domingo, 7 de abril de 2013

Un Estado siempre ausente

Inundaciones catastróficas en La Plata, abril de 2013

por Fernanda Sandez

"¿Dónde están las autoridades?" "Acá no vino nadie". "Nosotros caceroleamos, pero nadie escucha". Martes a la tarde, sobre la avenida Rivadavia al 8000. Cae la noche de un día fantasmal, no sólo porque arrancó en plena madrugada y con tormenta, ni por el cielo cerradamente gris ni por la ausencia de autos (los vecinos de los edificios de los alrededores, sin luz ni agua desde hacía horas, habían decidido cortar la avenida), sino por la extraña impresión de estar escuchando, a cada paso, a Buenos Aires hablando en voz alta. Confesando por boca de sus habitantes su historia de amor: la habían dejado sola, mojada y a la deriva.

Sin calles (ya eran ríos), sin semáforos, sin luz. Sin palabras. Porque si para algo sirve a veces semejante corcovo de la naturaleza, es precisamente para ver lo que casi nunca se nota. Lo que queda escondido en el runrún de una ciudad a la que siempre le gustó pensarse agitada y primermundista, pero cuyo vetusto miriñaque asoma cada vez que pasa "algo": una lluvia enorme, una nube venenosa, un choque. Emerge entonces la verdad al desnudo.

Y lo que decía la ciudad el martes pasado -y lo que diría la vecina La Plata, castigada horas después por una tormenta y una tragedia aún peor- era precisamente eso: que ni reina, ni de plata. Apenas una vieja sola, temblando de frío y mostrando a quien quisiera verlo la fragilidad de sus huesos. Porque todo eso que debía estar, no estuvo. Porque no hubo otro plan que el muy argentino "sálvese quien pueda".

Esto tiene que ver, al menos en parte, con un fenómeno que el experto en desarrollo territorial Fabio Quetglas, en declaraciones al sitio www.plazademayo.com, caracterizó como "el crecimiento aluvional de las ciudades". ¿Qué significa esto? "Que hay una muy baja tasa de gobierno sobre las dinámicas urbanas y las ciudades no crecen hacia donde los poderes públicos quieren sino hacia donde ellas mismas pueden". Según Quetglas, "la Argentina tiene el 40 % de su población viviendo en el 1 % de su territorio. Evidentemente, el país no ha tenido una estrategia territorial adecuada, no hay una política de ordenamiento metropolitano".

Pero no fue sólo eso. Fue, sobre la base cierta de un desarrollo descontrolado y antojadizo, todo lo otro que también falló. Porque cuando los teléfonos de emergencia fueron respondidos las llamadas se estrellaron contra una promesa de asistencia que nunca llegó. O llegó tarde. Porque cuando a las calles las ganó la correntada y no menos de catorce de los cien barrios porteños quedaron ciegos y escupiendo agua, algo se volvió más que evidente: que el Estado (ese Dios enorme y sin cara al que se suele invocar en esta clase de circunstancias) no pensaba presentarse a la cita. Que sus avatares (la policía, los bomberos, la cuadrilla o tan siquiera el famoso "alguien que haga algo") brillaron por su ausencia en esos primeros momentos de desconcierto. Y cuando finalmente aparecieron, asombraron por su insignificancia. La vicejefa de gobierno, primero, y el jefe de gobierno, después, recitaron la misma letanía: 600 agentes en la calle, 100 ambulancias, 5 grúas. Pero, ¿qué puede eso frente a 350.000 personas en apuros? ¿Qué puede eso cuando, además, aparece mal y tarde, cuando ya el desastre estaba consumado?

Hubo más declaraciones que coordinación, más justificaciones que planes de emergencia. Y todo llegó cuando ya había cortes, muertos y manzanas enteras sumergidas por una masa líquida y gris dispuesta a devorárselo todo. Cuando ya nada de lo que se dijera (que se invirtió como nunca antes, que se hicieron obras, que la culpa fue de ellos y no nuestra) podría disimular lo obvio, que es que aquí el futuro no llega a pasado mañana.

