martes, 15 de marzo de 2016

¿Por qué aún es peligrosa la central de Fukushima cinco años después del accidente?


por Antonio Ruiz de Elvira

El viernes pasado, día 11 de Marzo, se cumplían 5 años de la tragedia nuclear de Fukushima. Unos reactores nucleares, situados a orilla del mar, en una costa sometida a terremotos y tsunamis, se fundieron al paso de la ola que destruyó su sistema de refrigeración y su cúpula de protección. La fusión de los reactores provocó la emisión de radiactividad durante mucho tiempo, una radiactividad que sigue saliendo de los reactores aún hoy.

Una estima oficial japonesa indica que la limpieza total de la central durará 40 años. Otras fuentes afirman que serán 100 años. Mientras tanto el agua contaminada del enfriamiento de los tres reactores fundidos sale en toneladas todos los días hacia el mar.

El Mundo del 7 de Marzo de este año de 2016 publica las consecuencias de la radiactividad en los niños de la zona. Informaciones oficiales japonesas señalan que a Septiembre de 2011 había 6 trabajadores de la planta que habían recibido dosis de radiación que excedían del máximo permitido para toda una vida, y que más de 300 trabajadores habían recibido dosis significativas de radiación.

La radiactividad es un fenómeno tremendo, ante el cual no hay más protección que muros de hormigón de metros de espesor. Es evidente que en las carreteras mueren cada año más personas que por accidentes nucleares, o por ataques terroristas, como lo es también que más muertes (alrededor de un millón de personas al año) ocurren por la contaminación producida por la quema de gasóleo en vehículos y calefacciones y de carbón en las centrales eléctricas.

Pero el caso de las centrales nucleares es sangrante, porque la industria nuclear insiste en que los reactores son seguros. Si dijera: "Hay una probabilidad distinta de cero de que el reactor que vamos a instalar en su región pueda fundirse y emitir radiactividad a la atmósfera y al agua", las personas afectadas podrían aceptar o rechazar el riesgo.

Pero las empresas nucleares no lo hacen.

La industria nuclear, si se la deja actuar, es inmensamente rentable, sobre todo porque, como me explicaron unos representantes de la misma, los seguros de las centrales no cubren los riesgos de accidente grave. Estos riesgos, como lo que ha pasado en la plataforma Castor de una subsidiaria de ACS, los pagan los ciudadanos, es decir, los pecheros que pechan con todo lo malo sin alcanzar nunca unas migajas de las ganancias de las grandes empresas.  

Una central nuclear puede funcionar, si se le permite, 60 años. El periodo de amortización de la central (si la ha pagado la empresa, aunque en España una parte substancial de los costes los pagamos los pecheros, cuando ENDESA era una empresa del INI) es de 15 años. Tras ellos, hay un periodo de 45 años de ganancias puras, sin riesgo ni casi abono de salarios, pues el personal de una central nuclear no llega a 100 personas.

Un negocio redondo.

Y arriesgado, no para el dueño y recogedor de ganancias de la central, sino para los ciudadanos de la región en la que está instalada.

Las fuerzas nucleares son, realmente, inmensas, como las fuerzas eléctricas. Pero éstas vienen en parejas y son fuerzas de distinto sentido, que se compensan. Las fuerzas nucleares, cuando se liberan, proporcionan energías enormes.

El porqué de estos tamaños de las fuerzas nucleares y eléctricas no lo sabemos, o mejor dicho, lo sabemos, y no son raras salvo si las comparamos con las fuerzas apantalladas con las que discurren nuestras vidas. Si lo vemos bien, no es que las fuerzas nucleares sean muy grandes, es que nosotros somos muy, muy pequeños frente a ellas. Pero tampoco sabemos por qué somos tan pequeñajos.

En fin, son fuerzas grandes. Cuando se producen las reacciones nucleares, se liberan esas fuerzas.

Voy a poner una analogía: Supongamos que hemos construido un enorme rascacielos de 1.000 metros de altura, hecho de hormigón y acero. El rascacielos se mantiene erguido porque en su parte central hay un cinturón de acero que mantiene unidas la parte baja y la parte alta.

El cinturón es inestable frente a los vientos que empujan el rascacielos. Pero se mantiene. Se mantiene hasta que una fisura se produce en una parte de ese cinturón. La fisura se propaga y, si el cinturón es suficientemente grande, la fisura se convierte en quiebra y la parte de arriba del rascacielos cae sobre los edificios y calles que lo rodean, destruyendo muchos de ellos y matando a miles de personas.

El núcleo de Uranio 238 tiene un número de neutrones lo suficientemente alto como para que no se produzca la primera fisura. Los neutrones son los pegamentos del núcleo, los anclajes que permiten a las inmensas fuerzas de repulsión entre protones muy cercanos ser apantalladas. Las fuerzas de repulsión entre los protones funcionan como la inversa del cuadrado de sus distancias mutuas: Si yo divido 1 entre 0.0000... (30 ceros) 1 obtengo alrededor de un quintillón. Esto va multiplicado por las cargas de los protones, que son muy pequeñas, pero las fuerzas de repulsión son muy, muy grandes.

