Hinkley Point A se desactivó, Point B lo hará en los próximos años y Point C es un proyecto. Foto: The Guardian |
por Peter
Wynn Kirby
Oxford, Inglaterra. El mes pasado, el gobierno británico aprobó lo que podría ser el proyecto de una central nuclear más controvertido y menos prometedor en una generación.
¿Por qué hizo esto? Debido a que no se trata sólo de un proyecto energético:
Es también una sigilosa iniciativa para reforzar la disuasión
nuclear de Gran Bretaña.
Durante años, el
gobierno británico ha estado promoviendo un plan para construir dos
reactores denominados European Pressurized Reactors (EPR) en Hinkley Point C, al sudoeste de Inglaterra.
Se estima que la
planta producirá alrededor del 7 por ciento de la electricidad total
del país a partir de 2025, año en que se espera esté
terminada. El diseñador del EPR, Areva, afirma que el reactor es
confiable, eficiente y tan seguro que puede soportar la colisión de un avión de pasajeros.
Pero el proyecto
es asombrosamente caro: Tendrá un costo de más de 22 millones de dólares construirlo y conectarlo en la red. Y no está claro que la
tecnología EPR sea viable.
No existe ninguna versión
de este reactor prestando servicio. Los dos proyectos de EPR que están
más avanzados -uno en Finlandia, y el otro en Francia- llevan muchos años de retraso, han tenido pérdidas de miles de millones de dólares
y están acosados por problemas de seguridad importantes.
La primera serie
de ciertos componentes de los reactores Hinkley Point C presentó
graves defectos metalúrgicos en el recipiente a presión que
contiene el núcleo del reactor. En 2014, Tony Roulstone, ingeniero nuclear de la Universidad de Cambridge, declaró que el diseño EPR
es "inconstructible".
El constructor
principal del EPR, la compañía francesa Electricité de
France (EDF), se enfrentó a una revuelta este año: Sus sindicatos
combatieron el proyecto Hinkley Point, temiendo que podría quebrar
la empresa. Renunció el director financiero de EDF,
argumentando que pondría demasiada tensión en el balance de la
empresa.
Pero el gobierno
británico sigue actuando como si quisiera que el proyecto de
Hinkley prosiguiera casi a cualquier precio.
A cambio de cubrir aproximadamente un tercio de los costos, la empresa estatal China General Nuclear Power Corporation tomará alrededor de
un tercio de la propiedad en el proyecto (Una subsidiaria de EDF
posee el resto). El gobierno británico también ha acordado
provisionalmente permitir a China más adelante la construcción de un reactor
de diseño chino -todavía no probado- en Bradwell-on-Sea, al noreste de
Londres.
Estas ofertas son
un logro importante para China, que anhela convertirse en un jugador
en el mercado nuclear internacional. Pero son un movimiento
arriesgado para Gran Bretaña: Le dan a una compañía estatal china el acceso a la red eléctrica de Gran Bretaña, a pesar de que China es
un competidor estratégico de largo plazo.
El gobierno
británico también ha garantizado que los inversores en el proyecto
Hinkley recibirán 115 dólares por megavatio-hora durante 35 años. Esto es
aproximadamente el doble del precio de la electricidad hoy en día, y
es más que los precios de la mayoría de las principales fuentes de
energía renovable, que la Agencia Internacional de Energía
Renovable predice caerán en las próximas décadas.
Si el precio de
mercado de la electricidad cae por debajo de esa tasa, una empresa
del gobierno está obligada por contrato a cubrir la diferencia -con
el coste adicional trasladado a los consumidores. Las previsiones de los
precios han caído desde que el acuerdo fue alcanzado: Este verano el
gobierno, revisando las estimaciones, dijo que los pagos
diferenciales en virtud del contrato podría llegar a casi 37 mil millones de dólares.
Si el plan de
Hinkley parece escandaloso, se debe a que sólo tiene sentido si
se tiene en cuenta su conexión con proyectos militares de Gran
Bretaña -especialmente el Trident, una flota de submarinos
nucleares armados, que es anticuada y necesita una reforma. Hawks
y los conservadores, en particular, ven el programa Trident como
vital para la preservación de la influencia internacional de Gran Bretaña.
Un minucioso estudio de los oscuros documentos de políticas militares británicos, publicados el mes pasado por la Unidad de Investigación de
Política Científica de la Universidad de Sussex, demuestra que el
gobierno y algunos de sus socios en la industria de defensa, como
Rolls-Royce y BAE Systems, creen que una industria nuclear
civil robusta es esencial para la modernización de programa de submarinos
nucleares de Gran Bretaña.
Para los
defensores de Trident, los proyectos nucleares civiles son una forma de
"enmascarar" los altos costos del desarrollo de una
nueva flota de submarinos nucleares, según el informe. La fusión de programas tales como investigación y desarrollo o formación
profesional, en todos los sectores civiles y militares ayuda a reducir
el gasto militar. También ayuda a mantener la reserva de talento de especialistas nucleares. Y dado el largo tiempo de entrega y
la esperanza de vida de la mayoría de los proyectos nucleares, las
conexiones entre los programas civiles y militares dan a las empresas
más incentivos para hacer las grandes inversiones requeridas.
Se puede decir
que con el proyecto de Hinkley Point, el gobierno británico está
utilizando miles de millones de dinero chino para construir
submarinos de sigilo diseñado para disuadir a China.
Ciertamente se
puede decir que el gobierno británico está utilizando un desasertado proyecto
de energía nuclear civil como un retorcido medio de financiación para un programa de submarinos.
El gobierno
británico debe ser más transparente con sus gastos militares,
aunque sólo sea para que esos gastos se pueden medir con las
necesidades de otros programas públicos. De acuerdo con el estudio
de la Unidad de Investigación de Política Científica, el propio
gobierno estima que en 2015 la renovación de la fuerza de disuasión
Trident tendrá un costo de casi 38,5 mil millones de dólares. En
comparación, el déficit de los Servicios Nacionales de Salud para
el año fiscal 2015-6, fue alrededor de 3 mil
millones, un récord.
Ocultando los
verdaderos costos de un proyecto como Trident mediante la promoción
de un proyecto cuestionable y ruinoso como Hinkley Point C
distorsiona la economía de los sectores tanto de defensa, como civiles de energía. También sesga la política energética propia.
Si la política
energética de Gran Bretaña fuera exclusivamente sobre energía,
en lugar de también defensa, el sector nuclear se vería
obligado a pararse sobre sus propios pies. Y el gobierno tendría que
reconocer los crecientes beneficios de la energía renovable y hacer
comparaciones inflexibles acerca de costos, implementación,
beneficios y la seguridad del medio ambiente.
La política de
defensa de Gran Bretaña no se debe socavar la política
energética del país: De eso, también, se trata la seguridad
nacional.
Peter Wynn Kirby
es un especialista nuclear y del medio ambiente de la Universidad de
Oxford.
Fuente:
Peter Wynn Kirby, Britain’s Nuclear Cover-Up, 10/10/16, The New York Times. Consultado 11/10/16.
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