por Juan
Carlos Villalonga
La
empresa de procesamiento de uranio, Dioxitek, hoy ubicada en la
Ciudad de Córdoba, ya ha intentado en varias oportunidades trasladar
sus actividades a otros sitios dado que no tiene permitido seguir
operando en esa ciudad. La Rioja, Mendoza y las localidades
cordobesas de Embalse Río Tercero y Despeñaderos son algunos de los
destinos en los que ha procurado desembarcar y fue rechazada por la
oposición que la iniciativa generó.
Dioxitek
es una sociedad anónima que pertenece en un 99 % a la CNEA (Comisión
Nacional de Energía Atómica) y tiene por objetivo producir dióxido
de uranio a partir de un concentrado de ese mineral, que es la
materia prima con que se fabrican las pastillas de uranio que
constituyen el combustible nuclear de las plantas atómicas ubicadas
en Embalse y Atucha.
Desde
el año 1994, cuando la Municipalidad de Córdoba hizo el primer
pedido de cierre, hasta noviembre de 2012, cuando le dio un plazo de
un año y medio para suspender de forma total sus actividades dentro
del ejido municipal, la empresa viene intentando sobrevivir al
rechazo que genera entre los vecinos cordobeses. La última prórroga,
otorgada por la municipalidad de Córdoba por pedido del Ministro de
Planificación Federal, Julio De Vido, se extendió por unos seis
meses y venció en noviembre de 2014. El 12 de marzo de ese año, el
gobierno de Formosa confirmó que la provincia recibiría a la planta
de Dioxitek.
Rápidamente
el Gobierno de Gildo Insfrán y el Ministerio de Panificación
Federal pusieron en marcha el proceso de traslado de la planta. En
julio de 2014 se realizó la Audiencia Pública vinculada al Estudio
de Impacto Ambiental de la nueva planta de Dioxitek. Dicho estudio
fue formalmente aprobado mediante resolución del Ministerio de la
Producción y Ambiente el 31 de octubre de ese año. A partir de ese
momento comenzaron las inversiones y los trabajos para comenzar la
obra de la nueva Dioxitek.
A
pesar de haber sido una Audiencia Pública en nada favorable a
Dioxitek, la aprobación era una decisión tomada. Pero lo más
sorprendente y preocupante es que ni el Gobierno de Formosa ni el
Gobierno Nacional evaluaron la existencia de una prohibición
constitucional y una Ley Provincial que no permitirían esa planta en
territorio formoseño. La situación es realmente un escándalo
cuando uno observa que en el Informe de Impacto Ambiental tales
normas son ignoradas por completo y, peor aún, el propio Estado
cuando emite la resolución aprobatoria desconoce sus propias leyes.
Esta práctica recurrente de soslayar las normativas existentes que
restringen la actividad nuclear coloca al sector nucleoeléctrico en
una complicada relación con la sociedad.
La
instalación de Dioxitek en Formosa es una flagrante violación a
normas existentes en esa provincia. Pero el acuerdo del Ministerio de
Planificación con Formosa no se hizo esperar y ya en 2014 comenzaron
las primeras obras que hoy poseen un estado de avance de alrededor
del 18 % y que sumarán un monto de alrededor de 150 millones de
dólares.
Hay
un hecho que torna totalmente irracional este proyecto, más allá de
las prohibiciones existentes. La logística que su operación
demandará es costosa y totalmente ineficiente. El uranio llegará
vía importación a algún puerto de la Provincia de Buenos Aires y
deberá ser trasladado a Formosa, para luego ser enviado desde
Formosa nuevamente a Ezeiza (Buenos Aires) donde se fabricará el
combustible. Es decir, Formosa es la peor opción en cuanto a la
logística, incrementando transportes, costos y riesgos.
Sin
duda, de ser trasladada la empresa Dioxitek, el sitio racional para
ser ubicada es el Centro Atómico Ezeiza donde se complementaría con
la Fábrica CONUAR allí ubicada y que es la que utiliza el insumo
producido por la planta de Dioxitek.
La
lógica que ha imperado históricamente en el sector nuclear no ha
sido la eficiencia ni, mucho menos, buscar la mejor ecuación
económica. A lo largo de los años, los gastos han sido siderales
sin relación alguna con la real producción energética. Algunas
inversiones directamente pueden calificarse como un robo a las arcas
públicas. La irracionalidad de Dioxitek en Formosa es un ejemplo de
esa conducta. Este punto que señalo debería ser tomado en cuenta
por la industria nuclear como un aporte para que oriente su
desarrollo con mayor racionalidad y pueda llevar sus costos a una
escala que les permita ser una actividad medianamente viable.
Más
allá de mi opinión crítica respecto de la energía nuclear, lo que
procuro es que la actividad nucleoeléctrica existente, y durante el
tiempo que perdure, tenga racionalidad económica y sea respetuosa de
las normas vigentes. Ninguna de estas cosas se está cumpliendo con
Dioxitek en Formosa.
Fuente:
Fuente:
Juan Carlos Villalonga, Dioxitek, De Vido, Insfran: Otro desvarío nuclear, 21/07/16, Cali Villalonga. Consultado 22/07/16.
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