Algunos de los niños más pequeños de Koriyama, a poca distancia de la accidentada central nuclear de Fukushima, apenas saben lo que es jugar al aire libre, el miedo a la radiación los ha mantenido adentro gran parte de su corta vida.
Aunque los estrictos límites de seguridad para la actividad al aire libre impuestos en el año 2011 después de los múltiples colapsos en la central nuclear de Fukushima Dai-ichi ya se han relajado, las preocupaciones de los padres y el hábito arraigado hacen que muchos niños aún permanezcan en el interior.
Y el impacto, tres años después, está empezando a mostrarse, con los niños que sufren pérdida de fuerza, falta de coordinación -algunos ni siquiera pueden andar en bicicleta- y problemas emocionales como temperamentos más cortos, sostienen funcionarios y educadores.
"Hay chicos muy temerosos. Antes de comer cualquier cosa preguntan, ¿Esto tiene radiación? y tenemos que decirles que está bien para comer", dice Mitsuhiro Hiraguri, director del Jardín de Infantes Emporium en Koriyama, a unos 55 km al oeste de la central nuclear de Fukushima.
"Pero algunos realmente quieren jugar afuera. Ellos quieren jugar en el arenero y hacer pasteles de lodo. Tenemos que decirles que no, lo siento. Que juegue en la caja de arena de adentro".
Después del terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011, una serie de explosiones y colapsos causaron el peor accidente nuclear del mundo desde hace 25 años, arrojando radiación sobre una franja de Fukushima, una zona agrícola conocida por su arroz, carne de res y melocotones.
Un radio de 30 kilómetros alrededor de la planta fue declarada zona de exclusión, lo que obligó a 160.000 personas a dejar sus hogares donde algunos habían vivido durante generaciones. En otras áreas en donde la radiación no era tan críticamente alta, se tomaron medidas como la sustitución de la tierra en parques y patios de la escuela, la descontaminación de los espacios públicos como aceras, y la limitación del tiempo de juego al aire libre de los niños.
"Hay niños en las zonas afectadas por el desastre que van a ir a tercero mañana", dijo el primer ministro Shinzo Abe el lunes. Él dijo en una conferencia de prensa televisada a nivel nacional que quería invitar a tantos de ellos como sea posible para los Juegos Olímpicos de 2020, en la que serán estudiantes de cuarto grado, como un "símbolo de la reconstrucción".
Dicha reactivación se ve muy lejos.
"Evite tocar el aire exterior"
Koriyama recomienda poco después de la catástrofe que los niños de hasta 2 años de edad no pasen más de 15 minutos por día afuera. Aquellos de 3 a 5 años deben limitar su tiempo al aire libre a 30 minutos o menos.
Estos límites fueron levantadas en octubre pasado, pero muchos jardines de infancia y guarderías siguen adhiriendo a los límites, de acuerdo con los deseos de los padres preocupados.
Una madre en un parque interior de Koriyama fue escuchada diciendo a su hijo: "Tratá de evitar el contacto con el aire exterior".
Incluso los de 3 años de edad conocen la palabra "radiación".
Aunque el cáncer de tiroides en los niños fue vinculado al accidente nuclear de Chernobyl de 1986, las Naciones Unidas, dijeron en mayo pasado que no se esperaba que las tasas de cáncer subieran después de Fukushima.
Los niveles de radiación en todo el Kindergarten Emporium en Koriyama ahora estaban por debajo de alrededor de 0,12-0,14 microsieverts por hora, de los 3,1- 3,7 justo después del sismo, dijo Hiraguri.
Esto es más bajo que el nivel de seguridad de Japón de 1000 microsieverts al año, pero los niveles pueden variar ampliamente y de forma aleatoria, manteniendo a muchos padres nerviosos acerca de cualquier juego al aire libre.
"Trato de evitar salir y abrir la ventana", Ayumi Kaneta, de 34 años de edad, quien tiene tres hijos. "Yo compro la comida de zonas alejadas de Fukushima. Esta es nuestra vida normal".
Estrés infantil en alza
Pero esta falta de juegos al aire libre está teniendo un efecto perjudicial en los niños de Koriyama, tanto física como mentalmente.
"En comparación con antes de la catástrofe, sin duda se puede ver una caída en los resultados de las pruebas de fuerza física y de habilidad -cosas como la fuerza de agarre, corriendo y lanzando pelotas", dijo Toshiaki Yabe, un funcionario del gobierno de la ciudad de Koriyama.
Una encuesta anual por la Junta de Educación de la prefectura de Fukushima encontró que los niños pesan más que el promedio nacional en prácticamente todos los grupos de edad.
Los de 5 años eran aproximadamente 500 g más pesados, mientras que la diferencia de peso aumentó de a 1 kg para los niños de 6 años de edad. Los niños de 11 eran casi 3 kg más pesados.
Hiraguri dijo que el estrés se estaba manifestando en un aumento de peleas, discusiones y e incluso hemorragias nasales repentinas entre los niños, así como efectos más sutiles.
"Hay muchos chicos que no están de todo alerta en sus respuestas a las cosas. Ellos no están motivados para hacer algo", dijo.
Koriyama ha eliminado y descontaminado la tierra en los lugares públicos, a veces más de una vez, y el trabajo de sustituir todos los equipos de juegos infantiles en los parques públicos debe terminar pronto.
Yabe, en el ayuntamiento de Koriyama, dijo que las actitudes de los padres hacia el riesgo de la radiación pueden ir cambiando lentamente.
"En estos días, en lugar de escuchar a los padres preocupados por la radiación, se está escuchando que están más preocupados porque sus hijos no están fuera", dijo.
Pero Hiraguri dijo que las cosas siguen siendo difíciles.
"Yo a veces me pregunto si es realmente correcto tener los niños en Fukushima. Pero hay algunos que no pueden irse, y siento fuertemente que debo hacer todo lo que pueda por ellos".
Fuente:
Los niños japoneses de Fukushima batallan contra un enemigo invisible, 10/03/14, The Globe and Mail. Consultado 10/03/14.
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