Cuendo la central nuclear Pilgrim, en Cape Cod, cierre en 2019, segurá almacenando unas 800 toneladas de combustible gastado. Foto: Paul Rifkin |
por Gregg Levine y
Caroline Preston
Un
templado día de septiembre en 2012, Paul Rifkin le pidió a un amigo con un
helicóptero que lo ayudara a realizar un experimento. Rifkin, un
restaurador retirado convertido en fotógrafo aficionado, quería
capturar las imágenes aéreas de la central nuclear Pilgrim, que
se encuentra en las costas de Cape Cod Bay, a un corto trayecto en
coche de su casa. Él se había interesado por la central un año y medio antes, después de que un terremoto
y un tsunami en Fukushima, Japón, había causado una serie de
explosiones y fusiones en tres reactores costeros, casi idénticos al
de Pilgrim. Rifkin, se había unido a Cape Downwinders, un grupo de
residentes locales preocupados por la seguridad de la central, y
esperaba probar afirmaciones de un gerente de Pilgrim de que el
espacio aéreo sobre la planta era seguro. Las fotos del sobrevuelo que él tomó ese día sugirieron que no lo era, pero
también mostraron algo más. En el sitio, cerca del edificio del
reactor, Entergy, el propietario de la instalación, había
construído una plataforma de concreto de 12 mil metros cuadrados.
Rifkin y sus compañeros activistas supieron más tarde que estaba destinada a un espacio de almacenamiento para los residuos
radiactivos acumulados de la planta.
Pilgrim es una de
las centrales nucleares peor evaluadas en los Estados Unidos.
Desde que generó su primer kilovatio de electricidad, en diciembre
de 1972, ha sufrido fallas mecánicas y errores de seguridad. En sólo 4 semanas este verano, la central estuvo fuera de línea por un
total de 15 días debido al mal funcionamiento de una válvula de vapor, niveles elevados de agua en el reactor y otros
problemas. Durante años, los detractores de Pilgrim han mantenido
una constante presión sobre Entergy y sobre los funcionarios
estatales a través de protestas locales, con una sentada en la oficina
del gobernador, y acciones legales. El pasado mes de
octubre, en una victoria parcial para los activistas, la compañía
anunció planes para cerrar la central, citando el gasto de mantenerla
funcionando frente al gas natural barato y abundante, y los cada vez
más competitivos "recursos de energía renovable". Está programado el cierre de la central para el 31 de mayo de 2019.
Pero eso no
terminará la saga de Pilgrim. Porque el 1 de junio, la
planta seguirá almacenando más de 800 toneladas de
combustible irradiado. La mayoría de los desechos se almacenan
actualmente en una piscina de agua de 40 pies de profundidad,
suspendida cuatro pisos sobre el suelo, junto al núcleo del reactor.
La piscina, que fue diseñada para contener 880 elementos
combustibles, ahora contiene más de tres veces ese número. La
Agencia Nacional de Ciencias (NAS) advirtió que si falla el sistema de
enfriamiento en una planta como Pilgrim, habría poco tiempo
antes de que el agua de la piscina se evapore y exponga las
barras radiactivas al aire. La NAS y los activistas han advertido que el incendio resultante podría enviar a través de Cape Cod y
el norte de Nueva Inglaterra varias veces la cantidad de cesio-137
radioactivo liberado en el desastre de Chernóbil. "Piscinas como
la de la Central Nuclear Pilgrim son un desastre a la espera de
suceder", dijo el senador Ed Markey, un demócrata de
Massachusetts, en un correo.
