por Mario Osava
Río de Janeiro, 8 jul 2016 (IPS). Los Juegos Olímpicos empiezan el 5 de agosto en la ciudad brasileña de Río de Janeiro, como un alivio para los taxistas locales, no por las ganancias adicionales que podrán obtener de turistas, sino por el fin de las obras que bloquearon muchas avenidas en los dos últimos años.
Pero decenas de
miles de familias se sienten excluidas del festival deportivo y de la
ciudad. Son las víctimas de desplazamientos forzados por la
construcción de vías de transporte e instalaciones para las
Olimpíadas.
“Más de 77.000
personas perdieron sus casas desde 2009”, cuando Río fue elegida
sede de los Juegos Olímpicos de este año, destacó Mario
Campagnani, miembro del Comité Popular de la Copa y las Olimpíadas,
como representante de la organización no gubernamental Justicia Global.
No todas esas
personas fueron desplazadas por obras olímpicas, pero muchas
comunidades pobres, como Villa Harmonia y Recreio II, si fueron
totalmente desalojadas a causa de lo que “llamamos Juegos de la
exclusión”, señaló a IPS.
Este es el cuarto
gran evento deportivo que afecta la ciudad desde los Juegos
Panamericanos de 2007. Después vinieron las Copas de la Federación
Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), la de las Confederaciones
en 2013 y la Mundial en 2014, disputadas en varias ciudades, pero
clausuradas en Río, la sede principal.
La mayoría de
las familias fueron reasentadas en barrios lejanos del centro y de
locales de trabajo, con infraestructura precaria, otras recibieron
indemnizaciones insuficientes para rehacer sus vidas y algunos
siquiera recibieron cualquier compensación por sus casas o negocios
demolidos, según el Comité.
Cuatro vías de
BTR (Bus de Tránsito Rápido), sumando más de 150 kilómetros, una
línea de metro de 16 kilómetros y una reforma radical de la zona
portuaria central, ahora denominada Puerto Maravilla, y algunos
estadios fueron las principales obras impulsadas por las Olimpíadas.
El BTR
Transcarioca, que une Barra da Tijuca, el nuevo barrio rico donde se
construyó el Parque Olímpico y otros estadios, al aeropuerto
internacional de Río de Janeiro, refleja el objetivo de servir al
turismo, antes que a la población local.
Río se convirtió
en una de las capitales mundiales de los megaeventos, que son “una
máquina de entretenimiento, una industria múltiple que generó un
nuevo concepto de esparcimiento turístico, activo y no más
contemplativo”, explicó Luiz Cesar Ribeiro, profesor de
planificación urbana en la Universidad Federal de Río de Janeiro.
“Se trata de un
sector complejo, que involucra en su preparación y realización a
varios servicios, obras públicas, medios de comunicación y otros
negocios, como la industria de material deportivo, además de la FIFA
y el Comité Olímpico Internacional”, acotó en diálogo con IPS.
Río se adecua a
esa actividad, “por ser una gran metrópoli, de paisaje natural
maravilloso y un centro cultural atractivo, donde hasta la pobreza de
las ‘favelas’ se convirtió en producto interesante”, destacó
Ribeiro, que coordina el Observatorio de Metrópolis, una red de
investigación.
Además esa
inclinación por grandes espectáculos y sus negocios tiene un
desarrollo endógeno. El carnaval local se convirtió en un negocio
turístico y televisivo internacional. Además en 1950, Río fue el
corazón de la Copa Mundial de Fútbol, construyendo el Maracanã, el
mayor estadio del mundo durante muchas décadas.
En los años 80
un empresario local creó el festival “Rock in Río”, que reunía
multitudes, bandas y cantantes internacionales.
Pero los
megaeventos cuestan mucho, exigiendo grandes inversiones en desmedro
de servicios públicos, como salud y educación. “Solo ciudades
ricas y sin problemas deberían acogerlos”, opinó el investigador.
“No es así
porque la industria del entretenimiento prefiere ciudades como Río,
con mecanismos de corrupción que facilitan sus negocios, lo que
incluye a las de Rusia y Sudáfrica, o sino países o
ciudades-empresas, como Qatar”, apuntó.