Así también lo entiende Fernando Straface, director ejecutivo del Centro para la Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), para quien "el horizonte de planeamiento y de acción de una parte de la política argentina se acortó al próximo mes, a la semana que viene, a mañana. La política se convierte en la administración de la imagen del día a día, y -ocurrida la emergencia- la falta de coordinación mostró que la polarización de la política argentina permanece. No hubo quien representara a un Estado que se pone al hombro la tragedia", sostiene.

Aguas turbias
Que Buenos Aires -edificada sobre una zona cuyo nombre lo dice todo: "pampa deprimida"- se inunde no es casualidad. Desde hace centurias, los terceros (unos arroyos que la atravesaban entera y en los que los vecinos arrojan basura desde la época de la colonia) y los cursos de agua que lo complican todo son historia conocida. Según Antonio Elio Brailovsky, docente universitario y autor de Buenos Aires, ciudad inundable (Editorial Capital Intelectual), "la ciudad viene dando señales de posibles tragedias como ésta desde hace décadas. Ha tenido montones de situaciones de inundaciones y lo que ha habido ha sido una política de jugarse a la obra mágica que va a solucionarlo todo. Lo que se vio en la inundación del martes es que la gran obra mágica del Maldonado disminuyo el nivel de la inundación en esa zona, pero no terminó con la inundación. Tenemos que asumir que tenemos una ciudad con terrenos bajos y que ha metido a parte de su población sobre zonas inundables. Encima de los arroyos Maldonado, Medrano, Vega, White. Es decir, las avenidas Juan B. Justo, Ruiz Huidobro, Blanco Encalada y sus adyacencias".

Quizá lo que más asombre -e indigne- es la sorpresa frente a las profecías cumplidas. La inundación en presente continuo, las "tragedias" en calesita, el mismo choque repetido infinidad de veces, hablan en definitiva de un ninguneo deliberado de la realidad que se empeña en gritar lo que nadie quiere oír, pero también del "sálvese quien pueda" como filosofía de gobierno. Esto es, de una provisionalidad que nada tiene que ver con la idea de Estado.

Tres políticos con galochas y un funcionario de altísimo rango pasando raudo en gomón frente la casa de la madre de la Presidenta definitivamente no bastan para hablar de Estado presente cuando una de las ideas fuerza del concepto de Estado (la planificación) a menudo no pasa de expresión de deseos. Daniel Arroyo, presidente de Poder Ciudadano y ex viceministro de Desarrollo Social de la Nación, apunta al respecto que "pese a la tan declamada recuperación del Estado, hay una ausencia de ese Estado muy evidente en el sentido de que hay un déficit en la elaboración de políticas públicas". Para sortear eso, añade, "hay que redefinir con claridad las prioridades y volcar los recursos en función de esas prioridades. Evidentemente, los presupuestos hoy asignados a las estructuras de respuesta a las emergencias no alcanzan, y la situación va a seguir siendo crítica porque el cambio climático llego para quedarse", alerta.

Quizá por eso, ya con el agua algo más baja, quepa preguntarse de qué clase de "Estado presente" se habla cuando una lluvia descomunal bastó para jaquear una ciudad y gran parte de una provincia. Cuando, sin mirar afiliación alguna, la tormenta pudo más que un aparato estatal que -según se vocifera- ya no es aquel alfeñique desvalijado de los 90, pero que ni siquiera así logra amparar a todos. Una vez más, el ciudadano de a pie sintió que las prioridades del poder no eran las suyas cuando hasta el agua pareció teñirse de color político y ni siquiera en medio del recuento de cadáveres unos y otros pudieron dejar de pasarse facturas. Una vez más, el soliloquio de la política miniatura haciéndose trizas contra una realidad literalmente desbordada. Y, en el medio, ciudadanos a la deriva y preguntándose -casi como en los mejores tiempos del "que se vayan todos"- a dónde fue a parar el dinero de sus impuestos. O cuál es la lógica que lleva a preferir "aggiornamientos" más o menos fotografiables por sobre la clase de obras invisibles que suelen hacer toda la diferencia en momentos como estos. ¿Hay, hoy y en lugares de real decisión, personas pensando la ciudad, las ciudades, el país? ¿Se puede atribuir todavía hoy -a 20 años del menemismo y tras una década de kirchnerismo- la ausencia del Estado a episodios sucedidos hace dos décadas? ¿No era que el Estado estaba de vuelta, y más poderoso y activo que nunca?

