones más traumáticas de su vida;
encontrar el cuerpo sin vida de Nilce Aubery, una de las mejoras
amigas de su mujer, arrastrada por la corriente en una traffic desde
La Quebrada, en donde también murió su hija de 5 años.
“Fue un momento
tremendo porque yo ya estaba en el hotel. Todavía no había podido
comunicarme con Diego. Además de enterarme que él había encontrado
el cuerpo sin vida de mi mejor amiga; fue un golpe muy duro, todos me
decían que tratara de calmarme por la bebé”, agrega Patricia.
A partir de ahí
fue para ellos una vida atravesada por el dolor de esa muerte y la
esperanza por la nueva vida que venía en camino.
“La espera de
la bebé fue como un escape para todos los que estábamos evacuados
en el hotel. Se vivía un clima muy bajoneado, pero cuando nos
acercábamos a la fecha del parto todos estaban pendientes de
ayudarnos para conseguir la cuna, el moisés, el cochecito, ropa. Esa
espera le levantó el espíritu al grupo. Una tarde, mientras
tomábamos mate, les dije que teníamos que conseguirle el nombre al
bebé porque le íbamos a poner Natalia como a mi abuela y todos se
rieron. Ahí surgió de manera unánime Milagros”, cuenta,
sonriente, Patricia.
Debieron esperar
más de dos años para acceder a sus viviendas, padecieron conflictos
por el retraso en el pago de alquileres en casas transitorias con
amenazas de desalojos, descomposiciones de núcleos familiares, y en
muchos casos adaptarse a nuevos barrios y construcciones de precaria
habitabilidad respecto a las casas que tenían antes de la
inundación. Además de no conseguir integrarse con sus nuevos
vecinos.
“Cuando llega
esta fecha sentimos tristeza por la gente que se fue y aún no
terminamos de superar el miedo de que nos vuelva pasar. Se arma una
tormenta y estamos todos pensando si el vecino está bien porque no
tenemos la tranquilidad de que no vuelva a ocurrir otro 15-F. Faltan
obras de contención y de entubado en varios sectores, y si bien
ahora no estamos a la orilla del río, vivimos en una zona en donde
pueden ocurrir inundaciones”, cuentan Patricia y Diego. Dicen que
por esa razón muchas familias quieren irse a vivir a otro lugar y
ponen en ventas sus casas.
El mayor temor
que manifiestan los vecinos es que no se han instrumentado sistemas
de alarma temprana.
Las obras
En términos de
infraestructura, la Provincia cumplió. En conjunto con los
municipios que aportaron las tierras, concretó la entrega de todas
las casas comprometidas y finalizó la mayoría de los puentes,
pasarelas y vados. Además, efectuó el engavionado en los tramos más
peligrosos de los recodos de los ríos y ensanchó el cauce de los
arroyos.
En Salsipuedes se
reconstruyeron dos puentes-vado, se levantó un muro de protección
donde pasa el río por el centro de la ciudad y se colocó una
pasarela nueva.
En Río Ceballos
se reconstruyeron tres puentes y se instalaron cinco pasarelas.
También se repavimentó un tramo de la calle Rivadavia que da a la
costanera y quedó pendiente la repavimentación de calle
combatientes de Malvinas en barrio Ñú Porá y un desagüe nuevo en
el centro, a la altura del casino.
En Unquillo, se
construyeron, y se instalaron tres pasarelas y están en obra 53
viviendas, las últimas, demoradas por falta de disponibilidad de
terrenos municipales.
En Mendiolaza se
construyó un puente, se instalaron dos pasarelas, y quedó pendiente
la construcción de un gran desagüe que evitaría desbordes mayores
en el sector del centro cívico.
En Villa Allende
se construyeron dos puentes, se demolió el anfiteatro municipal para
convertirlo en un espacio que actué como laguna de retardo en caso
de inundaciones, y se repararon tres vados en distintos sectores del
curso del arroyo. Quedó pendiente la construcción de un puente en
avenida Del Carmen.
También se
reconstruyó el puente de la ruta que une Ascochinga con Jesús
María.
