por María Luz
Cammisa
Tres años
después de la sanción de la ley número 10.208 de política
ambiental de Córdoba, una norma que contempla la participación
ciudadana en la planificación del territorio, en la evaluación de
los proyectos para el desarrollo sustentable y el derecho a la
información ambiental, los conflictos se incrementan día a día.
Aprobada en 2014
con el mayor consenso político y social, la ley intentaba dar
respuesta a los conflictos sociales que generó la aprobación del
Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del proyecto de Monsanto en
Malvinas Argentinas y la falta de control en las actividades de
fumigación de campos cercanos a barrio Ituzaingó. Pero no alcanzó
para evitar que vecinos en las calles reclamaran ser escuchados antes
de que llegaran las topadoras, como sucedió con los proyectos del
Distrito de las Artes en el ex Batallón N° 141, las plantas de
enterramiento de residuos sólidos urbanos de Villa Carlos Paz y
Cormecor SA, el dique en el arroyo Carapé, etcétera.
La Secretaría de
Ambiente y Cambio Climático es la autoridad de aplicación, pero
desvirtúa la ley cuando la emplea de forma parcial, cuando no
promueve la participación en las audiencias públicas, cuando sus
funcionarios dificultan el acceso a los expedientes y, más aún,
cuando dicta una resolución como la 077/16, que altera el proceso de
evaluación ambiental y coloca a los ciudadanos en el rol de técnicos
que aporten argumentos a los miembros de la Comisión Técnica
Interdisciplinaria, eximiendo a las autoridades gubernamentales de
dar razones de sus decisiones de cara a los cordobeses.
El Gobierno
provincial omite con excusas técnicas presentar el EIA de obras
públicas, como es el caso de la llamada reconversión de las rutas
E-53 y E-66 en autovías. Nos impide conocer el valor de los árboles
talados y omite el EIA del nuevo tramo de la avenida de
Circunvalación, mientras arremete contra el bosquecito nativo que
reclamaban cuidar quienes se preparan para ser nuestros
guardaparques.
Hace algunos
meses, el gobernador Juan Schiaretti anunció el Plan Director de
Sierras Chicas, y los municipios del corredor elaboran sus proyectos
de ordenamiento urbano en un esfuerzo de coordinación que podríamos
celebrar sólo si las autoridades nos incluyen en el proceso y si se
cumple con la presentación de todos los EIA según prescribe el
artículo 15 de la ley.
En un marco
democrático y de respeto a los derechos humanos, las normas que
regulan el uso y ocupación del suelo en un espacio donde conviven
sectores con intereses contrapuestos deben diseñarse a partir de la
participación institucionalizada de todos los actores, bajo el
arbitrio del Estado como garante de transparencia, legalidad y
administración de los recursos para su implementación.
Si persiste la
actitud de nuestros funcionarios de aplicar con parcialidad las
normas, de convocar a la ciudadanía sólo para cumplir formalidades
y de negarse a debatir con amplitud las obras que impactan en nuestra
calidad de vida, a pesar de todas las bondades de la ley, seguiremos
en la calle.
María Luz
Cammisa es magíster en Formulación, Evaluación y Administración
de Proyectos de Inversión (UNC)
Fuente:
María Luz Cammisa, ¿Planificamos o cortamos las calles?, 07/07/17, La Voz del Interior. Consultado 11/07/17.
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