por
Baher Kamal
ROMA,
7 jun 2017 (IPS) - En 2025, es decir en menos de ocho años, 1.800
millones de personas padecerán la más absoluta escasez de agua, y
las dos terceras partes de la población mundial sufrirán estrés
hídrico, si la comunidad internacional no reacciona y toma medidas.
En la
actualidad aumenta el temor de que el avance de la sequía y de los
desiertos, así como la creciente escasez de agua y la inseguridad
alimentaria generen un ‘tsunami’ de refugiados y migrantes
climáticos.
Ante
esa situación, no es de extrañar que la Convención de las Naciones
Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD) considere a la
sequía como “uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis”.
De
hecho, en 2050, la demanda de agua podría aumentar 50 por ciento.
Con el aumento demográfico, en especial en las tierras secas, cada
vez más personas dependen del suministro de agua potable en tierras
que se degradan, alerta la secretaría de la UNCCD, con sede en Bonn.
La
escasez hídrica es uno de los grandes desafíos del siglo XXI, y la
sequía y la escasez de agua se consideran de los desastres naturales
con mayores consecuencias, pues generan pérdidas ecológicas y
económicas a corto y largo plazo, además de tener impactos
secundarios y terciarios, precisa.
Para
mitigar las consecuencias, es necesario que una preparación para la
sequía que responda a las necesidades humanas, a la vez que preserva
la calidad ambiental y los ecosistemas, cuente con la participación
de todos los actores, incluso de los usuarios y de los proveedores
del servicio, para la búsqueda de soluciones, explica la UNCCD.
“Se
atribuye a la sequía, un peligro natural complejo que avanza con
lentitud y tiene significativas consecuencias ambientales y
socioeconómicas generalizadas, causar más muertes y desplazamientos
de personas que cualquier otro desastre natural”, subraya.
Sequía,
escasez hídrica y refugiados
La
secretaria ejecutiva de la UNCCD, Monique Barbut, recordó que las
regiones propensas a la sequía y a la escasez hídrica suelen ser
lugares de procedencia de muchos refugiados.
Ni la
desertificación ni la sequía son causas de conflictos o de
migraciones forzadas, pero pueden elevar el riesgo de su ocurrencia e
intensificar los ya existentes, explicó.
“Factores
convergentes, como tensiones políticas, instituciones frágiles,
marginación económica, falta de redes de seguridad social o
rivalidades entre grupos crean las condiciones que hacen que las
personas no puedan hacer frente a las dificultades. La continua
sequía y escasez de agua de 2006 a 2010 en Siria es uno de los
últimos ejemplos conocidos”, apuntó Barbut.
¿En
2045 habrán 135 millones de personas desplazadas?
La
UNCCD señala que los desafíos geopolíticos y de seguridad que
afronta el mundo son complejos, pero mediante una mejor
implementación de prácticas de gestión territorial se puede ayudar
a las poblaciones a adaptarse al cambio climático, así como a
construir resiliencia a la sequía.
Además,
indicó, pueden reducir el riesgo de migraciones forzadas y
conflictos por los escasos recursos naturales y asegurar la
producción de una agricultura sostenible y de energía.
“La
tierra es el verdadero aglutinador de nuestras sociedades. Revertir
los efectos de la degradación de tierras y la desertificación
mediante una gestión sostenible no solo se puede lograr, sino que es
el próximo paso lógico y rentable para las agendas de desarrollo
nacionales e internacionales”, observó.
La
UNCCD alerta que 12 millones de hectáreas de tierras productivas se
vuelven estériles cada año solo a causa de la sequía y la
desertificación, lo que representa una oportunidad menos para
producir 20 millones de toneladas de granos.
“No
podemos seguir permitiéndonos el degradación de tierras, cuando
deberíamos elevar la producción de alimentos en 70 por ciento para
2050 para alimentar a toda la población mundial”, subraya.
“La
intensificación sostenible de la producción de alimentos con menos
insumos, que evitan una mayor deforestación y expansión de cultivos
en áreas vulnerables, debe ser una prioridad para los responsables
políticos”, sugiere.
Además,
la secretaría de la UNCCD señala que el aumento de las sequías y
de las inundaciones repentinas, que son más fuertes, más frecuentes
y extendidas, destruye la tierra, la principal reserva de agua dulce
de la Tierra.
“La
sequía mata a más personas que cualquier otra catástrofe
relacionada con el clima, y los conflictos entre comunidades avanzan
por la escasez de agua”, precisó.
“Más
de 1.000 millones de personas no tienen acceso al agua, y la demanda
aumentará 30 por ciento para 2030″, añadió.
Seguridad
nacional y migraciones
Más
de 40 por ciento de los conflictos de los últimos 60 años están
relacionados con el control y la asignación de recursos, lo que
expone a un número cada vez mayor de personas pobres a la escasez
hídrica y al hambre, y abre la puerta a estados fallidos y
conflictos regionales, alerta la UNCCD.
“Grupos
no estatales se aprovechan de los grandes flujos migratorios y de las
tierras abandonadas”, observa.
“Cuando
bienes naturales, como la tierra, se administran mal, la violencia
podría convertirse en el medio principal para el control de
recursos, lo que quita el valor de los recursos naturales de las
manos de gobiernos legítimos”, advierte.
El
número de migrantes a escala mundial viene creciendo rápidamente
desde hace 15 años, llegando a 244 millones en 2015, más que los
222 millones de 2010 y los 173 millones de 2000.
La
UNCCD recuerda la relación entre ese número de migrantes y las
dificultades en materia de desarrollo, en particular las
consecuencias de la degradación ambiental, la inestabilidad
política, la inseguridad alimentaria y la pobreza, así como la
importancia de atender los factores y las causas de raíz de la
migración irregular.
La
pérdida de tierras productivas hace que las personas elijan opciones
arriesgadas, agrega. En las áreas rurales, donde las personas
dependen de tierras poco productivas, su degradación es responsable
de la migración forzada, explica.
“África
es particularmente susceptible, pues más de 90 por ciento de su
economía depende de recursos sensibles al clima, como la agricultura
de subsistencia que necesita de las lluvias”, puntualiza la
secretaría.
“A
menos que cambiemos nuestra forma de gestionar la tierra, en los
próximos 30 años podríamos dejar a 1.000 millones de personas o
más vulnerables y sin opciones salvo huir o pelear”, acotó.
Mejorar
el rendimiento y la productividad de la tierra permitirá aumentar la
seguridad alimentaria y los ingresos de los usuarios de tierras y de
los agricultores más pobres, recomienda la UNCCD.
“A
su vez, eso estabiliza los ingresos de la población rural y evita el
desplazamiento innecesario de personas”, detalla.
Por
otra parte, la UNCCD trabaja con socios como la Organización
Internacional para las Migraciones para hacer frente a los desafíos
planteados por la degradación de tierras, los movimientos masivos de
personas y sus consecuencias.
También
busca demostrar cómo la comunidad internacional puede aprovechar las
capacidades y habilidades de los migrantes y refugiados, además de
subrayar el valor de las remesas que estos envían a sus países en
la construcción de resiliencia.
Traducido
por Verónica Firme
Fuente:
Baher Kamal, El implacable avance de la sequía como jinete del Apocalipsis, 07/06/17, Inter Press Service. Consultado 08/06/17.
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