Osvaldo Vottero,
director provincial de Vialidad y coordinador de las obras en Sierras
Chicas, valoró que se cumplió “en su totalidad con lo
comprometido” y lamentó lo único que no pudo ser restaurado: la
pérdida de vidas humanas. “Esta inundación nos dejó una gran
enseñanza de lo que es capaz el cambio climático y en materia de
obras viales nos obligó a cambiar los parámetros de la
planificación, con 500 años de recurrencia como pidió el
gobernador (Juan Schiaretti) en el cierre del anillo de
Circunvalación”, explicó.
Reclamos
pendientes
Daniel Salibi,
intendente de la ciudad de Mendiolaza, es el único de los
mandatarios del sector que logró ser reelegido luego de esa fecha.
“En términos
generales, las obras más importantes fueron realizadas, quedan
algunas pequeñas, que se fueron adosando al cronograma inicial a
medida que los vecinos y lugareños advertían que debían
considerarse como desagües, y tramos de engavionados”, dijo
Salibi.
También comentó
que aún faltan algunas lagunas de retardo para proteger todo el
sector, un sistema integrado de activación de alerta temprana en los
sectores más críticos desde La Quebrada en Río Ceballos, y Los
Quebrachitos y Cabana, en Unquillo. Y puntualizó que durante el año
deberían realizarse varias veces trabajos de limpieza, ensanche y
profundización del cauce de los arroyos.
Las consecuencias
del aluvión derivaron en la gestación de distintas asambleas de
vecinos en las localidades del corredor.
En el caso de
Villa Allende, Ricardo Panzetta; de la asamblea Resurgir, critica:
“La Provincia y los municipios intentan convencer a la gente de que
con las obras realizadas el riesgo de que ocurra otro 15-F es
imposible. Pero no es verdad, aún quedan obras pendientes, en
particular los embalses de retención, y la profundización y cuidado
integral de la cuenca”, enfatiza Panzetta.
Verónica Losano
es vecina de barrio Loza, en Río Ceballos. “El ensanche que
hicieron del río a veces nos da más miedo porque el agua va a
correr más rápido y si desborda el cauce va a ser peor. Cada vez
que llueve más de una hora fuerte empezamos a temblar”, confiesa
Losano.
Alertas
tempranas, el tema en debate
La Provincia
asegura que hubo importantes avances.
A pesar de las
críticas de vecinos, la Provincia asegura que se hicieron avances
importantes en la alerta temprana: la constitución de juntas de
Defensa Civil, de grupos de comunicación y de mejora en el
equipamiento de alarmas, además de renovar señalética en zonas
ribereñas. Pero las características de la zona, según explicó
Vottero, obligan a un tratamiento con mucha cercanía e inmediatez
porque las crecidas casi no dan tiempo.
Casas destruidas,
todavía a la vista
La crecida del
arroyo Río Ceballos se cobró la vida de un tornero que tenía su
casa frente al complejo Arco Iris.
El salteño Juan
Roberto Castro había subido al techo de su vivienda para
resguardarse, cuando este se desplomó.
Esa vivienda
continúa hoy en el mismo estado. Algunos escombros del techo que
cedió ante el río que corría por la avenida San Martín aún se
hallan en el lugar, y la estructura muestra sus heridas.
Otra construcción
que fue destruida está hoy en un proceso de transformación.
El anfiteatro de
Villa Allende tiene maquinaria que trabaja en el espacio que antes
ocupaban los espectadores, con la idea de convertir el predio en una
de las prometidas lagunas de retardo, que se llenaría de agua sólo
en caso de crecidas.
Mil metros hacia
el norte, a un costado del arroyo Saldán, sólo quedan pequeñas
marcas de lo que fue el desastre y muros de contención para evitar
nuevos problemas.
Al otro costado,
se observan las ruinas de tres casas que fueron totalmente
destruidas, donde sólo algunas paredes resisten, aunque, por su
estado y por la vegetación que las rodea, evidencian el estado de
abandono.
Fuente:
Casi no se deben obras, pero el miedo sigue ahí, 15/02/18, La Voz del Interior.
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