miércoles, 21 de diciembre de 2016

“Las principales consecuencias en los afectados son las psicológicas”

Uno de los aviones estadounidenses involucrado en el accidente de enero de 1966. Foto: Rizzoli Press

José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía "Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares". Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007).

por Salvador López Arnal

Estamos en el capítulo VII: "Resultas y reparaciones". Pero déjame preguntarte por el cuestionario del que hablamos en las anteriores entrevistas. Creo que un diputado de Ciudadanos ha utilizado tu texto como exposición de motivos. ¿Para qué?

JH.- Para conocer con exactitud cuáles son los acuerdos adoptados con los norteamericanos y hasta dónde han llegado en las negociaciones bilaterales los recortes al Plan de Rehabilitación de Palomares.

¿Y las organizaciones ecologistas y los partidos de izquierda? ¿Se han puesto en contacto contigo?

JH.- Únicamente Ciudadanos e IU, han realizado unas preguntas parlamentarias. También Ecologistas en Acción, desde hace muchos años atento a todo lo que acontece sobre Palomares, está concienciado con el tema. Estamos intentando sensibilizar a otras formaciones progresistas como Podemos, sin resultado aún.

Por cierto, tú presentante o apoyaste una denuncia al fiscal de medioambiente del Tribunal Supremo en la que creo que se culpaba de inacción al CSN y al CIEMAT, y como responsable subsidiario, al gobierno. Me has comentado que el único que siempre ha apoyado esta acción ha sido José Ignacio Domínguez, el coordinador de Ecologistas en Acción para Palomares. ¿Nos explicas un poco esta denuncia? ¿Nos das alguna información más sobre José Ignacio Domínguez? Su nombre me suena mucho.

JH.- Yo ayudé con algunas pruebas documentales que demostraban la triste y desalentadora negligencia mantenida con Palomares durante décadas por la Administración en general y los organismos reguladores en particular, aún a sabiendas que iba a ser una iniciativa sin futuro, que la percepción popular -con la que coincido- sobre la independencia de los poderes públicos estaba bajo mínimos.

José Ignacio Domínguez es el encargado en la zona de atender la cuestión Palomares dentro de "Ecologistas en Acción". Ha sido piloto de caza, piloto comercial. Formó parte de la Unión Militar Democrática, cuando ser militar y demócrata era un crimen. Más tarde se licenció en Derecho y ejerce filantrópicamente contra los casos de corrupción urbanística. A él nuestra sociedad le debe, entre otros, que el famoso mamotreto del Hotel Algarrobico, en pleno P.N. de Cabo de Gata, no esté abierto con todos los permisos oficiales, gracias a los partidos corruptos que lo alentaron. José Ignacio es esa rara avis a los que se refería Bertolt Brecht, los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.

De acuerdo contigo y con Brecht. Vuelvo al libro. Hablas de las investigaciones del Global Hibakusha Project (GHP). ¿Qué investigaciones son esas? ¿Qué proyecto es ese?

JH.- Es una iniciativa realmente interesante. Utiliza la palabra japonesa hibakusha, que hace referencia a la persona bombardeada. Tras Hiroshima y Nagasaki se utilizó este vocablo para aquellas personas que, directa o indirectamente, sufrieron las consecuencias de las bombas atómicas. Hoy día tiende a ampliarse su significado para todo individuo que sufre cualquier consecuencia material, física o psicológica, ya sea por un accidente, bombardeo o prueba nuclear. El GHP es un proyecto de ámbito planetario que intenta estudiar todos y cada uno de los lugares afectados por la radiación. Una de sus principales conclusiones es la similitud entre los distintos casos.

Similitud que afectan al comportamiento de ostracismo social e institucional con los afectados y sus lugares, a muchas de las consecuencias, a las reacciones de estas personas hacia la radiación, independientemente del régimen político, su ubicación, clima y cultura. Para saber más sobre GHP: http://bojacobs.net/Bo_Jacobs/Global_Hibakusha.html

Un comentario sobre un texto que recoges del profesor Robert Jacobs, que también ha visitado Palomares: "La radiación hace invisible a la gente. Les hace ciudadanos de segunda clase, sin expectativa de ser tratados con dignidad por su gobierno, por los que supervisan las instalaciones nucleares cerca de ellos, por los militares y la industria nuclear que llevan a cabo prácticas que exponen a las personas a la radiación". Distingues entre consecuencias tangibles e intangibles de los accidentes nucleares. ¿Qué consecuencias intangibles con esas?

JH.- Las principales son las psicológicas en los afectados. En el caso de Palomares, el posible síndrome de estrés postraumático en una parte de la población; la angustia e incertidumbre de cara al futuro por la desinformación; los miedos a la enfermedad silenciados, por último, la gestión y evaluación realizada por las instituciones de los riesgos inherentes a su situación. Por parte de la población no afectada se encuentra la estigmatización del lugar, los vecinos, su producción agraria y ganadera.

¿Cuáles han sido los principales daños materiales hasta el momento?

JH.- Los daños materiales en los primeros meses, como ya vimos en su momento, afectaron a la mayoría de la producción agraria y ganadera y la paralización de las labores pesqueras que afectó en mayor o menos cuantía a las poblaciones de Villaricos, Garrucha y Águilas. A lo largo del medio siglo, el dolo material se ha ido produciendo de manera intermitente. Es innegable que la sospecha y el conocimiento público de la actual situación radiológica ha afectado en la demanda y el precio en origen de los productos hortofrutícolas, así como el alquiler y compra de inmuebles para uso turístico. Miembros de la Universidad de Almería realizaron el año pasado un estudio con el coste total estimado por la contaminación residual dejada por los norteamericanos para ser usado en la negociación bilateral. Documento que no ha podido ser consultado por el secretismo a que nos tienen acostumbrados, como si la Dictadura proyectara aún su larga sombra en nuestras instituciones.

Citas un caso que vale la pena comentar. ¿Qué le pasó tras el accidente a José López, un vecino de la zona?

JH.- Existen muchas maneras de enfrentarse a una situación dramática. El pánico a la radiactividad puede convertirse en una fobia. A José López le reconocieron con el contador alfa y este marcó el tope en varias ocasiones. Le aconsejaron un cepillado o lavado de su ropa y él la quemó toda. A los tres días tuvo una crisis aguda de vómitos. No se halló fallo orgánico, por lo que el diagnóstico fue de origen anímico. Nunca se sabrá el número de vecinos que padecieron este tipo de desórdenes.

Hablas de un cambio de color de los banderines el 20 de febrero de 1966. ¿Por qué?

JH. Las áreas contaminadas se marcaban con banderas rojas. Las que no lo estaban se señalaban con blancas. Cuando a un agricultor le colocaban las rojas en su parcela la tierra se convertía súbitamente en maldita. Algunos se rebelaron contra el destino invirtiendo el color cuando llegaba la noche, como si en el cambio cromático radicase la solución. Convinieron que un cambio de color menos problemático para las áreas «calientes» como el verde, podría solucionar el nuevo problema.

Te pregunto por la extensión del temor de lo sucedido a continuación.

Fuente:
Salvador López Arnal, Las principales consecuencias en los afectados son las psicológicas”, 21/12/16, Rebelión. Consultado 21/12/16.

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