¿Por qué la
política socio-ambiental ha sido y es subestimada sistemáticamente
por todos los gobiernos? ¿Es que los gobernantes de turno, más allá
del color ideológico, no toman en cuenta las nefastas consecuencias
que tiene la ausencia de una auténtica política socio-ambiental,
incluso en su relación con los costos económicos? ¿Creerán que es
una mera cuestión de cosmética, de sólo un par de slogans
efectistas tras un discurso de marketing?
Se impone que la
Argentina ponga en su verdadero lugar la problemática ecológica.
Que ésta no sea pensada como “un aspecto” o “una dimensión
más”, sino a partir de una perspectiva integral. Ni siquiera se
trata de cambiar de Ministro de Ambiente y de reemplazarlo por uno
más idóneo. En realidad, deben debatirse las consecuencias, ya
inocultables, del modelo productivo/extractivista consolidado en
nuestro país. Cualquier política ambiental que quiera llevarse a
cabo sin debatir las múltiples implicancias del modelo de desarrollo
hoy vigentes, será un parche, un recorte parcial, incluso un
“ambientalismo superficial” (como dice la Enciclica Laudato Si),
más que a una propuesta de discusión integral sobre sus
consecuencias socio-ambientales, socio-sanitarias, económicas,
culturales y políticas.
Las causas de la
emergencia socio-ambiental que hoy golpean a la Argentina son de
carácter complejo y pluridimensional, pero está lejos de aparecer
como una “tragedia inevitable”. Existen dos factores mayores,
íntimamente ligados, que explican la magnitud de estos eventos: uno
es de carácter global, el Cambio climático, que profundiza y
multiplica los fenómenos climáticos extremos; otra es de carácter
nacional, vinculada a la expansión de un modelo de (mal) desarrollo,
incompatible con los ciclos de la Naturaleza.
El cambio
climático no es una excusa y mucho menos una abstracción. En
realidad, es lo menos “natural” que existe, pues es de origen
antrópico y nos recuerda que en la era delAntropoceno,el ser humano
se ha convertido en una fuerza geológica de alcance global. Dicho
carácter global no diluye ni tampoco atenúa la responsabilidad de
los funcionarios y políticos, sino todo lo contrario, la acentúa y
la pone en valor, a la hora de tomar decisiones acerca de las
políticas públicas territoriales o de gestar programas de control y
prevención ante los impactos que éstas políticas han generado.
Dicho de otro modo: los incendios, inundaciones, sequías y demás
eventos extremos no son parte de una“profecía apocalíptica”,sino
de un fenómeno extendido en el planeta, que las políticas de
gobierno potencian a través de medidas en favor del agronegocio, la
megaminería, la fractura hidráulica (fracking) y los
megaemprendimientos inmobiliarios, entre otros.Más allá de sus
diferencias internas, dichos modelos presentan una lógica común;
gran escala, ocupación intensiva del territorio, amplificación de
impactos ambientales y socio-sanitarios, preeminencia de grandes
actores corporativos y democracia de baja intensidad. Ahora bien,¿qué
país puede estar preparado para el Cambio Climático, o
generarverdaderas estrategias de adaptación, si cuenta con políticas
públicas que promueven ciegamente la deforestación, la destrucción
de humedales, el incremento de la producción de combustibles
fósiles, entre otros?
El corazón del
modelo sojerototalmente inundado no es sólo consecuencia de altas
precipitaciones, sino de un suelo que ya no absorbe los excesos
hídricos, producto de un capitalismo agrario que necesita arrasar
con bosques nativos y humedales en su avance por los territorios. Un
modelo que es necesario replantear, porquesi bien trae riqueza para
un sector de la población argentina, genera enormes impactos
negativos que paga el resto de la sociedad y la naturaleza. ¿Acaso
no cuentan ni siquiera los costos económicos que generan los daños
producidos por las inundaciones y los incendios? ¿O los costos en
salud, cuando no de vidas humanas?
Lamentablemente,
gran parte de la clase política no puede -ni quiere- relacionar las
causas de las inundaciones y de los voraces incendios con el modelo
de desarrollo y los desastres ecológicos que éste genera. Es hora
de hacerlo, no hay más excusas.
Fuentes:
Maristella Svampa es socióloga,
investigadora del Conicet, Enrique Viale es Presidente de la Asociación Argentina
de Abogados Ambientalistas
Fuentes:
Maristella Svampa, Enrique Viale, Inundaciones, sequías, incendios, 17/01/17, Clarín. Consultado 17/01/17.
La obra de arte que acompaña a esta nota es "Inundación en el barrio de Juanito" de Antonio Berni.
No hay comentarios:
Publicar un comentario