por Antonio Elio
Brailovsky
Queridos amigos:
El ambiente es,
antes que nada, una faceta de la cultura. Los pueblos construyen su
ambiente de acuerdo con su trama de pautas culturales e intereses. El
ambiente no puede comprenderse si no lo consideramos como una
construcción social. Y cuando creíamos estar más cerca de integrar
las distintas variantes de las ciencias, nos dimos cuenta de que la
creación literaria es una forma de conocimiento que tampoco puede
ser omitida.
Así como existen
prejuicios que dificultan la articulación de las ciencias llamadas
naturales con las llamadas sociales también los hay (y tal vez mucho
más fuertes) para integrar el conocimiento racional con el
conocimiento artístico y literario.
Por eso me
interesa hablarles de este tema, en una ocasión muy particular.
Quiero compartir
con ustedes la alegría de haber sido distinguido como personalidad
destacada en el ámbito de la Ciencia por la de la Legislatura de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, “por mis logros en el ámbito de
la investigación, la docencia y la gestión de la temática
ambiental”.
La iniciativa fue
impulsada por los diputados Natalia Persini y Pablo Bergel.
El diploma
correspondiente me lo dan en un acto que se va a hacer en el Salón
Dorado de la Legislatura de la Ciudad, Perú 130, el próximo martes
12 de julio a las 18 horas.
Allí voy a
desarrollar una charla sobre “La ecología y la ciudad en la
literatura”.
La entrada es
libre y gratuita, con sanguchitos al final. ¡Los espero!
En esta entrega
ustedes reciben:
La invitación a la charla, organizada por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
Uno de los temas a desarrollar, referido a la relación imaginaria de Buenos Aires con la llanura.
El recordatorio de mi libro "Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires", del que está tomada parte de la charla y el contacto con el representante de la Editorial, para quienes quieran adquirirlo.
La obra de
arte que acompaña esta entrega es la escultura de Gian Lorenzo
Bernini, "El Río de la Plata", que forma parte de la
Fuente de los Cuatro Ríos, ubicada en la Piazza Navona, de Roma,
terminada en 1651. El Plata es un gigante encadenado por los
españoles, rodeado de monedas que tienen que ver con su nombre.
Un gran abrazo a
todos.
Antonio Elio
Brailovsky
La llanura en la cultura
Con frecuencia,
los españoles utilizaron palabras indígenas para designar aquello
que no conocían. En este caso se utilizó el término quechua
“pampa”, que significa “espacio sin límite”, y el tamaño de
la región pampeana tuvo un peso importante en la creación de los
imaginarios sobre el país. La idea de que el medio natural influye
sobre las características de un pueblo ha tenido un peso importante
en nuestra evolución. Desarrollada por Montesquieu, fue el soporte
ideológico de distintas miradas sobre Buenos Aires y los porteños.
Para Alcides
D´Orbigny, la complejidad de un paisaje genera mitologías
complejas. “En Buenos Aires, los habitantes aprecian poco las
bellas artes. La naturaleza del país es grandiosa, pero nada tiene
de pintoresco, ni exalta el pensamiento. Nada de bosques para las
dríadas y los faunos, sólo hay aguas estancadas salobres y fétidas
para las náyades. Nada de imperio para Flora. ¿Qué divinidad
habrían colocado los griegos en el vasto desierto de las pampas? Su
fecunda imaginación habría, sin duda, sentado al genio de la
Soledad, como Camoëns puso en el Cabo de Buena Esperanza al de las
Tempestades; pero los pobladores no ven más que pastos y cardos y
los indios su gualichu o genio del mal” [i].
Por supuesto que
se trata de un prejuicio. Los vastos desiertos (incluyendo la pampa)
generan mitologías tan complejas como la griega. La cueva en la que
Ulises pasó largas temporadas de amor en brazos de la ninfa Calypso
es un simple agujero en el duro suelo de Gozo, una islita del
archipiélago Maltés, sin ningún atractivo[ii]. Recíprocamente, el
mito helenístico de la náyade Aretusa, convertida en fuente por un
conflicto amoroso con un río, remite a un insignificante accidente
geográfico de Sicilia, mucho menos atractivo paisajísticamente que
cualquier laguna pampeana. Los mitos se crean en la mente de los
hombres, no en los accidentes geográficos.
Sin embargo, nos
interesa esta concepción, porque nos ayuda a comprender por qué,
cuando varias décadas más tarde la Generación del 80 se proponga
europeizar el país, no se conformará con cambiar la arquitectura y
el urbanismo. Además, tratará de europeizar nuestro medio natural,
introduciendo especies animales y vegetales. No se trataba de mejorar
estéticamente el paisaje sino de modificar el medio natural local
por su influencia sobre el alma de los hombres.
Garibaldi
contrastó los espacios pampeanos con los paisajes domesticados de
Italia y se identificó con esa llanura sin límites. “Ante la
naturaleza feroz de la pampa, símbolo de libertad e independencia
(Giuseppe) Garibaldi se sintió sobrecogido por una emoción
intensa” [iii]. Destacamos que para D´Orbigny los porteños son
habitantes de la pampa.
Un poco después,
Sarmiento sacará a los porteños de la pampa para decir que la
ciudad genera una realidad propia, la civilización, que se opone a
la barbarie pampeana, que viene determinada por la naturaleza.
“Buenos Aires –dice Sarmiento- está llamada a ser un día la
ciudad más gigantesca de ambas Américas. Bajo un clima benigno,
señora de la navegación de cien ríos que fluyen a sus pies,
reclinada muellemente sobre un inmenso territorio, y con trece
provincias interiores que no conocen otra salida para sus productos,
fuera ya la Babilonia Americana, si el espíritu de la Pampa no
hubiese soplado sobre ella, y si no ahogase en sus fuentes el tributo
de riqueza que los ríos y las provincias tienen que llevarla
siempre. (...) La barbarie del interior ha llegado a penetrar hasta
las calles de Buenos Aires. (…) Los progresos de la civilización
se acumulan en Buenos Aires solo: la Pampa es un malísimo conductor
para llevarla y distribuirla en las provincias [iv].
Y agrega
Sarmiento, con una visión exactamente opuesta a la de Garibaldi:
“Muchos filósofos han creído también que las llanuras preparaban
las vías al despotismo, del mismo modo que las montañas prestaban
asidero a las resistencias de la libertad”.
De este modo,
Sarmiento inaugura la concepción que separa culturalmente a Buenos
Aires de la pampa. A partir de allí, será más sencillo negar que
Buenos Aires se apoya sobre un medio natural y que ese medio natural
la condiciona.
Desde otro punto
de vista, quizás haya sido el primer paso para sacar imaginariamente
a Buenos Aires de la pampa y poder ubicarla en París.
[i] D´Orbigny,
Alcides: “Viaje a la América Meridional”. Buenos Aires.
Editorial Futuro. 4 tomos. 1945.
[ii] Visitas de
campo del autor, 1994.
[iii] Bernard,
Carmen: “Historia de Buenos Aires”.
[iv] Sarmiento,
Domingo Faustino: “Facundo o Civilización y Barbarie en las Pampas
Argentinas”, Buenos Aires, Eudeba, 1962.
Los interesados
en adquirir el libro pueden comunicarse con Alejandro Russo al mail
ediciones.delcamino@gmail.com
Fuente:
Antonio Elio Brailovsky, La ecología y la ciudad en la literatura, 07/07/16, Defensoría Ecológica.
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