Se trata de una
actividad cuyos precios no se fijan por el mercado, sino por
acuerdos, sin parámetros, observó.
Brasil es un poco
el inventor del nuevo concepto, ya que fue un brasileño, João
Havelange, como presidente de la FIFA entre 1974 y 1998, quien “se
dio cuenta del gran negocio que podría ser el fútbol,
mundializándolo” e involucrando a distintos sectores, desde la
venta del espectáculo, a la industria y el comercio de jugadores.
Ahora, a Ribeiro
le preocupa principalmente lo que vendrá después de las Olimpiadas.
“Tendremos una fragilidad económica acentuada, una vuelta a los
años 80, con crisis social, desempleo y más violencia”, previó.
Ello porque Río
no dispone de una base industrial estructurada y es más vulnerable
que otras ciudades a la crisis económica nacional. Acabarán los
empleos generados por el megaevento en un momento en que el estado de
Río de Janeiro está quebrado y en crisis de gobernabilidad.
Además el
momento anterior, de relativa mejora económica y social, generó
expectativas que se frustrarán luego de las Olimpíadas, con la
población perdiendo ingresos y sufriendo el deterioro de servicios
de salud, advirtió Ribeiro.
El gran avance en
los transportes colectivos urbanos, anunciado como legado de los
Juegos, no ocurrirá, porque se invirtió mucho en los BTR, de
efectos limitados a sus circuitos, sin una política general de
transporte de masa, que exigirían mejoras en los trenes suburbanos
“en que no hubo ninguna inversión”, lamentó.
El plan olímpico
también agrava los desequilibrios de Río, al concentrar las
inversiones en Barra da Tijuca, una equivocada expansión urbana
hacia el oeste, iniciada en los años 70, con “abultadas
inversiones en túneles, carreteras y viaductos, en un circuito
especulativo de altos costos sociales” para la ciudad, evaluó.
Así se perdió
la oportunidad de la Olimpíada para “crear otras centralidades
para equilibrar la ciudad”, revitalizar el centro y “salir del
modelo que amplia inversiones en áreas ricas, al contrario de lo que
se hizo en Londres”, para los Juegos de 2012, concluyó Ribeiro.
La violencia en
la ciudad está aumentando, según dijo Campagnani, del Comité
Popular. Las muertes provocadas por la Policía Militar local
alcanzaron 40 en mayo, 138 por ciento más que el mismo mes de 2015,
y la mayoría de las víctimas es de jóvenes negros.
La sucesión de
megaeventos fomenta una creciente militarización de la ciudad, con
el ejército convocado a mantener la seguridad pública. Durante los
Juegos, que se celebrarán entre el 5 y el 21 de agosto, actuarán
21.000 militares en Río y otros 20.000 en otras ciudades donde
también habrá competencias, como partidos de fútbol.
Efecto zika
Los cerca de
10.500 atletas y 25.000 periodistas, además de la cifra mayor de
turistas, arribarán a Rio en un momento desfavorable. Además de la
crisis económica y política, Brasil sufre un brote del virus de
zika, transmitido por el mosquito Aedes aegypti y factor de
microcefalia en bebes de madres contagiadas, desde el año pasado.
El ministro de
Deportes, Leonardo Picciani, en el cargo hace solo dos meses,
descartó riesgos en una teleconferencia con periodistas extranjeros
el 7 de julio. Los casos de zika ya se redujeron en 90 por ciento en
Río, cayendo a 700 en mayo, y deberán “acercarse a cero en
agosto”, aseguró.
Sobre seguridad,
recordó que Río tiene larga experiencia con el Mundial de Fútbol y
otros megaeventos, como la visita del Papa Francisco en 2013, sin
incidentes, y que habrá un despliegue de efectivos sin precedentes
de policías y militares.
Editado por
Estrella Gutiérrez
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Fuente:Entradas relacionadas:
Mario Osava, Olimpiadas acentúan desequilibrios en Río, capital de megaeventos, 08/07/16, Inter Press Service.
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