Acumula más de 20 años como fotógrafo de pájaros y es autor de dos libros. Figura clave para la difusión de la ornitología en Córdoba, ahora creó una fundación.
por Guillermo
Lehmann
La pasión por
fotografiar aves y militar en defensa del ambiente en el que habitan
se han convertido, junto con su familia, en los ejes de la vida de
Guillermo Galliano.
Este cordobés de
42 años, técnico en Turismo y ornitólogo de vocación, hace más
de 20 que se dedica a la fotografía profesional de aves y es uno de
los protagonistas en esta provincia del fenómeno de la observación
de pájaros que ha crecido notoriamente en aficionados en la última
década.
Ha publicado dos
libros. El primero, Aves de Córdoba, ya lleva tres ediciones
agotadas; y el segundo, Aves en familia, se presentó hace pocos días
a sala llena en el CPC de Argüello.
“Hace diez años
este marco de público era inimaginable, que hayan venido todos
ustedes a ver fotos de aves, en un ámbito urbano congestionado, nos
habla de que hay conciencia del cuidado del ambiente, y es una buena
noticia”, expresó Galliano el día de la presentación de su
segundo libro.
La pasión por
las aves lo atrapó desde niño, en la costanera del Suquía, donde
vivía entonces. “Como no tenía cámara de fotos, dibujaba los
pájaros que veía. Después empecé a fotografiarlos y desde los 20
años ya no paré en mejorar equipos y buscar especies diferentes en
distintos lugares”, cuenta Galliano.
Para definirlo,
vale una anécdota: en uno de sus cumpleaños se levantó a las cinco
de la mañana para fotografiar unas loritas calancante que un vecino,
en Unquillo, le reprochaba no haberlas aún registrado. Fue en su
búsqueda mientras su familia dormía. Pasaban las horas y Guillermo
no respondía los mensajes que le enviaban pidiendo su presencia en
el día de su cumpleaños. Así que decidió apagar su teléfono
hasta poder dar con las loritas. Tras conseguir la ansiada foto, que
forma parte del último libro, regresó a su casa, mientras la
familia ya estaba reunida festejando su “cumple”.
El último fin de
semana coronó un viejo anhelo: “Hace 20 años que estaba esperando
ese día: estar cara a cara con una de las rapaces más emblemáticas
y que mayor atracción me generan: el águila pescadora Pandion
Haliaetus. Como estamos al límite sur de su distribución, llegan
pocas y las posibilidades de avistarla son muy escasas en Córdoba.
Durante años, ante el mínimo indicio de que alguien había visto
una, allá iba yo. Me pasé días enteros remando y recorriendo
márgenes de lagos y lagunas en su busca, y nunca pude ni siquiera
observarla. Hasta que el año pasado, amigos del grupo Piscu Yaco me
comentaron que la vieron. Empezaron a aparecer los primeros registros
fotográficos en Embalse, en noviembre del año pasado. Me fui de
madrugada, y a media mañana entre unos sauces la vi. Fue una emoción
increíble. Casi la mitad de mi vida buscándola y ahí estaba”,
cuenta emocionado.
Ahora, una
fundación
Guillermo va por más: ahora apuesta a la Fundación Mil Aves, una organización sin fines de lucro que trabajará para proteger a las aves silvestres y sus ambientes naturales.
“Es
sorprendente la reacción de mucha gente que tiene ganas de trabajar
en estos temas. En mis inicios era todo muy difícil, no existían
tantas herramientas. Con el tiempo fui buscando asesoramiento y se
armó un grupo de profesionales y colaboradores que hicieron posible
esta fundación”, expone.
La propuesta se
centra en tres ejes: educación, conservación e investigación.
También se propone implementar programas de monitoreo y conservación
de ambientes naturales, con el respaldo de científicos de la
Universidad Nacional de Córdoba y del organismo nacional Conicet.
“Todos estos
años nos fuimos encontrando con muchas personas
preocupadas por el deterioro del ambiente y la pérdida de especies.
Así le fuimos dando forma a esta idea, que procura dialogar con
otras ONGs y entidades gubernamentales para desarrollar
soluciones a las amenazas que sufre la naturaleza”, puntualiza
Galliano.
El buscador de
alas. Amante de los pájaros. Guillermo Galliano nunca dejó la
vocación que tuvo desde niño. La pasión por las aves lo ha llevado
a recorrer 35 países, y hasta la Antártida, para capturar imágenes
y sumar conocimientos de más especies. Esa misma pasión lo ha
llevado a treparse a los árboles, esconderse durante horas en
pastizales, colgarse en laderas de montañas, meterse hasta la
cintura en lagunas o bañados, navegar en bote, subir a helicópteros
y avionetas o realizar extensas caminatas solitarias por llanos y
sierras.
Fuente:
Guillermo Lehmann, El embajador de las aves de nuestros bosques, 13/05/17, La Voz del Interior. Consultado 19/05/17.
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