La Premio Nobel
de Literatura Svetlana Alexiévich recopila testimonios de las
víctimas que quedaron en el olvido tras el escape nuclear de 1986. ¿Cómo se cuenta
el pasado? infoLibre analiza cine, literatura y arte que se ha
construido sobre algún hecho histórico en el último año.
En una de sus
visitas a Madrid, la escritora Svetlana Alexiévich (Bielorrusia,
1948) dijo que sus libros tratan de explicar el “interior de cada
uno” de los ciudadanos rusos. Tras recibir el Nobel de Literatura
en 2015, manifestó que había sido acusada de “calumniar al pueblo
ruso”. Voces de Chernóbil, que ha vendido más de 27.000
ejemplares solo en castellano, es una de las cinco obras de la
escritora, cuyas ediciones más recientes en español son La guerra
no tiene rostro de mujer (2015, Debate) y Los muchachos de zinc
(Debate, 2016) sobre la guerra de Afganistán. Todos se basan en
hechos reales y decenas de entrevistas, pero su clasificación está,
según la autora, dentro de la literatura y no del periodismo.
El relato sobre
el desastre nuclear, su único libro traducido al español hasta que
recibió el galardón, fue escrito originariamente en 1997, publicado
en un primer momento por la editorial Casiopea, más tarde Siglo XXI
y por último Debolsillo. La obra premiada responde a un “nuevo
género” que la escritora ha denominado en alguna ocasión
“literatura de voces”. Estas son los testimonios de los que
sufrieron directamente las consecuencias del accidente nuclear y la
suya propia. Viudas desconsoladas, ancianos que viven solos en aldeas
devastadas, médicos rurales o bomberos liquidadores -equipo
encargado de eliminar las consecuencias de la explosión- que
atendieron la fuga en la planta, son algunos de los supervivientes
que con sus relatos conducen a cada uno de los intensos monólogos de
Alexiévich.
El accidente
nuclear de Chernóbil fue, con diferencia, el accidente más grave de
la historia de la energía nuclear, clasificado en el nivel siete
(accidente nuclear grave en la Escala Internacional de Sucesos
Nucleares). Aunque el desastre de Fukushima también obtuvo esta
clasificación, las consecuencias del primero fueron mucho más
devastadoras. Situada junto a la ciudad de Prípiat (al norte de
Ucrania en la región de Kiev, cercana a la frontera con
Bielorrusia), que en ese momento tenía 48.000 habitantes, la central
nuclear disponía de cuatro reactores en funcionamiento y dos más en
proceso de construcción. Fue durante la noche del 25 al 26 de abril
de 1986 cuando el accidente se originó en el cuarto reactor de la
planta.
La madrugada del
accidente
El motivo que
desencadenó el accidente nuclear fue la realización de una prueba
programada para el día 25 de abril bajo las órdenes de las oficinas
centrales del Politburó, que estaban orientadas a aumentar la
seguridad del reactor. La descoordinación entre el equipo encargado
de llevar a cabo la prueba y el responsable de seguridad del reactor
provocó que se sobrecalentara y se rompiesen varias
tuberías de fuel, lo que dio como resultado final dos explosiones
que conllevaron la salida de nubes radiactivas durante diez días.
Un total de 30
personas murieron inmediatamente a consecuencia de la explosión y el
incendio, tras lo cual la estructura ardió sin cesar durante diez
días contaminando 142.000 kilómetros cuadrados en el norte de
Ucrania, el sur de Bielorrusia y la región rusa de Briansk. La
lluvia radiactiva fue 400 veces superior a la radiactividad que se
desprendió de la bomba de Hiroshima, y provocó el exilio de más de
300.000 personas de sus hogares.
Prípiat es tal
vez el lugar más emblemático de la catástrofe, pero 188 aldeas más
pequeñas tuvieron que ser evacuadas de Ucrania y Bielorrusia a causa
del desastre.
Treinta años
después, las consecuencias siguen brotando a pesar de que la zona de
exclusión sigue siendo la misma, igual de deshabitada y muerta. Lo
más preocupante son las nuevas generaciones de niños que no
vivieron Chernóbil pero que a día de hoy pagan sus consecuencias.
Los estudios del hospital Oksana Kadun sostienen que, desde que
explotó el reactor nuclear la mortalidad aumenta y la natalidad
desciende, y el número de niños afectados por patologías
oncológicas como el cáncer de tiroides -el más acusado entre las
víctimas- se ha multiplicado por cuatro.
Una cultura de
baja seguridad
Moscú intentó
en un principio esconder el accidente. La primera alerta pública fue
dada dos días más tarde por Suecia, que detectó un aumento de
radioactividad. Pero el presidente de la Unión Soviética, Mijail
Gorbachov, no habló públicamente del accidente hasta el 14 de mayo.
En plena perestroika, cuando además la URSS gozaba de la glasnost -libertad a medios de comunicación para criticar al Gobierno-,
el accidente de Chernóbil supuso, junto con la retirada de las
tropas soviéticas de Afganistán, la señal que auguró el desplome
del gigante soviético, alentado además por grandes movimientos de
oposición antiimperialistas en Ucrania.
Aunque a la
administración soviética le costó reconocerlo, el accidente fue
fruto de errores humanos y técnicos, efectos que se agravaron debido
a que era un sistema dinámicamente inestable. Además, los expertos
destacan causas como el bajo nivel de cultura de la seguridad nuclear
en la antigua URSS, que se veía reflejado, por ejemplo, en una falta
de legislación nuclear o en la atención insuficiente al factor
humano, entre otros aspectos.
El impacto del
accidente a nivel político fue más allá de las fronteras de la
URSS consiguiendo detener programas nacionales de energía nuclear, y
creando una opinión pública que a día de hoy lucha activamente
contra las plantas y programas nucleares.
Chernóbil, 30
años después
Con el objetivo
de limitar los efectos de la catástrofe se construyó un sarcófago
para impedir así que la radiación se escapase del reactor.
Greenpeace estima que para la construcción se usaron más de 7.000
toneladas de acero y 410.000 metros cúbicos de hormigón para
atrapar 740.000 metros cúbicos de residuos contaminantes. No
obstante, esta estructura fue considerada como una solución temporal
por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), ante
lo cual en 2013 se comenzó a construir un nuevo sarcófago conocido
como el Nuevo Confinamiento de Seguridad (NSC), que supone un coste
de 2.100 millones de euros y cuya finalización se prevé para el
próximo año.
Los testimonios
de Voces de Chernóbil y los debates internos de Alexiévich no
invitan especialmente al lector a pasear por las arrasadas vías de
Chernóbil y alrededores. Hace un par de décadas incluso habría
parecido una locura, pero hoy es toda una realidad que la zona de
exclusión es un sitio de atracción turística. No es peligroso, la
radiación a la que se exponen los visitantes en cada ruta es ínfima
si siguen las indicaciones de los guías.
Fuente:
Marta Valverde, ‘Voces de Chernóbil’, crónica de la tragedia soviética, 15/08/16, Infolibre. Consultado 15/08/16.
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