En los últimos
dos años, Entergy ha iniciado el proceso lento y costoso de
transferir a silos secos algunos de los elementos combustible más viejos y más
fríos -que ya no son lo suficientemente potentes para alimentar
eficientemente el reactor, pero aún serán peligrosos durante milenios. Los silos de hormigón y de acero, de 18
pies de alto y 180 toneladas, han comenzado a alinearse en
la plataforma de concreto de Pilgrim, a una distancia equivalente a
una cancha de fútbol de la bahía. Algunos
científicos consideran que el almacenamiento en silo seco es
preferible a la piscina, pero los habitantes de
Plymouth y sus alrededores temen que los silos se conviertan en una
instalación permanente en el Cabo. Como dijo John Mahoney, concejal de Plymouth: "Van a estar en una plataforma de hormigón con vistas a
la Bahía de Massachusetts durante siglos, al igual que las estatuas
en la Isla de Pascua".
La historia
reciente sugiere que Mahoney tiene buenas razones para preocuparse.
En 1982, el Congreso aprobó la Ley de Política de Desechos
Nucleares, que obligó al Gobierno Federal a hacerse cargo del
combustible gastado en 1998. Hoy, casi dos décadas después,
prácticamente ninguno de los residuos han salido de las instalaciones dónde se produjeron. Hace tiempo
calcularon que viajarían miles de millas por ferrocarril y por
carretera hasta un depósito subterráneo en Yucca Mountain, Nevada.
Pero el sitio, a dos horas de camino al noroeste de Las Vegas,
resultó científicamente defectuoso y políticamente impracticable. El Gobierno Federal se ha visto obligado a pagar a la industria nuclear
cientos de millones de dólares cada año por incumplimiento del
contrato -dinero que los operadores de las centrales no están
específicamente obligados a gastar en almacenamiento. "Estamos
mucho más rezagados que en 1983", dijo Arjun
Makhijani, ingeniero nuclear y presidente del Instituto para la
Investigación Energética y Ambiental.
El Departamento
de Energía (DOE), la agencia con la responsabilidad final de las 70
mil toneladas de residuos nucleares del país, tiene un plan o, al
menos, un plan para comenzar a pensar en un plan. Esta primavera y
verano, el DOE organizó foros en ciudades a lo largo del país, que incluyeron a Boston, donde se debatió una "iniciativa basada en el
consentimiento del sitio". Esta iniciativa -no
la identificación de lugares para poner los residuos en sí, sino un
marco para ganar la confianza de un público desconfiado- puede dar
lugar a varios escenarios de almacenamiento. "Estamos tratando de
seguir avanzando hacia el desarrollo de lo que llamamos un sistema
integrado de gestión de residuos", dijo John Kotek, secretario
asistente interino de la Oficina de Energía Nuclear.
Una opción es el
almacenamiento intermedio consolidado. Bajo este plan, el combustible
gastado sería trasladado de centrales en 30 estados a un puñado
de instalaciones regionales de almacenamiento subterráneo -lo que
Kevin Kamps, un especialista en residuos de Beyond Nuclear, ha
llamado "vertederos de estacionamiento". Se sentarían
sobre plataformas de hormigón semejantes a la de Pilgrim, durante 20, 40, quizá hasta 100 años, hasta que el Gobierno Federal encuentre un esquema definitivo. El DOE norteamericano ve este plan provisional como una manera
de relevar a comunidades como Plymouth de su carga de desechos (y al
gobierno de los Estados Unidos de sus pagos a la industria). Pero los
críticos ofrecen una pesada lista de objeciones, la principal entre
ellas es que eliminar los desechos del patio trasero de una comunidad
requiere ponerlo en otro patio trasero, creando sitios más
contaminados que requerirán una limpieza futura. El DOE espera que algunas comunidades acepten los residuos de todos
modos, pero muchas personas están acusando al gobierno de usar el
consentimiento del público como un sustituto del rigor científico y
regulatorio.
