Un estudio descubre que el cesio liberado por el accidente nuclear en 2011 permanece atrapado en la arena, pero el agua salada lo deja salir de nuevo.
Seis años y
medio después del tsunami que provocó el accidente en la central
nuclear de Fukushima, donde se fundieron tres de sus seis reactores,
la radiactividad sigue deparando desagradables sorpresas. Según un
estudio del Instituto Oceanográfico Woods Hole y la Universidad de
Kanazawa, que publica “Proceedings of the National Academy of
Sciences”, todavía queda radiación liberada por la central en
2011 en playas que están a hasta cien kilómetros.
Tras analizar
ocho playas entre 2013 y 2016, los autores de la investigación han
descubierto en su arena partículas radiactivas que escaparon de la
planta de Fukushima 1 en 2011, como cesio 134 y cesio 137. Estas
últimas pueden proceder también de los ensayos nucleares llevados a
cabo en el Océano Pacífico en los años 50 y 60, pero las primeras
son exclusivamente de Fukushima. Después de las fugas radiactivas
que sufrió la central, donde los reactores se fundieron al averiar
el tsunami sus sistemas eléctricos de refrigeración, parte del
cesio liberado a la atmósfera acabó en el mar. Transportado por las
corrientes, llegó a muchos kilómetros de la planta y luego las
mareas lo devolvieron de nuevo a la costa, donde quedó “atrapado”
en su arena.
“Pegado” a
los granos de arena, el cesio ha permanecido en las playas y en los
salobres subterráneos donde también había agua fresca. Pero el
cesio no se queda adherido al agua salada. Por eso, cuando las olas
han traído agua del mar hasta el litoral nipón, los salobres donde
había agua fresca se han vuelto tan salados que han vuelto a liberar
el cesio, provocando de nuevo la radiación en la atmósfera. Con
tubos de uno a tres metros hundidos en la arena para extraer agua
subterránea, los científicos han detectado niveles de cesio que
eran diez veces mayores que los del mar en el muelle de la propia
central nuclear. Además, la cantidad total de cesio retenido a un
metro de profundidad en la arena es mayor que la hallada en
sedimentos del lecho marino lejos de las playas.
“Nadie esperaba
que los mayores niveles de cesio en el océano se encontraran hoy no
en el puerto de Fukushima 1, sino en agua subterránea muchos
kilómetros más abajo en la arena de las playas”, explica Virginie
Sanial, investigadora del equipo citada por “Proceedings of the
National Academy of Sciences”.
La arena, una
esponja
Para probar su
teoría, los científicos han llevado a cabo en el laboratorio
experimentos que demuestran que el cesio se adhiere a los granos de
arena y se “despega” cuando se le vierte agua salada. “Es como
si la arena actuara como una esponja que se contaminó en 2011 y solo
va disminuyendo lentamente”, compara otro de los miembros del
equipo, Ken Buesseler. En opinión de Virginie Sanial, “solo el
tiempo eliminará lentamente el cesio de la arena a medida que se
descomponga naturalmente y se lo lleve el agua del mar”.
Afortunadamente,
el equipo científico cree que “nadie se ha visto expuesto ni ha
bebido esas aguas, por lo que la salud pública no es motivo de
preocupación aquí”. Pero los investigadores advierten de que
“este nuevo y no anticipado camino para el almacenamiento y
liberación de nucleidos radiactivos al océano debería ser tenido
en cuenta en la gestión de zonas costeras donde hay plantas
atómicas”. La advertencia es seria, ya que la mitad de las 440
centrales nucleares que hay operativas en todo el mundo se hallan en
el litoral.
Fuentes:
Pablo M. Díez, La radiación de Fukushima sigue «pegada» en playas a cien kilómetros, 03/10/17, ABC.es. Consultado 03/10/17.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Fukushima" de Patrick Jennings.
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