por Omar Lavieri
Ayer, durante una
entrevista en Crónica TV, la ex presidente Cristina Kirchner
responsabilizó por la Tragedia de Once al maquinista Marcos Córdoba.
El argumento no es nuevo. Desde la mañana misma del 22 de febrero de
2012, tanto desde la empresa Trenes de Buenos Aires que tenía a
cargo la concesión del Ferrocarril Sarmiento como desde algunos
sectores del gobierno y sus usinas de información, se intentó
cargar las culpas en Córdoba. Por aquellas horas había quienes
decían que, de haber fallecido el maquinista en el choque, el caso
judicial habría muerto con él.
Muerto el
maquinista se acababa la causa. Pero no fue así. Córdoba sobrevivió
y dos días después declaró que el freno de la vieja formación del
Sarmiento no había funcionado como correspondía.
Aún no se habían
terminado de enviar a la morgue judicial los cadáveres de las
personas fallecidas en la Tragedia de Once cuando comenzaron a
arreciar versiones para cargarle la responsabilidad del hecho al
maquinista que en aquella ocasión estaba al frente de la formación
Chapa 16 que chocó contra el andén de la estación terminal del
Ferrocarril Sarmiento.
En las primeras
horas luego de la Tragedia de Once, se difundió la versión acerca
de que Córdoba estaba con alguien la cabina. El rumor instalado
aquella tarde del fatídico miércoles de febrero de 2012 indicaba
que el maquinista se había distraído porque estaba con otra persona
en la pequeña cabina de conducción y no frenó. Quedó demostrado
por las cámaras de seguridad que no fue así.
Entonces se
desparramó la siguiente sospecha: estaba borracho. La teoría
señalaba que había pasado la noche de Carnaval en un corso de la
zona Oeste del Gran Buenos Aires y, ebrio y mal dormido, se había
puesto al mando de un tren Toshiba del año 1962 con graves problemas
de mantenimiento. Pero el estudio de alcoholemia realizado en la
causa judicial dio negativo.
La tercera
especulación fue que había usado el celular en los últimos metros
del recorrido. Se analizaron tanto las llamadas entrantes y salientes
como los mensajes de texto enviados y recibidos. Nada. Eso sí, se
comprobó que el celular se atestó de llamados luego del choque,
cuando sus parientes y amigos se enteraron de los grave de la
situación.
El juez Claudio
Bonadio, a cargo de la instrucción del caso, había ordenado
diversos estudios neurológicos a Córdoba. En un
electroencefalograma se señaló que "es de base normal con
actividad epileptiforme interictal regional frontal izquierda".
La aparición de la epilepsia como una posible causa de una
convulsión al momento de entrar a la estación de Once, fue otra de
las hipótesis que se debatieron en la causa. Fue Juan Pablo Schiavi,
secretario de Transporte el día de la Tragedia, quien solicitó que
se le hicieran estudios en profundidad. Córdoba fue sometido en
aquel entonces a dos costosos estudios denominados "Video
telemetría de 48 horas ininterrumpidas con privación de sueño con
electrodos adicionales en la región fronto-temporal bilateral"
y "Resonancia magnética de cerebro sin contraste con volumetría
de ambos hipocampos y FLAIR y 3 TESLA". No padecía epilepsia.
Durante el juicio
oral y público que terminó con la condena para Córdoba -como así
también para los empresarios de TBA y los funcionarios del área de
Transporte del kirchnerismo- se planteó la posibilidad de que el
hipotiroidismo que padecía el maquinista lo haya llevado a un estado
de somnolencia. Tampoco.
También se
intentó desacreditar a Córdoba con la teoría del "sueño
blanco". Un médico de TBA introdujo en el expediente un informe
que concluyó que Córdoba padeció "un cuadro de sueño blanco
que, sumiéndolo por unos segundos en un estado de inconsciencia le
imposibilitó el correcto desempeño y la aplicación de las normas
de conducción para las que estaba capacitado". Aquel médico
había señalado que una mezcla de resaca, sumada a la monotonía
sonora del tren y la disminución de luz en el habitáculo, formó un
efecto similar a una "canción de cuna" que dejó a Córdoba
virtualmente dormido.
Los imputados en
la causa -incluso algunos de los querellantes- intentaron todo para
que la culpa recayera en Córdoba. Y eso es lo que manifestó la ex
presidente quien, en los primeros días luego de la Tragedia seguía
con mucho interés lo que se volcaba en el expediente judicial.
No culparon tan
solo a Córdoba. También para el Tribunal del juicio oral, Córdoba
fue responsable y por eso lo condenaron. Como a los empresarios que
no dieron un servicio ferroviario seguro y a los funcionarios que no
controlaron el estado de la concesión. Se determinó que Córdoba
pudo haber actuado mal sobre un tren que no debía estar circulando y
que tenía graves falencias de mantenimiento. Cinco años y medio
después, a raíz de las palabras de la ex presidente, se regresa al
grado cero del caso: fue Córdoba. Parece no haber quedado claro lo
que determinó el Tribunal Oral Federal 2 en una extensísima
sentencia que podría resumirse en pocas palabras: corrupción
seguida de muerte.
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Fuente:
Omar Lavieri olavieri@infobae.com, Matar al maquinista, un viejo argumento, 29/09/17, Infobae.
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