Según el legislador y economista Claudio Lozano, también aquí reina el espejismo porque "que haya cambiado cierta lógica de funcionamiento político no necesariamente quiere decir que haya habido un cambio de fondo. Porque aquí se sigue apostando a un modelo de desarrollo que va en contra de la naturaleza, y la naturaleza siempre se cobra la cuenta. Así, un modelo de sojización extrema, deforestación y megaminería a cielo abierto acompañado por un boom inmobiliario y automotriz, no es algo ambientalmente neutro. Produce desastres, cambios en las cuencas hídricas y catástrofes importantes. A esto se suma el despliegue de torres, shoppings y autopistas sin evaluación de impacto ambiental que termina generando una gran imposibilidad de absorber el agua", apunta.

Ausente con aviso
Para quien quiera verla, la escritura está ahí. En las veredas rotas antes del agua y hundidas luego del vendaval, en las bocacalles que en barrios como Villa Urquiza los mismos vecinos debieron limpiar, en los containers que -días después de la tormenta- rebasaban de muebles y cosas estropeadas por el agua que nadie se dignaba pasar a retirar. Falta de previsión antes, improvisación durante, desidia después: tal la fórmula de cada nueva "tragedia" que de esto último tiene poco y nada. Porque se construye donde no se debe y se hacen negocios formidables. Porque mágicamente se levanta una torre donde antes había una casa, sin pensar antes que ahora -en esa misma superficie- funcionarán 40 baños en vez de uno, 40 cocinas en vez de una. Porque no hubo gobierno que no "barriera" a los pobres a las márgenes de los ríos y arroyos, o a zonas imposibles de ser habitadas por ser inundables. En este sentido, el contador de muertos en la zona de Tolosa y Ringuelet es preciso: el agua llevó la vida de los más marginales en el más literal de los sentidos.

Y es entonces cuando se comienza a entender que la ausencia del Estado -si a alguien perjudica- es a quien menos tiene. ¿Entonces? Quizá ya sea hora de comenzar a aceptar que, al cabo de todos estos años, al Estado nulo de los 90 lo ha reemplazado uno que todavía no ha logrado repatriar aquella idea de lo público, de lo de todos como lo verdaderamente importante, más allá de toda coyuntura. Dice al respecto Straface que "un bien de infraestructura estructural es el tipo de bien estatal que más calidad del proceso político requiere, porque demanda que quienes gobiernan renuncien al usufructo directo, ya que necesariamente lo va a inaugurar otro. Plantear soluciones más estructurales en temas que requieren de planificación son objetivos que una parte de la política entiende como inalcanzables, dada la necesidad de atender la urgencia de ganar la próxima elección".

Todavía, lamentablemente, nuestra clase política no ha dado el paso decisivo. Pasamos pues de un Estado "bobo" a un Estado "vivo" en el peor de los sentidos, porque es el mecanismo a través del cual lo de muchos queda en manos de unos pocos a los que el agua ni siquiera los roza. Tal el Estado atomizado, contradictorio, hecho de parcelas de poder y de soluciones fragmentarias. Justamente esas que vuelan por los aires no bien se desata la primera tormenta

Poca reacción

Una dirigencia que actuó a destiempo

Mauricio Macri
De vacaciones
El jefe de gobierno estaba en Brasil cuando se desató la tragedia. "Soy un servidor público y necesito descansar unos días por año", se defendió

Pablo Bruera
La recorrida que no fue
"Desde ayer a la noche recorriendo los centros de evacuados", se tuiteó desde su cuenta. Pero el intendente de La Plata volvió de Brasil un día después.

Alicia Kirchner
De viaje por Europa
Aunque en medios oficiales se dijo que regresó el lunes al país, recién el jueves la ministra de Desarrollo Social apareció en escena.

Cristina Kirchner
Reacción tardía
El 2 de abril, la Presidenta no mencionó los muertos en la ciudad de Buenos Aires, pero al día siguiente reparó en La Plata el paso en falso.

Fuente:
Fernanda Sandez, Un Estado siempre ausente, 07/04/13, La Nación.

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