Gestión de la
basura, calidad de aire, contaminación de los cursos de agua,
movilidad y los efectos del cambio climático son algunas de las
amenazas bajo las que se encuentra la gran metrópoli argentina, la
Ciudad de Buenos Aires.
Aunque la actual
gestión, que ya lleva nueve años frente al distrito más poblado de
la Argentina, impuso el sello de Ciudad Verde las erráticas
políticas respecto de los temas ambientales dejan a la capital en
deuda.
Para ser justos
hay que señalar que es una de las pocas ciudades que ha incluido la
ecología en su agenda; sin embargo, las acciones no son suficientes.
La gestión de residuos puede evaluarse de dos formas: si se mira la
reducción de material que se entierra que se genera en la ciudad es
una buena noticia; en apenas cuatro años ha disminuido casi el 40 %.
Sin embargo, poco se ha conseguido a partir de separación y
reciclado y del aumento de la conciencia ambiental de los habitantes.
En la última década se han anunciado once planes de reciclado que
incluyen a las cooperativas de cartoneros: contenedores sí;
contenedores no; dos contenedores; un contenedor; bolsa verde, bolsa
negra. Confusión. Los vecinos todavía no saben qué hacer con sus
residuos.
Calidad del aire:
la ciudad tiene una posición privilegiada, geográficamente
hablando. Los vientos hacen que la contaminación que generan los
vehículos se disipe. Sin embargo, no sabemos cuánto. A pesar de las
promesas sigue siendo una deuda el monitoreo sistemático de la
calidad del aire de la Ciudad. Según la OMS, 7 millones de personas
en el mundo mueren por la contaminación atmosférica.
La ciudad de
Buenos Aires también ostenta el orgullo de tener dos de los cursos
de agua más contaminados de la región: el Riachuelo y el borde
costero del Río de la Plata. En el primero se trabaja en un plan de
saneamiento hace ocho años pero la calidad del agua sigue igual. Del
segundo no hay mediciones.
Sobre la
movilidad qué se puede decir; se fomenta el uso de la bicicleta y el
plan Prioridad Peatón en el centro ha ganado premios
internacionales. Sin embargo, los embotellamientos y la casi
imposibilidad de circular en horas pico en las avenidas muestra que
algo no está funcionando. A algunas arterias llegó el Metrobus como
solución; pero no debería ser la única. A pesar de las promesas,
el subte avanza muy lentamente.
Buenos Aires es
una ciudad costera. Las simulaciones de los expertos en materia
climática advierten sobre los peligros que corre la urbe si la
temperatura subiera 4°C; incluso con 2°C se haría sentir. Por el
momento, las políticas para adaptarse a este fenómeno global son
desconocidas; a no ser que construir y avanzar sobre el río sea la
respuesta porteña. Los conflictos ambientales deben abordase
holísticamente; tal vez esta es la mayor deuda pendiente.
*La autora es
periodista especializada en ecología en el diario La Nación y
miembro de la Asociación de Periodistas Ambientales.
Fuentes:
Laura Rocha, Buenos Aires y la deuda ambiental, 22/07/16, La Izquierda Diario.
La obra de arte que acompaña esta entrada es un óleo de Pío Collivadino, que muestra los reflejos de la lluvia sobre el empedrado de la avenida Paseo Colón en 1925.
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