En el Uranio 235 faltan tres neutrones. En el Uranio 236 faltan dos neutrones. El pegamento ya no basta y ambos isótopos de Uranio son inestables. Pero el U235, aún siendo inestable, necesita un primer golpe para crear la fisura. Este golpe lo produce un neutrón que incide sobre el núcleo de U235 y lo pasa a U236. La energía de este neutrón (que se puede acercar al núcleo porque no experimenta repulsión eléctrica) se invierte en hacer oscilar al núcleo de neutrones y protones hasta que adopta la forma de uno de los "huesos" de goma que se dan a mascar a los perros. Las fuerzas en la zona de unión entre los dos globos separados ya no consiguen mantenerlos unidos y el núcleo se rompe.

Al romperse libera neutrones con energías altas, como muelles que se sueltan. Estos neutrones (entre dos y tres por fisión) pueden chocar con otros núcleos de U235. Se produce una reacción en cadena, que si hay suficiente número de núcleos provoca la explosión de la masa total de U235.

Las bombas atómicas funcionan porque una explosión de dinamita acerca entre sí a dos trozos de U235 para formar una masa (crítica) con el número de átomos suficientes como para que se produzca la explosión nuclear.

En los reactores nucleares, entre las masas de U235 (o de Plutonio, que funciona de la misma manera) hay unas barras metálicas que absorben los neutrones. Cuando esas barras se colocan entre las masas de U235, las reacciones son muy lentas y se produce fisión controlada. Si desaparecen las barras, el reactor entra en una etapa crítica, genera tal calor que se funde y se inicia una reacción, lenta, pero que puede durar cinco o más años de fisión de los núcleos.

Cuando se produce la fisión, salen del reactor neutrones de alta energía, y radiación electromagnética también de alta energía. La radiación gamma. En el desastre nuclear han desaparecido los muros de hormigón que contienen al reactor, y esas partículas y radiaciones electromagnéticas salen a la atmósfera.

Como sabemos muy bien las personas que hemos tenido casos de cáncer en familiares y amigos, estas radiaciones pueden matar las células cancerígenas (más bien hacer inviable su reproducción). Es la radioterapia.

Pero estas radiaciones, cuando penetran en el cuerpo humano (y son tan pequeñas que lo hacen sin dificultad) cambian los genes de las células con las que chocan. Esencialmente cambian el orden de disposición de las 4 bases que forman las espirales del ADN. Se producen mutaciones, algunas de las cuales se reproducen y al no ser las propias de cada cuerpo, no se controlan por éste y se producen crecimientos de tejidos ajenos al cuerpo, que llamamos tumores.

Nosotros recibimos constantemente estas radiaciones, tanto más cuanto más alto subimos en la atmósfera, o cuando nos exponemos a ellas desnudos en las playas. Al final, casi todos nosotros desarrollamos cáncer, si no morimos antes de otras cosas. De alguna manera, el cáncer es "natural".

Ahora bien, la exposición a la radiación es baja lejos de las sustancias radiactivas, o de los rayos cósmicos de los que hay más cuando hay menos atmósfera encima de nosotros. Los cánceres que podemos desarrollar son lentos.

Pero son muy rápidos si nos exponemos a dosis altas de radiación, en minas de uranio, o en zonas con radón, o cerca de las centrales nucleares que se han roto.

La energía nuclear es peligrosa y no es necesaria. Hoy, en España tenemos instalada una potencia eléctrica de 105 Gigawatios. En los días de mayor consumo, las olas de frío o de calor, no utilizamos más que 35 Gigawatios.

Las centrales nucleares españolas tienen una potencia conjunta de unos 7.4 Gigawatios. Producen mucha energía, porque como ya están amortizadas, su producción es casi gratis, aunque se vende al mismo precio que la de las demás fuentes energéticas.

Se utilizan como energía siempre disponible. Pero esta energía siempre disponible la pueden proporcionar hoy las centrales hidroeléctricas que tienen la misma potencia eléctrica conjunta, alrededor de 8 Gigawatios.

Más aún. Hoy en día se puede almacenar la energía eólica y la termosolar para suministrar energía eléctrica por las noches o cuando no hay viento.

Las centrales nucleares son menos peligrosas que los viajes diarios por carretera. Pero son innecesarias. ¿Por qué vivir bajo un rascacielos que se puede caer, cuando a los ciudadanos no nos aporta ninguna ventaja?

Recordemos que el precio de la energía es algo fijado por la política, vía impuestos y subvenciones abiertas o encubiertas. No hay una energía más cara que otra, sino una energía más política que otra.

Vayamos desmantelando poco a poco las inútiles centrales nucleares, y reemplazándolas por energías pequeñas, amables, humanas.

Recordemos siempre Fukushima y Chernólbil.

El Porqué de las Cosas es un proyecto divulgativo impulsado con la colaboración de Obra Social 'la Caixa'.  

Si quiere realizar cualquier consulta que tenga que ver con el conocimiento, envíe su pregunta a: ciencia@elmundo

Fuentes:
Antonio Ruiz de Elvira, ¿Por qué aún es peligrosa la central de Fukushima cinco años después del accidente?, 13/03/16, El Mundo. Consultado 14/03/16.
La obra de arte que ilustra esta entrada es un detalle de "Kyodaiga de Egakareru Fukushima" (Fukushima dibujado en un cuadro enorme), una acuarela de la catástrofe nuclear realizada por el artista Hiroshige Kagawa. "Quiero dar una oportunidad a las personas en la prefectura de Miyagi de pensar Fukushima", señaló Kagawa, "Como artista de una zona afectada, tengo que pintar lo que siento (...) Al mirar hacia atrás el desastre a través del arte, vamos a ser capaces de avanzar con fuerza".

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