Un mural recuerda en el lugar la masacre que incluyó a mujeres, ancianos y niños |
Desde el Área de Investigaciones Históricas del Museo, señalan que desde fines del siglo XIX, los grupos dominantes de la naciente República Argentina, comenzaron a ver con preocupación el problema del indígena.
Es que para
ampliar la frontera agropecuaria, era necesario que las tierras
habitadas por los pueblos originarios, desde hacía miles de años,
fueran desocupadas.
En aquellas
regiones donde no había necesidad de mano de obra barata, se los
exterminó; en cambio en aquellos territorios donde el indígena era
necesario, se implementaron campañas de escarmiento, no de
exterminio.
No obstante esta
estrategia militar, con fundamentos políticos y económicos entre
1884 y 1885, en el Territorio Nacional del Chaco la campaña militar
del general Victorica sólo dejó secuelas de muerte, desolación y
cambios en las formas de vida de los primitivos habitantes del Chacú.
Los que
sobrevivieron debieron “conchabarse” en los obrajes que ya
existían en las orillas del Río Paraná, donde las condiciones de
vida fueron casi esclavas.
Cuando decayó el
ciclo forestal, el algodón cubrió el espacio chaqueño, pero la
situación laboral no varió esencialmente. Cuando los indígenas se
trasladaban a otras provincias para la zafra de caña de azúcar o de
algodón, donde recibían mejores pagos, los dueños de los campos de
algodón y las grandes compañías algodoneras pusieron el grito en
el cielo por la falta de brazos en la cosecha.
Y para de evitar
que los pueblos indígenas se trasladaran a otras provincias, se
sancionó una ley que prohibía el traslado hacia ellas. Por esos
años, y con el propósito de tener a los pueblos originarios “al
alcance de las mano”, se crearon las Reducciones de Indios, donde
se los reunía para los períodos de las cosechas.
Fue en 1924,
cuando los pueblos originarios, acompañados de un grupo de
trabajadores criollos, cruzaron sus brazos y comenzaron la primera
huelga indígena del país, por mejores salarios y otras motivaciones
laborales.
El gobierno del
Territorio, ante el pedido de los dueños del algodón, acudió con
la policía de Territorios hasta Napalpí (en cercanías de
Machagay), y utilizaron el lenguaje de las carabinas contra el pueblo
indefenso.
El 19 de julio de
ese año, Napalpí se tiñó de sangre. Se dispararon 5.000 balazos
contra el pueblo indefenso, que sólo atinaba a cantar y bailar
convocando a sus dioses protectores. Nadie acudió al llamado
angustioso, ni los chamanes pudieron hacer nada con sus mensajes
salvíficos.
Cerca de
quinientos cuerpos yacían en el campo, horas después de aquella
masacre. La policía no registró ni un solo herido. En tres días
todo volvió a ser “normal”. Los latifundistas y las empresas
monopólicas festejaban la matanza.
Este episodio,
uno de los más cruentos de la historia indígena de la Argentina, ha
quedado guardado en la conciencia colectiva de los pueblos y hoy,
desde el Área de Investigaciones Históricas del Museo del Hombre
Chaqueño, evocamos esta trágica fecha en memoria de los anónimos
luchadores del surco, que ofrendaron su vida, buscando la dignidad y
la justicia, contra la explotación y la opresión a que eran
sometidos.
Fuente:
Se conmemora hoy un nuevo aniversario de la Masacre de Napalpí, 19/07/16, Chaco Día por Día. Consultado 19/07/16.
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