La atención sanitaria a la población vulnerable del Riachuelo se redujo en más del 60 por ciento. La cantidad de personas atendidas bajó de 32 mil en 2015 a 13 mil el año pasado. Y fue desarticulado el Plan Integral de Saneamiento Ambiental, que dejó sin atención a los sectores más vulnerables de la cuenca. La Acumar debía cumplir esa tarea por orden de la Corte Suprema.
por Juan
Funes
La atención
sanitaria a la población vulnerable que vive en las costas del
Riachuelo se redujo en 2016 más de un 60 por ciento: mientras que en
2015 fueron asistidas casi 32 mil personas, el año pasado se atendió
sólo a menos de 13 mil; las dosis de vacunas bajaron la mitad, de 14
mil a 7 mil; y las personas vacunadas bajaron de unas 2.638 a 726.
Este recorte se realizó cuando el Plan Integral de Saneamiento
Ambiental (PISA), de Acumar, mantuvo los mismos recursos en ambos
años. De las 12 Unidades Sanitarias Móviles con las que cuenta el
organismo, en 2016 cada operativo utilizó un máximo de cuatro.
Algunas no fueron usadas en todo el año. Un informe titulado
“Retroceder en el cuidado de la salud y el ambiente”, elaborado
por la Fundación Soberanía Sanitaria, publicó estos datos luego de
un relevamiento sobre la implementación del PISA. El estudio señala
además un retroceso cualitativo en la implementación del Plan, y la
reducción en el personal de médicos, psicólogos, nutricionistas y
trabajadores sociales que fueron desplazados o se los dejó sin
funciones.
“Lo que se está
viendo es la diferencia entre la concepción de salud como
beneficencia que tiene el gobierno de Cambiemos, a la idea de salud
como derecho que tenía el kirchnerismo”, opinó en diálogo con
PáginaI12 el presidente de la Fundación, Nicolás Kreplak. El ex
viceministro de Salud de la Nación se refirió a los barrios
asentados a orillas del Riachuelo, tanto de Capital Federal como de
la provincia de Buenos Aires, como “algunas de las zonas más
vulnerables del país por cuestiones socioeconómicas y además por
la contaminación y los problemas de sanidad que implica”. “Es un
lugar en el que tiene que estar el Estado, porque sino la gente no
tiene a dónde acudir para acceder a los servicios básicos de salud.
Hoy están dejando desamparada a la población más necesitada, y
teniendo los recursos para ayudarla”, agregó Kreplak.
En diciembre del
año pasado, la Corte Suprema de Justicia de la Nación intimó a la
Acumar para que diera datos precisos sobre los indicadores del
saneamiento de la cuenca y la atención de salud a los vecinos. No
hubo mucho para mostrar. En ese momento, el presidente del organismo
era Julio Torti, quien renunció días después de la audiencia.
Torti había sido designado por el ex secretario de Obras Públicas
de la Nación, Daniel Chaín, que dejó el cargo en enero de este
año. En ese mismo mes, para reemplazar a Torti asumió la
presidencia de Acumar Gladys González, que venía de la intervención
en el SOMU y ahora es mencionada como posible candidata de Cambiemos
en la provincia de Buenos Aires.
En el año 2008,
el PISA puso en marcha el Plan Sanitario de Emergencia (PSE), para
dar respuesta a la intimación que la Corte Suprema de Justicia de la
Nación aplicó sobre Acumar. La Corte estableció tres objetivos
fundamentales: mejorar la calidad de vida de los habitantes de la
Cuenca Matanza Riachuelo; lograr la recomposición del ambiente en la
cuenca tanto en el aire, como en el agua y en los suelos; y prevenir
los posibles daños con suficiente y razonable grado de predicción.
En ese sentido, el PSE se creó para promover y proteger la salud,
prevenir enfermedades, y trabajar de manera coordinada con
instituciones y organizaciones locales de cada barrio.
