Un pueblo sin
respiro. En las últimas
tres semanas cayeron 550 milímetros. Es la mitad de lo que suele
caer en un año.
por Mauro Aguilar
Cruces y lápidas
se reflejan en el agua. Los pasillos del viejo cementerio de Chabás
están intransitables por el agua. La postal es desoladora. "Me
vine a trabajar y tenía el agua en la puerta de casa, pero eso pasa.
Lo peor es el cementerio. Tengo a mi hijo ahí y eso es lo que más
me duele", cuenta María Pilar Encalado. Tiene 64 años y
trabaja en el parador de ómnibus, sobre la ruta 33. No está triste.
Se la ve más bien resignada. "Y qué voy a hacer si contra el
agua no se puede", explica. Su historia es una más de las que
lastiman al recorrer las calles de este pueblo chacarero ubicado 80
kilómetros al oeste de Rosario.
El domingo,
después de que cayeran 130 milímetros en seis horas, el 75 por
ciento de las calles quedó bajo agua. Algunos pobladores tuvieron
hasta 50 centímetros de agua en las viviendas. Es la cuarta
inundación que sufre la población en las últimas semanas: en
Navidad, a fin de año, el día de Reyes y este fin de semana. Pero
además el 4 de enero un granizo feroz castigó la siembra. Al menos
15 mil hectáreas, de las 33 mil que componen la comuna, fueron
afectadas por los últimos temporales. En tres semanas cayeron más
de 550 milímetros, la mitad de lo que cae habitualmente en la zona
en un año.
Pablo González
tiene 37 años. El agua lo golpeó por cuarta vez en pocas semanas.
Su casa del barrio Centenario esta rodeada por el agua. Sale con un
palo de escoba y espanta una víbora pequeña, pero que resalta por
su color amarillo. Tiene tres hijos de 3, 6 y 9 años. El más chico
es discapacitado. Los nenes y su esposa se fueron de su suegra. El es
camionero y se quedó en su casa. "La cosa está bravísima. ¿A
dónde voy a ir?", plantea. Dice que nunca demoró tanto en
bajar el agua. La gente carga culpas sobre Sanford, un pueblo vecino
que fue castigado por los temporales el año pasado y que intenta
retardar el ingreso de las aguas que bajan desde Chabás. Eso generó
ayer tensión entre los pobladores de ambas localidades.
El olor en las
calles es pestilente. El agua corre con fuerza. Los vecinos armaron
barricadas con bolsas de arena. Los chicos juegan, se ríen, un poco
ajenos al drama. "Esto es un desastre. No nos explicamos qué
está pasando", cuenta Roxana Zárate. Está en la puerta de su
casa y no para de sacar agua de su casa. "Me entró en la
cocina, en la pieza. Recién ahora está bajando", explica.
Pasaron más de 30 horas. En la casa viven 7 personas. Cuatro son
menores.
Una docena de
personas que no tenían dónde alojarse fueron ubicados en el Club
Huracán. Otras 100 personas se autoevacuaron en casa de amigos y
familiares. Algunos recibieron incluso a personas desconocidas para
pasar la noche del domingo. Una casa blanca, con la puerta verde y el
adorno navideño todavía colgado, está vacía. En otra el panorama
es similar: hay una imagen del Gauchito Gil en la puerta y algunas
gallinas picoteando en una pequeña islita sobre el patio trasero.
Los vecinos fueron evacuados. Rolando Silas está a pocos metros,
pero pudo evitar que el agua entrara en su casa. "Nací en este
casa. Tengo 61 años y nunca vi esto", asegura.
El drenaje de las
aguas era un drama latente ayer entre los pobladores. En la comuna
estimaban que quizás mañana podrían desagotarse por completo las
calles. Pero había otro tema que inquietaba: la rotura de un caño
que alimenta el tanque de agua potable del pueblo provocó que se
contaminara, por lo que ayer la recomendación era no consumirla. Los
estudios hoy definirán qué tipo de bacteria podría haber afectado
el agua. Se temía que no pudiera utilizarse por una semana o quizás
hasta 10 días, por lo que uno de los elementos vitales ayer era ése.
Bomberos y rescatistas recorrían la comuna en piraguas para entregar
bolsones de comida y bidones con agua.
El jefe comunal,
Lucas Lesgard, es odontólogo. Dice que el agua llegó a la puerta de
su consultorio y que entró en lugares donde nunca lo había hecho.
Pone como ejemplo un comercio céntrico que funciona hace 70 años.
Lesgard tiene 39 años y dice que es la primera vez que ve un
panorama como el de este fin de semana. "El suelo no absorve un
milímetro más", explica. En Chabás apuestan a un canal
aliviador que, si el clima lo permite, podría terminarse en unos
cuatro meses. Los vecinos exigen obras, pero ayer rogaban al menos
por un guiño del clima. Un alivio que no encuentran desde que llegó
Navidad. Ese día debieron levantar la mesa de apuro y archivar
cualquier idea de celebrar. Desde ese momento todo es drama y
angustia en este pequeño pueblo de 8 mil habitantes.
Fuente:
Mauro Aguilar, El drama de Chabás: desde Navidad sufrieron cuatro inundaciones, 16/01/17, Clarín. Consultado 17/01/17.
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