Días después de que se estrenara la película "Síndrome de China", una central atómica de Estados Unidos tuvo el mismo accidente que había sido pronosticado en el cine y que predijo la gran catástrofe de Chernobyl. La curiosa historia de un siniestro que tuvo tres niveles de repercusión.
Se suele decir
que la realidad imita a la ficción. Hay algunas ocasiones, pocas, en
que tal presunción se convierte en certeza. El 16 de marzo de 1979
el mundo aún no había sido atravesado por Chernobyl o Fukushima: el
horror aún estaba solo reservado al uso criminal de la bomba atómica
en Hiroshima y Nagasaki. Parecía temerario, comercialmente hablando,
estrenar una película cuyo argumento principal fuese el accidente en
una planta nuclear, aún cuando sus protagonistas fuesen notables
estrellas de Hollywood.
Ni en la más
fantasiosa imaginación de Jane Fonda, Jack Lemmon o los productores
estaba la hipótesis de que fuese la realidad la que le entregara la
publicidad que la haría récord de taquilla. La película contenía
una hipótesis de accidente que se trasladó a su título: una fusión
en el núcleo del reactor de una ficticia planta atómica provocaría
una reacción que llegaría del otro lado del planeta. "El
síndrome de China" la bautizaron los guionistas.
Doce días
después del estreno, el síndrome de China estuvo a punto de hacerse
realidad. Trágica. La central de Three Mile Island, en el estado de
Pensilvania al noreste de Estados Unidos, pasó a la historia por
imitar la ficción pero principalmente por ser el primer accidente
nuclear, antecedente de lo que siete años más tarde de apreciaría
en Chernobyl.
El 28 de marzo de
aquel año el reactor número dos experimentó una fusión parcial de
su núcleo. Hacía apenas un año que había sido puesto en
funcionamiento. A las cuatro de la madrugada se desconectó el
sistema encargado del suministro de agua a las turbinas lo que
provocó que dejara de funcionar el circuito de refrigeración
primario. El incidente técnico se agravó por mala praxis: el
ingeniero responsable confundió los mecanismos destinados a la
refrigeración de emergencia.
Debido a esos
errores, el agua contaminada salió inundando el edificio de
contención que rodea el reactor. Se liberaron gases radiactivos a la
atmósfera (xenón y kriptón). Además, salieron grandes cantidades
de agua, con un nivel bajo de contaminación radiactiva, que fueron a
parar al río. Recién seis años más tarde se pudo ingresar al
recinto y comprobar que se había fundido una parte del combustible
nuclear.
Treinta mil
personas que vivían en los alrededores de la central nuclear,
distribuidas en un radio de 8 kilómetros, se vieron expuestas a
distintos niveles de radioactividad. Al haberse podido frenar a
tiempo la fuga, milagrosamente no hubo muertos. Pero el desastre no
fue inocuo: diversos estudios sostienen que existió y existe un
aumento claro en los casos de cáncer y leucemia sobre la zona
cercana a la central.
Los resultados
fueron costosos para la industria nuclear: la sociedad estadounidense
desplegó a partir de ese momento un fuerte rechazo a las centrales
atómicas. El mismo rechazo y temor que hicieron un éxito a la
película "el síndrome de China".
Cicatrices es una
sección del programa Ambiente y Medio que se emite todos los sábados
a las 16 por la Televisión Pública Argentina.
Fuente:
El accidente nuclear que anticipó a Chernobyl y que había sido vaticinado en el cine, 10/07/17, Infobae. Consultado 11/07/17.
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