Con la creación
del PSE, se pusieron en funcionamiento 12 Unidades Sanitarias
Móviles, de las cuales 6 son para atención primaria de salud, dos
de odontología, una de “Evaluación del crecimiento y desarrollo”,
una de diagnóstico por imágenes, una de oftalmología y una de
zoonosis. Su tarea consistía en realizar intervenciones integrales
de asistencia a las poblaciones vulnerables, que articulaban la
atención médica y pediátrica, la salud de la mujer, campañas de
vacunación, atención psicológica, evaluaciones oftalmológicas con
entrega de lentes, estudios complementarios de imágenes como
radiografías, ecografías y mamografías. “Se trataba de un
trabajo continuo para garantizar los derechos elementales de salud. A
partir de las primeras intervenciones se pensaba en cómo encarar los
problemas que antes no contemplábamos, y en cómo articular el
trabajo con las instituciones locales. Así, se fortalecía la
relación entre el Estado y la sociedad”, explicó Kreplak.
“Los pacientes
iban a atenderse por algo puntual, y cuando llegaban veían todas las
Unidades y aprovechaban todas las posibilidades”, contó el
presidente de la Fundación para describir la dinámica de las
operaciones. Como ejemplo, contó que “muchas veces iban mujeres
para llevar a los hijos al pediatra, pero cuando veían el camión de
salud a la mujer se hacían mamografías o papanicolau, y se les daba
asistencia en temas de sexualidad. A partir de esa atención surgían
cuestiones más íntimas, relacionadas a violencia de género, a
casos de abusos o adicciones. Después empezábamos a trabajar sobre
esos problemas”.
El informe que
presentó la Fundación muestra cómo, con el cambio de gobierno, el
Plan se empezó a desarticular durante el año pasado. Mientras en
2015 la cantidad de operativos que se realizaron con las Unidades
Sanitarias Móviles fueron 145, en 2016 sólo se hicieron 44. El
número de personas atendidas bajó a raíz de esto de 31.967 a
12.721; la cantidad de vacunados de 2.638 a 726; y las dosis
aplicadas de 13.943 a 6.957. Los principales destinatarios de estas
vacunas eran los chicos, por lo cual, según Kreplak, “las
consecuencias se van a notar considerablemente en los índices de
salud de los próximos años”.
A su vez, el
correlato de la disminución en las operaciones es la pérdida de
trabajo por parte de los profesionales que forman, o formaban, parte
del PSE. “Lo primero que hubo fue una tremenda parálisis del Plan.
A muchos trabajadores los dejaron sin funciones; entre ellos a
médicos, odontólogos, psicólogos, que terminaron renunciando
porque son profesiones en las que no es difícil encontrar otro
trabajo”, dijo Kreplak para detallar el modo en que se subejecutó
el Plan. Luego agregó que “a muchos promotores de salud los
reubicaron en otros programas que nada tienen que ver con la salud”,
y que “no renovaron los contratos de los nutricionistas,
psicólogos, y trabajadores sociales que hacía tres o cuatro años
trabajaban en el Plan”.
Mas allá de la
disminución en la cantidad de operativos, el informe muestra cómo
también cambió el desarrollo de las intervenciones. En 2015 los
operativos se realizaban con distintas Unidades Sanitarias Móviles
en conjunto; en 2016 la Unidades trabajaron de manera desarticulada,
y algunas no fueron utilizadas en todo el año. Se usaron un máximo
de 4 de las 12 Unidades con las que cuenta Plan, 2 o 3 de atención
primaria y una de odontología. “Ya no se hacen intervenciones
complementando las distintas Unidades. A muchas las tienen guardadas,
totalmente echadas a perder. La de imágenes, por ejemplo, no se usó
en 2016”, advirtió Kreplak. El estudio finaliza con la conclusión
de que el uso de las Unidades pasó a responder a problemas
puntuales, en lugar de tratar la situación sanitaria de los barrios
de manera integral. Por este motivo, Kreplak se refirió a “un
cambio en la concepción de salud, que pasó de ser considerada como
un derecho, a ser tomada como beneficencia”.
Contaminantes con
permiso
El 23 de marzo
pasado, Acumar publicó la resolución 46/2017, que en su artículo 4
aprobó la nueva “Tabla Consolidada de Límites Admisibles de
Vertido de Efluentes Líquidos”. Son siete los químicos
contaminantes nuevos que se permiten en esta tabla, “muchos de
ellos prohibidos desde 1969”, según explicó en diálogo con
PáginaI12 Beatriz Mendoza, la impulsora del juicio que en 2004 hizo
un grupo de vecinos contra Acumar por el deterioro sanitario de la
cuenca. “La resolución es de un grado de perversión inimaginable.