Una vez que los
sitios se identifican, entonces aparece el problema del transporte. Los tambores deben ser transportados en camiones pesados, de
movimiento lento, o en trenes de carga, que a veces pasan por zonas
densamente pobladas del país. Mover los silos residuos una vez es arduo y
bastante costoso, pero la solución propuesta por el DOE, llevándolos a una estación de manera temporal, y luego a un
lugar de descanso final, requiere hacerlo al menos dos veces. "El
almacenamiento provisional es, en mi opinión, una pérdida de
tiempo, dinero y recursos", dijo Gregory Jaczko, físico y ex
presidente de la Comisión Reguladora Nuclear (NRC). Diane Turco, que se
retiró temprano de su trabajo como maestra de educación especial
para dedicar más tiempo a la ONG Downwinders del Cabo y ahora es
presidente de la ONG, duda de que el gobierno pueda ejecutar su plan.
"Creemos que es sólo un gran espectáculo para aplacar al
público", dijo. "No vemos que vaya a ninguna parte".
Algunos funcionarios locales y residentes, reconociendo que el
progreso es probable que sea lento, han pedido al gobierno que los
indemnice por servir como vertedero nuclear de facto.
Mientras tanto,
los silos se acumulan, vulnerables no sólo a las fuertes
tormentas y al aumento del nivel del mar que acompaña al cambio
climático, sino también a un ataque deliberado. Un grupo terrorista
podría sabotear el suministro de energía o el sistema de
enfriamiento de la planta, montar un asalto directo a su personal,
disparar un proyectil desde la Bahía o lanzar un ataque suicida desde el aire,
algo que no es tan difícil como lo demostró el experimento con
helicóptero de Rifkin. La vulnerabilidad
de los silos, almacenados al aire libre, cerca de la costa, ha
llevado a Mary Lampert, un viejo activista ambiental de la ciudad de
Duxbury, a doblar la apuesta diciendo que son "Palos de bowling para los
terroristas”. Mientras que la NRC
sostiene que los silos proporcionan una "protección
adecuada", la NAS y los organismos de
vigilancia nuclear sostienen que los almacenamientos masivos podrían
estar mejor situados y mejor protegidos, dentro de barreras de tierra
y cemento a una distancia segura tanto del edificio del reactor como
del perímetro de la propiedad.
Pero si alguno de
estos -almacenamiento más seguro de desechos ahora, o mejor
compensación en el futuro-, va a ocurrir, requerirá una atención
significativa de las comunidades de todo el país. Makhijani, que ha
observado los altos y bajos de la regulación nuclear durante más
de tres décadas, nos dijo que los pocos años que rodean el cierre
de una planta son cuando el público en general puede ejercer la
mayor influencia en el proceso de desmantelamiento y la disposición
de los desechos radiactivos. Citó otra instalación de Entergy,
Vermont Yankee, cuyo reactor tipo Fukushima fue cerrado a finales de
2014, y cuyos desperdicios y desmantelamiento han recibido una
vigilancia constante de activistas locales y legisladores. "La
vigilancia vale la pena", dijo Makhijani.
La alternativa,
el statu quo, parece poco atractiva para todos los interesados -de la
compañía que quiere el combustible gastado fuera de su propiedad y
fuera de sus libros contables, a las comunidades cercanas de Cape Cod
que esperan algún día salir de debajo de la que ven como una espada de Damocles radiactiva, a un gobierno federal legalmente
obligado a resolver la siempre creciente crisis de los desechos
nucleares en Estados Unidos. "Si no
hacemos algo", dijo Allison Macfarlane, presidenta de la NRC de 2012 a 2014, "si no tenemos
un plan, hay una garantía de cien por ciento que estas cosas
terminarán en el medio ambiente". Las grandes
cabezas de Rapa Nui que Selectman Mahoney vieron como el antecedente
de los silos secos de Pilgrim podrían desmoronarse en el mar,
víctimas del tiempo y el calentamiento global. Si los Estados Unidos
no pueden encontrar un lugar seguro y seguro para sus desechos
radiactivos, la tierra probablemente tenga su propio plan.
Fuente:
Gregg Levine, Caroline Preston, Pilgrim’s Progress: Inside the American Nuclear-Waste Crisis, 25/11/16, The New Yorker.
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