Favorece a las empresas contaminantes en detrimento de las
poblaciones que viven sobre el Riachuelo”, aseguró. La activista
denunció además “el despido de 1000 cooperativistas que hacían
la limpieza de la superficie de la cuenca”, y advirtió que “es
el momento más crítico en relación a la protección de la gente
por parte de Acumar”. “Las consecuencias de todo esto se van a
ver en un plazo más largo”, concluyó Mendoza.
Una crónica del abandono
Testimonios de
vecinos que perdieron la atención.
“Ayer me tuve
que ir hasta Avellaneda para que me atendiera un médico. La salita
de acá del barrio estaba, como siempre, colapsada”, cuenta a
PáginaI12 Miriam Coronel, vecina de la Villa 21-24 de Nueva Pompeya.
Recién a la mañana pudo volver a su casa; pasó toda la noche en el
hospital con suero. “Si hubiera estado el camión de la Unidad
Sanitaria Móvil me atendían acá”, agrega, mientras cruzaba el
barrio por la calle Zavaleta en dirección al Riachuelo. Con el
cambio de gobierno a fines de 2015, Acumar desarticuló el Programa
Sanitario de Emergencia. De las 12 Unidades Móviles, actualmente
sólo usan 4. “Los vecinos siempre preguntan por los camiones”,
asegura Liliana Figueredo, otra vecina. “Las Unidad de odontología,
por ejemplo, de un día para el otro no las sacaron más. A muchos
vecinos les sacaron todos los dientes, les hicieron el molde para
ponerles los implantes y nunca más volvieron. Hay gente que se quedó
sin dientes”.
La calle Zavaleta
es la que divide a los barrios Nueva Pompeya y Barracas de la Ciudad
de Buenos Aires. Atraviesa la Villa 21-24 desde avenida Alcorta hasta
el Riachuelo, como la columna vertebral del barrio; las casas se
multiplican hacia este y oeste. Una cuadra antes de la cuenca,
Zavaleta se convierte en un pasillo. Para llegar hasta el lecho hay
que doblar a la izquierda, bordear una cancha de fútbol cinco y
seguir por las vías del tren. Los rieles apenas asoman entre el
barro; son pocos los centímetros que los separan de las casas de
ladrillo a ambos lados. La vía, sin embargo, todavía está en uso:
“Dos veces por día pasa el tren de carga”, advierte Figueredo, a
metros de llegar al espacio en donde tendría que estar el camino de
sirga.
“Allá muchas
veces estacionaban los camiones”, dice Coronel y señala al que
parece ser el último lugar abierto entre las casas de dos o tres
pisos, antes de desembocar al Riachuelo. Al igual que con lo ocurrido
con la Unidad de odontología, que trabajaba en conjunto con el Plan
Argentina Sonríe, otros tratamientos también fueron interrumpidos
el año pasado sin aviso previo. “A muchos vecinos de esta zona les
habían hecho el fondo de ojos, y todos los estudios para hacerles
los lentes. El proceso era así: primero hacían los estudios, se
llevaban la información y después volvían con los lentes. Esta vez
nunca volvieron”, detalla Coronel.
Lo mismo ocurrió
con uno de los temas de salud más delicados para quienes viven cerca
del Riachuelo: la contaminación de la sangre con plomo. Miriam
Coronel vive en la 21-24 desde hace 14 años. Se mudó al barrio
cuando todavía estaba el basural conocido como “La Quema”, en la
región en la que ahora vive. “Algunos chicos nacieron, crecieron y
se hicieron adultos contaminados de plomo. Pero desde que empezó a
trabajar Acumar en 2012, empezaron a hacer estudios y a detectar a
los chicos que tenían. Las Unidades se encargaban de hacer el
seguimiento de los chicos con plomo. Les hacían análisis de sangre
para ver si bajaba o subía el nivel, y si era necesario los
derivaban a hospitales, como al Garrahan por ejemplo”, explica. En
muchos casos, los chicos no eran derivados al hospital, pero para
esos cuadros es fundamental mantener un control constante. Las
vecinas afirman que el seguimiento no sólo fue interrumpido, sino
que además, en muchos casos, Acumar se quedó con los estudios
clínicos, por lo cual no pueden usarlos para acudir a otro médico.
“Así pasó con mi hija más chica. Le hicieron los estudios, le
detectaron que tenía plomo, pero quedó todo ahí. Nunca más
volvieron. No sabemos nada; si bajó, si subió, si le puede afectar
en algo”, cuenta Figueredo.
Las vías cruzan
el lecho sobre un puente de madera vieja y hierro oxidado. Abajo, el
agua marrón parece estancada de tan espesa. Se puede ver que corre
por las bolsas de nylon que flotan y avanzan lentas río abajo. En
ese lugar de la cuenca, el lecho dibuja un meandro que deja una
pequeña porción de terreno, como una península, en donde está
ubicada la cancha de Victoriano Arenas. Allí encuentra tierra firme
el puente ferroviario que une a la 21-24 con Avellaneda. Coronel
recuerda que cuando todavía existía La Quema, eran las vías las
que dividían al basural del barrio. También cuenta cómo se
expandieron las casas sobre esa zona, que ahora es conocida como San
Blas. En el año 2012, según estima Coronel, Acumar empezó a
trabajar de manera más activa en la villa: “lo primero que
hicieron fue recorrer los barrios más necesitados y tomar a mucha
gente que quería trabajar pero no encontraba en dónde. Darles
trabajo ya era una forma de inclusión para el barrio, pero además,
como conocían bien a todos los vecinos los iban a buscar para
llevarlos hasta las Unidades, para contarles en dónde estaban,
porque siempre las estacionaban en distintas regiones del barrio. Su
trabajo era de vincular a los vecinos con los profesionales”,
explica.
Una vecina que
todavía trabaja en Acumar cuenta a este diario cómo era el trabajo
hasta 2015 y cómo cambió a partir del año pasado. “Antes los
camiones venían de a tres, nunca uno sólo. La idea era coordinar el
trabajo de las distintas Unidades”, relata y subraya que “para
nosotros es muy difícil conseguir turno para una ecografía o un
electrocardiograma. Con las Unidades, los vecinos podían hacerse los
estudios ahí mismo”. “Uno de los camiones estaba destinado para
que las mujeres se hicieran mamografías y papanicolau -continúa-, y como muchas vecinas tenían dudas de si hacerse los estudios o
no, nosotras que las conocíamos las convencíamos de que los
hicieran”. Durante 2016, los contratos para los trabajadores y
trabajadoras del Plan se redujeron a plazos de tres meses. Fue el
caso de los más afortunados; a muchos, nunca les renovaron. “El
trimestre pasado 52 compañeros quedaron en el listado de los que
podían no renovarles. Todavía no está definido, siempre nos tienen
hasta último momento sin saber”, dice la vecina. En cuanto a las
actividades que realizan actualmente, cuenta que “desde el año
pasado estamos haciendo encuestas. Recorremos el barrio, les
preguntamos a los vecinos qué necesitan, pero después no se hace
nada. Sacan tres camiones nada más, y los ponen como pantalla, no se
usan como antes. El resto de las Unidades están todas guardadas”.
La obra para el
camino de sirga ocupa menos de 100 metros de la costa del Riachuelo y
se termina en las vías. Del otro lado, las casas apenas se sostienen
sobre el barranco, casi sobre el agua. Entre los juncos y las algas
de la orilla, sobresale un caño ancho: vierte un líquido que se
inyecta en el agua como una nube de polvo gris. “Ese es el caño
que junta todo lo de las cloacas del barrio”, indica Coronel. Desde
la parte más alta del lecho, de vez en cuando, bajan manchones
similares. “Todas estas casas -dice Coronel en referencia a las
viviendas que se amontonan en la costa-, son las que más sufren de
la contaminación con plomo. Para algunas familias se están
construyendo las viviendas que están al lado del barrio, sobre la
calle Iguazú. Pero interrumpieron la obra varias veces, igual que la
del camino de sirga. Eso sí, ahora que vienen las elecciones
volvieron a mandar a todos los obreros”.
Fuentes:
Juan Funes, El ajuste que llega a los más ajustados, 18/05/17, Página/12.
Juan Funes, Contaminantes con permiso, 18/05/17, Página/12.
Juan Funes, Una crónica del abandono, 18/05/17, Página/12.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "El Riachuelo", 1916, óleo sobre tela, 72,3 x 84,5 cm, Museo Nacional de Bellas Artes. Del pintor, grabador y escenógrafo argentino Pio Collivadino (1869- 1945).
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